También port.
azevinho2, gall.
acibo (Sarm.
CaG. 93
v,
acibo fémea ‘acebo baccífero’ 194
v). Ambas están en relación con la forma
aquifolium de Plinio
3, mientras que el arag.
crébol,
areulo (Borao, Ferraz), cat.
grèvol, gasc. y prov.
agreu, frprov.
agreblo y otras formas dialectales francesas, junto con el it.
agrifoglio, lo están con la forma más tardía
acrifolium. Pero la forma hispano-lusitana supone un elemento inicial
ACI-, y en efecto puede darse por seguro que existió
*ACIFOLIUM. Es
palabra compuesta de
folium ‘hoja’ y el radical
ac- de
acuere ‘ser agudo’,
acipenser,
acudens; *
ACIFOLIUM, por influencia de
acer, pudo luego convertirse en
acrifolium, o, con otra variante,
aquifolium, del mismo modo que junto a
acipenser existe
aquipenser (Walde-H.) y paralelamente a
ACULEUS - *
AQUILEUS - *
ACILEUS (
REW 127). Ρor otra parte no está clara la desaparición de la terminación
-olium. M-L. cree que *
ACIFOLIUM dió primero
*acebojo, port.
*azevolho, y de aquí salieron las formas modernas, por derivación regresiva en español y por cambio de sufijo en portugués. Sin embargo -
ojo no es sufijo corriente, y el mismo traslado del acento que en castellano hallamos en la forma catalano-aragonesa y en las galorrománicas, que no pueden explicarse por un cambio de sufijo: un
acrifolus, seguramente acentuado en la
i, aparece ya en una glosa (
CGL V, 340.2). A su vez el cat.
grèvol es inseparable de
trèvol, cast.
trébol, como el port.
azevo es paralelo a
trevo, y el nombre de esta otra planta proviene de
TRIFOLIUM con la misma irregularidad. En este caso se ha explicado admitiendo una forma vulgar
*TRIFŬLUM, adaptación del gr.
τρίưυλλον, y puede también creerse que
grèvol es debido al influjo del gr.
ƺξύưυλλον, nombre de planta en Dioscórides, cuyo significado no consta pero que difícilmente puede ser otra que el acebo, siendo un nombre compuesto de los mismos elementos que
aquifolium; de la misma manera una forma
*ACIFŬLUM, debida a este influjo, puede explicar sin dificultad el gall.
acibo, port. ant.
*azevo, por la caída de la
-L- intervocálica, que es regular en estos idiomas. La influencia griega tratándose de nombres botánicos no puede causar extrañeza. El cast.
acebo podría ser lusismo, aunque no es verosímil que un vocablo tan arraigado en el lenguaje rústico y en la toponimia venga de fuera; pero no es necesario admitirlo, pues la misma desaparición del sufijo diminutivo
-ULUM (este sufijo sí es frecuentísimo) observamos en otros nombres de plantas: el
pobo o chopo, de
POPULUS (G. de Diego,
RFE IV, 205-6; Castro, ib. V, 41), el alav.
yebo, a. arag.
yabo ‘yezgo’, de
EBULUM (
BhZRPh. LXXXV, § 275), el aran.
trem ‘álamo temblón’, de
TREMULUS (cat.
trèmol, cast.
tiemblo)
. El ast. occid.
acebro (Acevedo-F.) parece representante normal de
*ACէFŬLUM (>
*aceblo)
. El normal
ACIFOLIUM parece haberse conservado en Asturias: Sajambre
arfueyo,
argüeyo ‘muérdago’ (Fz. Gonzz.,
Oseja 194),
arfueyu ‘muérdago’ (V), ‘planta parásita que nace sobre el manzano, peral, avellano y roble: de su corteza machacada se hace una liga excelente’ (R, con variante
argüello),
arhueyu ‘muérdago de los pumares’ (Canellada); primitivamente significaría ‘acebo’, pues R agrega que es más fina la liga para cazar pájaros que se hace con la corteza del acebo,
ACIFOLIUM había de pasar fonéticamente a
azfueyu,
azhueyu,
azgüeyu, y luego
arf-,
arg-. Comp.
AGUIJADA.