¡TATE!, voz de creación expresiva, reduplicación de su equivalente ¡ta! (o ¡ta, ta!).

1.ª doc.: en romances del S. XVI.

V. los ejs. de esta procedencia citados por Cej., La Lengua de Cervantes, s. v. Está también en Oudin: «interjection qui signifie: laissez cela, ne touchez point là, ostez-vous de là, ostez-moi cela, fi», y en la 2.ª parte del Quijote (II, lxxiv, 279); Aut. cita ejs. del S. XVII, y P. Espinosa (1625) la registra entre sus «voces vulgares y mal sonantes» (Obras, p. 195.20). Ocasionalmente tiene otros oficios: en Bilbao tati «es el toma y daca con que se entretiene a los niños, haciendo como que se les da una cosa y retirándola... diciéndoles ¡tati!» (Arriaga). Podría imaginarse que sea abreviación de estáte (quieto), como podría creerse que el cat. tau-tau ‘así así, medianamente’ lo sea de estau ‘estad’. Pero ambas ideas son seguramente falsas, y se tratará de creaciones elementales. Por lo demás con valor análogo a tate existe ¡ta! o el repetido ¡ta, ta! que Aut. registra ya en Pero Mexía (med. S. XVI) y en el Quijote. La raíz última de estas creaciones primarias puede ser muy lejana: en latín se empleaba attatae como exclamación de extrañeza, con variante attȄt en Terencio, tat y tatae en Plauto, ęτταταƗ en griego, ƫāt en sánscrito, tat en lituano (Hofmann, Lateinische Umgangssprache, § 26). No quiere esto decir que la voz cast. descienda regularmente de la latina, y ésta de una indoeuropea, sino que la creación de estos vocablos se ha repetido docenas de veces, sin que por ello se olvidara del todo su modelo más antiguo, lo cual explica el gran parecido, y al mismo tiempo la falta de evolución fonética. Hay también cierta relación con to, interjección que en Ávila, Salamanca y Zamora denota extrañeza, en otras partes significa haber venido en conocimiento de algo, y comúnmente se emplea para llamar al perro.