ALMA, del lat. ANէMA ‘aire, aliento’, ‘alma’.
1.ª doc.: ȟarǤas anónimas de los SS. XI y XII, Al-And. XVII, 82, 106; Cid.
DERIV.
Almilla ‘especie de jubón ajustado al cuerpo, con o sin mangas’ [1539-42: Guevara], así llamada por su unión íntima al cuerpo, nótese el pasaje citado: «Es privilegio de viejos... traer una almilla de grana para alegrar el corazón»; hoy se conserva armilla en León (Garrote) y otras partes, y la misma forma disimilada, pero con el significado ‘chaleco’, pasó al gallego (RL VII, 202), al catalán [S. XVIII] y además al port. antic. almilha1; la ac. ‘tira ancha de carne de puerco, de la parte del pecho’ (Covarr.) se ha cambiado hoy en ‘bazo del puerco’ en Cespedosa (RFE XV, 273).
Desalmado [‘inánime’ en Nebr.; ac. moderna 1578: Ercilla], con el verbo desalmar (raro y sacado del participio)2.
Los siguientes vocablos son tomados del latín. Animal [1251, Calila 26.304; Conde Luc.], de anĭmal, -ālis íd. (comp. ALIMAÑA); como adjetivo ya h. 1560 (P. Las Casas); de aquí animalada, animalidad, animalizar; animálculo. Animar [h. 1440: A. de la Torre; Cuervo, Dicc. I, 472-4], de animare íd. (para animarse como sinónimo de atreverse, vid. AILC I, 23); animación. Anímico [fin S. XIX, Galdós]. Animismo [Acad. ya 1884]. Ánimo [1328-35]3, de anĭmus íd. Animoso [1.a mitad S. XV: Cuervo, Dicc. I, 474-5; Nebr.], de animosus íd.; animosidad [1454, Arévalo, Suma, pp. 257b, 259a (Nougué, BHisp. LXVI); 1475, Cartagena, Questión, p. 237b (Pottier, BHisp. LIX); APal. 5d], de animositas, -atis ‘carácter animoso’; la ac. ‘hostilidad’ nació en el S. XIX (Baralt) por imitación del francés, donde se halla desde el S. XVI. Animativo [1454, Arévalo, Suma, p. 257b (Nougué, BHisp. LXVI)]. Desanimar [1569: Ercilla]. Exánime [Aut.], de exanĭmis íd. Inánime [S. XVII], de inanĭmis íd.; inanimado [Quevedo], del lat. tardío inanimatus íd.
CPT.
Animadversión [Lope], del lat. animadversio ‘atención’, ‘amonestación’, derivado de animadvertĕre ‘atender, poner atención’, compuesto con advertĕre ‘dirigir’: la ac. ‘ojeriza’ que aparece a principios del S. XIX es debida a influjo de aversión; animadvertencia. Ecuánime (falta todavía Acad. 1884), también it., port. equánime (tampoco antes del S. XIX), la terminación no corresponde a la del lat. aequanimus, la forma romance quizá fué sacada de ecuanimidad [Alonso de Cartagena, † 1456], y éste del lat. aequanimitas, íd., compuesto con aequus ‘igual’. Longánimo [APal. 21d], no del lat. longanĭmis, sino sacado de longanimidad [Nieremberg, † 1658], y éste de longanimitas íd., compuesto con longus ‘largo’. Magnánimo y magnanimidad [ambos en APal., 21d], de magnanĭmus, magnanimitas, íd., compuestos con magnus ‘grande’. Pusilánime [1599: M. Alemán; pusillánimo en A. Torre, h. 1440 (Smith, BHisp. LXI); APal., 21d], pusilanimidad [1515, Fdz. de Villegas (Smith, BHisp. LXI); S. XVII], de pusillanĭmis (o -mus), pusillanimitas, íd., compuestos con pusillus ‘pequeño’. Unánime [APal., 21d], unanimidad [Aut.], de unanĭmis (o -mus), unanimitas, compuestos con unus ‘uno’. Mialmas.
1 Baist, RF I, 132n. 1, sugiere que sea un derivado de yelmo (teniendo en cuenta un texto latino de Portugal, S. XI, donde elmum significa ‘cubierta de altar’) o que venga del germánico (alem. ärmel ‘manga’) y aun del lat. armĭlla ‘anillo, armella’. Ninguna de estas ideas me parece razonable; a lo más podría pensarse en el b. lat. armilausia, palabra de origen gótico, equivalente del alem. ärmellos ‘sin mangas’, como nombre de un hábito monacal; pero no se explicaría la pérdida de la terminación, y el ser sin mangas no fué antiguamente característico de la almilla o armilla: si para Covarr. es un jubón con sólo medias mangas, Aut. dice, por el contrario, que debe tener mangas, y en catalán (Alcover) había designado una prenda con mangas y también una parte del vestido de la mujer. Armilla (almilla) desde luego no viene de FIRMUS (GdDD 2808), según muestra la documentación antigua, y aunque en Salas (Burgos) se diga ermilla.― ↩
2 M. L. Wagner y G. Sachs, ARom. XIX, 119 y 112, niegan, a mi entender con razón, el supuesto de un calco semántico del hebreo que para este vocablo había formulado el Sr. Krappe (ARom. XVIII, 430).― ↩
3 El ej. anterior que cita Oelsch. está en latín; Cej. VI, § 18. ↩