AZCONA, ‘venablo, pequeña lanza arrojadiza’, palabra común a los tres romances hispánicos, a la lengua de Oc y al vasco, de origen incierto, quizá vasco.

1.ª doc.: Berceo1.

Del mismo origen: gall.-port. ant. ascuma, ascuna, ascunha [ascũa o azcõa, Cantiga 89: RFE V, 162; azcuna, Cantigas, ed. 1889, II, p. 298, y otros dos pasajes; Crón. Troyana S. XIV, I, 194.1, 353.25; II,-92.9, 13.11]; port. azcuma en la Crón. de D. Nuno Álvares Pereira (fin S. XIV) ed. de 1972, p. 102 (vid. además J. Silveira, R. Port. de Fil. I, 391ss.), cat. ascona [Desclot, fin S. XIII], oc. ascona [Jaufré, h. 1230], ancona, vasco azkon. Son de interés las variantes manuscritas de azcona en la 1.ª Crón. Gral.: ascunas T, azcones O. Trataron del origen de azcona Diez, Wb., 429; Spitzer, RIEV XVII, 94; M-L., ZFSL XXXIII, ii, 49, y RIEV XIX, 426; Giese, RIEV XIX, 630, VKR I, 161, y ZRPh. LII, 397. Puede ahora considerarse descartada la etimología germánica de Diez, a. alem. ant. ask ‘fresno’ (= alem. esche), porque no se explicaría la terminación; y tampoco la extensión geográfica es de las que orientan hacia un origen germánico. M-L. se inclinaba primero por creer que era palabra autóctona en vasco, emparentada con askarai ‘roca elevada’ y con azkona ‘tejón’ (por la forma de la cabeza de éste), y seguramente derivada, como cree Azkue (Homen. a M. P. H. 87), del vasco az o aitz ‘peña, piedra’, que ha dado muchos nombres de instrumentos cortantes: a(i)zkora ‘el hacha’, aiztur ‘azada’, ‘tijeras grandes’, aizto ‘cuchillo’, curiosas reminiscencias lingüísticas de los utensilios de la Edad de Piedra. Faltaba explicar entonces la terminación -kon. Spitzer, Giese y últimamente M-L., creen que aunque azcona en su forma actual viene del vasco, en esta lengua a su vez era de origen romance. La forma primitiva sería aucona, documentada en bajo latín, y que seguramente debe leerse en lugar de la variante occitana ancona (interpretada como lectura errónea), alterada por el vasco en azkona por influjo de los citados nombres de instrumento en -az. En cuanto a aucona, vendría del bearn. ant. haucon ‘halcón’, por comparación del lanzamiento de la azcona con el vuelo agresivo de esta ave, comp. fr. ant. fauc ‘azcona’. Puede a esto objetarse que un vocablo tan difundido desde princ. S. XIII en cuatro lenguas romances, no pudo haberse tomado del vasco en fecha muy reciente, y de haberse tomado mucho antes iría en época anterior al cambio bearnés de L en Ȯ, en palabras como haucon2, y aun quizá anterior al cambio de F- en h-. Es verdad que igual podríamos suponer que la forma que precedió a azkona en vasco no fué aucona, sino *alcona, y echar la caída de la F- en la cuenta del vasco3; de suerte que no hay razones concluyentes que se opongan a esta etimología romance de la palabra vasca, pero tampoco pueden considerarse suficientes los argumentos positivos que se han podido aducir en su favor. El testimonio de la vieja Guía del peregrino de Santiago de Compostela, S. XII, citado por Michelena, confirma la antigüedad y autoctonía del vocablo en vasco: «Navarrus aut Basclus... duo jacula aut tria que auconas vocat ex more manibus tulit». Ahora bien, siendo arma típica de los vascos, me pregunte qué nos impediría suponer que viene de un *AUSCĶNA formado con el mismo sufijo de VASCONES y de gascones, y con el radical del viejo nombre de los vascos, AUSCII, vasco Euzk-era, Escuaran (de donde Escaran ‘vasco’ en Giran de Rossilhon), con trasposición parcial de la , lo mismo que en Escuaran y otras formas vascas de este nombre; al fin y al cabo la forma de la Guía y la variante occitana ancona (errata por aucona) son ambas trasmitidas por viajeros lejanos y pueden ser pronunciaciones estropeadas de auscona (acaso tenga valor la e de la variante azcones de la 1.ª Crón. Gral.). La forma más generalizada ascona tanto podría comprenderse a base de *ASCONA como por una evolución paralela a la de ascuchar de AUSCULTARE. Cierto que es suposición algo audaz, pero todavía lo es menos que la etimología FALCO.

