CALMA, del gr. καǢμα ‘quemadura’, ‘calor’, derivado de καίειν ‘quemar’, aplicado primeramente a las calmas marinas que predominan durante la canícula; la patria de este cambio semántico y de la sustitución de u por l parece ser la Península Ibérica, desde donde se propagó el vocablo a los demás idiomas modernos.
1.ª doc.: 1320-35, J. Manuel, Libro del Caballero e del Escudero.
Otra comprobación indirecta de esta tesis puede verse en la gran riqueza de las acepciones secundarias desarrolladas en castellano: ‘tristeza’ (Auto del Repelón atr. a J. del Encina; Calderón, La Vida es Sueño, ed. Losada, I, iii, p. 15; Tirso, El Burlador de S., I, v. 204, con una colección de ejs. coetáneos en la ed. Cl. C.), ‘peligro’ (Lope, La Corona Merecida, v. 1742), explicables por la desesperación que causan las calmas a los marinos, y quizá por las tormentas que suelen seguir a la calma chicha; de ahí dar calma ‘embromar, dar vaya’ (DHist.), hacer calma ‘paralizarse una causa criminal’ (Méjico, 1575: RFH II, 245), y los derivados encalmado ‘orgulloso, vanaglorioso’, encalmarse ‘vanagloriarse, presumir’, encalme ‘presunción’ en judeoespañol de Marruecos (BRAE XV, 59), que se explicarán por el orgulloso sosiego castellano (comp. it. sussiego ‘gravedad’, ‘afectación’). Faltaría averiguar en cuál de las tres lenguas iberorromances se originó el vocablo. Vidos se decide por el portugués, por insuficiente información acerca de la extensión de la ac. etimológica en los otros dos idiomas, y creyendo posterior en ellos la fecha de aparición; como es probable que la iniciativa no estuviera en castellano, sino en uno de los dos idiomas periféricos, tratándose de una ac. náutica, y como no hay ejemplos de terminología náutica propagada desde el portugués al catalán ya en el S. XV, este último es más probable (nótese la procedencia de calmazo), pero también puede creerse que el cambio lo heredaran los tres del iberorromance primitivo.
DERIV.
Calmar [1431-50: Díaz de Gámez]; calmante, calmado salm. (V. arriba). Calmaría [1582-5: Fr. L. de Granada] o calmería [1430, Woodbr.; 1492: Colón], comp. el sanabrés calmária arriba. Calmazo [1831] ‘calma chicha’, probablemente tomado del cat. calmàs ‘bochorno’ (Cataluña francesa), ‘falta de viento’ (Suria: BDC XVIII, 121), hermano de oc. caumàs, muy extendido en la primera de estas acepciones (FEW II, 538a). Calmo ‘sin viento, tranquilo’ [1584: Rufo], hoy sólo americano (Chile, Costa Rica, BRAE VIII, 511, también Argentina, etc.), pero propagado anteriormente al fr. calme adj. [SS. XV-XVI], it. calmo; significa también ‘sin cultivo’ [1513: G. A. de Herrera], aplicado a la tierra, porque se la deja descansar3. Calmoso [1543: Ocampo], ‘caluroso y sin vientos’ según Aut. Calmudo, arag., mej., antill., venez. (BRAE VIII, 511). Encalmarse ‘sofocarse los animales por excesivo calor y cansancio’ [1575, Marmolejo, Hª. Chile, p. 112a; 1590: Acosta], ‘cesar el viento’ [1582-5: Fr. Luis de Granada]; encalmadura. Recalmón.
1 A los de Zaccaria y de la Crusca puede agregarse al testimonio de Giovanni da Empoli, en la narración de su viaje a Malaca, correspondiente por lo tanto a la zona de influencia portuguesa. V. en Jal.― ↩
2 A estos argumentos contrarios a la procedencia italiana puede añadirse el de que el vocablo castizo y antiguo es allí bonaccia (V. BONANZA).― ↩
3 Por razones fonéticas no puede venir de CALVUS, como admite R. Cabrera; ni del céltico CALMIS ‘meseta yerma’, por razones geográficas, pues este vocablo sólo ha dejado descendientes en catalán, lengua de Oc y dialectos franceses. ↩