ZAQUIZAMÍ, del ár. saqf samâȐ ‘enmaderamiento de un techo’, propiamente ‘techo de cielo’; la forma castellana se explica por la pronunciación vulgar samí; la pronunciación del conjunto en el árabe vulgar de España no está exactamente determinada, quizá saqef samí.

1.ª doc.: APal.

Quien explica: «lacunaria... son çaquiçamís que cubren las cámeras con fermosa techumbre», «laquearia... son çaquiçamís puestos en las techumbres de las cámeras entrelazadas con oro», «el carpinthero que de muchas tablas juntadas de vna parte y de otra faze la techumbre, assí que los çaquiçamís son sarcitecta» (232b, 235b, 433d). Nebr.: «çaquiçamí: laquear, lacus, lacunar; çaquiçami fazer: laqueo, lacuno»; «mil razimos colgados / todos de oro y esmaltados / en cada çaquiçamí» J. del Encina, ed. 1496, fº 65vºb. Que antiguamente se pronunciaba con çç sordas lo sabemos no sólo por APal., Nebr. y PAlc., sino también por Juan de Valdés, quien lo cita en una lista de arabismos (Diál. de la L., 40.19); darlo como ej. de arabismo era lugar común, repetido en el Quijote (II, lxxvii, 258). El sentido etimológico de artesonado o enmaderamiento de un techo lo tiene también, según Cej. IX, p. 450, en las Ordenanzas de Sevilla y en los dos textos siguientes, de h. 1600: «los artesones y zaquizamíes, dorados, con toda su dilatería, son de hermosísimo cedro» (Fr. D. de Vega), «en sus zaquizamíes y artesones dorados hace su habitación». La misma ac. se conserva en la Biblia judeoespañola de Ferrara (1553) en el derivado çaquiçaminado «entablado, entarimado o revestido de tablas» (BRAE IV, 116). Oudin: «ç.: le plancher d’une maison, plancher fait de lambrissure, galetas».

Autoridades ya sólo conoce el sentido secundario y moderno, explicable porque el desván se encuentra junto al techo: «el desván, sobrado o último quarto de la casa, que está comúnmente a teja vana; la casilla o quarto pequeño, que es desacomodada y poco limpia»; pero Terr. explica todavía «artesonado o techo labrado y adornado con variedad de embutidos, talla o molduras». La ac. moderna ya aparece según Cej. en Fr. J. de Pineda (h. 1580), en Quevedo («monje de zaquizamíes, / ermitaño de un desván») y en Lope: «¿no suele el sol más libre y licencioso / entrar por un resquicio / en un zaquizamí de teja vana?» (cita de Aut.); además, en un entremés anónimo del S. XVII: «L. Pues, ¿qué remedio? ¿Hay dónde me esconda? / G. ¡Ay, desdichada de mí! ¿Qué haré? / L. Señora, ¿hay algún sótano, algún zaquizamí?» (NBAE XVII, 58).

Ya explicaba bien la etimología el Padre Guadix, citado por Covarr.: «vale tanto como cielo texado, o texado con cielo; de çaqf, que vale texado, y çami, que significa cielo». La duda está sólo en la forma exacta de la combinación en hispanoárabe, pues PAlc., que traduce çaquiçamí por çaqf fi cemí (pl. çoçóf fa çamí), en su artículo techo de çaquiçamí da la forma árabe como çáqfçamí (pl. çuqufçemín). De acuerdo con lo primero interpretan Engelmann y Eguílaz saqf fī s-samâȐ, o sea con samâȐ ‘cielo’ precedido por el artículo al- (asimilado en s), literalmente ‘techo en el cielo’ (la presencia del artículo es inequívoca por la forma fa del plural < fas-). En cambio, Dozy (con la aprobación de Baist, RF IV, 377, y de Steiger, Contrib., p. 331; parece dudar en la p. 119) escribe en su Gloss. (p. 365): «dans le glossaire sur Edrisî (p. 319), où j’ai traité fort au long de ce mot, j’ai dit que PAlc. a fait une faute dans l’article cité par M. Engelmann, que son fi est de trop... C’est saqfi samî = saqf(u) samâȐ dans l’arabe littéral, ‘plancher plafonné’. Dans la langue vulgaire, quand il y avait annexion d’un complément, le nom qui sert d’antécédent se prononçait quelquefois avec le kesra; j’en ai cité plusieurs exemples». Por desgracia, la rara ed. del Idrisí no está a mi alcance en Chicago, y no puedo juzgar las pruebas que aduce Dozy. Que no conozca yo ningún caso semejante no prueba mucho, dada mi escasa erudición en la materia. Pero sí debo observar que Dozy no nos explica la desaparición de la f. En la pronunciación que él toma como base sería más natural que el cast. hubiese simplificado el grupo qf eliminando la q y no la f1. Baist admite que primero se pronunciaría *zacuizamí, pero es suposición gratuita; Steiger supone que saqfsamí simplificara el grupo triple eliminando la -f- intermedia, lo cual es posible, pero se contradice con la explicación de Dozy, que admite luego, y entonces nos quedamos sin explicar la -i- medial.

Puede ser que a pesar de todo tenga razón Dozy, ante cuya sabiduría en la materia debemos inclinarnos todos. Pero teniendo en cuenta el escrúpulo que causa la pérdida anómala de la -f-, se podría pensar que la pronunciación real hispanoárabe fuese saqef samí, con intercalación de una vocal en el grupo -qf. Que el árabe vulgar de España deshacía los grupos consonánticos finales mediante una vocal epentética es hecho conocidísimo, del que Steiger (pp. 88-91) cita una cuarentena de casos; por mi parte, agregué otros en BDC XXIV, 9-10 y aquí s. v. RINCÓN. Si consta que Ʌabl se convertía en Ʌábel, faȟȝ en ȟaȝ, etc., no puede extrañar que saqf pasase a sáqef. Verdad es que la forma que nos da PAlc. es çaqf (no sólo s. v. çaquiçamí, sino como vocablo aislado en su artículo techo), y también es verdad que entre los ejs. reunidos por Steiger no veo ninguno de -f final; pero si una combinación como Ƿahr causaba dificultad y se pronunciaba Ƿáhar, ¿cómo no había de causarla saqf? Es más, puede ser que la intercalación sólo se practicara en la combinación triconsonántica de saqf samâȐ, que ya constituía una locución estereotipada y de elementos soldados; así se explicaría que PAlc., como buen gramático, y teniendo más conciencia que el vulgo de la composición de saqef samí, igualara el primer elemento al aislado saqf ‘techo’, evitando la epéntesis vulgar. En español, *çaqueçamí se asimiló muy naturalmente en çaquiçamí, tanto más cuanto que todo el mundo sentía una especie de rima interna en el vocablo y un paralelismo de las dos parejas de sílabas consecutivas. Por lo que hace al cambio de en , se trata del conocido fenómeno vulgar de la imela, absolutamente general en el granadino del S. XV; cierto es que el vocablo ya aparece en el soriano APal. en el S. XV, y en los arabismos algo antiguos la imela suele permanecer en la etapa é, pero la posición final constituía al parecer una excepción, en que se adelantó la pronunciación -í, pues el mismo caso tenemos en albañí (hoy albañil) de bannâ, que ya está documentado en el cast. del S. XIII.

DERIV.

Zaquizaminado adj. (V. arriba).

1 Si no fuese por esta razón, también se podría pensar en saqf es-samí ‘techo del cielo (de la pieza)’.