Por lo tanto, sin entrar en el problema oscuro del origen último, sólo puede hablarse de cierta verosimilitud general de la tesis de procedencia vasca inmediata. Nos inclinarían a ello, además del parentesco con a(it)z4, el hecho de que en el poema occitano de Guilhem Anelier (fin S. XIII) la azcona figura como arma de navarros, coincidiendo con el informe de Covarr. de que era arma usada por los Montañeses, hecho confirmado por la calificación frecuente azcona montera, que vemos entre otros textos en Alex., en Fn. Gonz., en el doc. de 1272 y en Desclot; y comp. ALAVESA.

En definitiva, no hay razones que indiquen netamente un origen vasco (todas estas etimologías presuponen cruces y fenómenos extraordinarios); y ni siquiera desde el punto de vista geográfico existe presunción clara en este sentido ni en contra de una procedencia germánica (idea siempre natural cuando se trata de armas): para aquello más bien sobra la presencia en gallego-portugués, mozárabe y occitano, y en pro de esto bastaría admitir que es una palabra de origen visigótico (y no fráncico ni ostrogodo). Hay que desechar, por cierto, la etimología germánica admitida por Diez, por cuanto no explica -ona, mas podría tratarse de un germanismo diferente. Una palabra de esta forma precisa está bien documentada en germánico: escandinavo éddico āskunna ‘creada o procedente de los Asen’; sabido es que existen muchos adjetivos en -kunna de este sentido y formación en escandinavo antiguo y que existen o existieron en todas las lenguas germánicas: isl. ant. -kunn- ‘engendrado por’, konr ‘hijo (de noble)’, gót. kuni, a. al. ant. chunni ‘linaje’, gót. sama-kunjans ‘del mismo linaje’, etc., y sabido es también que los Asen son una junta de divinidades masculinas y femeninas, suprema en la mitología escandinava y general germánica. Nuestro adjetivo compuesto está bien documentado en los poemas éddicos más antiguos: «R?n skal raƌa r?gmǝlmi skatna, / ǝ svinn, āskunna arβi Niβlunga», ‘el Rin ha de dominar sobre el bronce de los guerreros: (río) rápido, heredero de los Nibelungos y creado por los Asen’ (Ttla-kvia Groenl., 5.27d). Si ahí se aplica al río divino nada nos impide suponer que se aplicara también con carácter preferente a una arma arrojadiza dotada por los dioses del poder infalible de herir al enemigo nacional: tema tan antiguo éste, común a la mitología de varias ramas de la familia indoeuropea; me limito a recordar el venablo mágico de que Indra dotaba a su paladín Pururavas en su lucha contra los Dánavas diabólicos, que después de herir al raptor de Urvaçi volvía a meterse en su aljaba como la culebra que entra de nuevo en su agujero (Kalidasa, Vikr., fin del l.er acto). También la azcona era un lanzón o jabalina de fuerza prodigiosa que volvía a manos del guerrero después de arrojarla.

1 Además de los ejemplos antiguos del DHist., pueden anotarse: Alex. 1435d (O); Fn. Gonz., 63c y 304c; Hist. Troyana, 9.13, 47.9; doc. Murcia, a. 1272 (M. P., D. L., 368.23); Alfonso XI, 439, 2155, 68; Sem Tob, copla 95; Nebr.: «azcona, tiro conocido: acontias»; mozár. lazcóna PAlc.―

2 La conservación de la L en final de sílaba es constante todavía en los docs. gascones del S. XII publicados por Luchaire en su Recueil. En el S. XIII las formas con u ya son frecuentes.―

3 Aut. cita una forma fascona en la Montería del Rey Don Alonso, I, cap. 37, cuya justificación en los manuscritos haría falta comprobar. De todos modos es forma aislada.―

4 Cf. todavía a. nav. aizcona «tarugo, cheville de bois» (Azkue, sin concretar la extensión en Navarra); la variante axkora ‘hacha’ según Azkue es del suletino y roncalés, pero también Landucci daba axcorea: corresponde al vizcaíno atx = aitz (aunque Aguirre, Auñ. emplea atx, escribe en cambio aizkora; pero pueden entrar siempre en juego influjos literario-históricos, ya que también emplea a veces aitz).