ZAHAREÑO, en portugués sáfaro íd., se aplicó primitivamente en ambos idiomas a las aves bravas, que se domestican difícilmente: es probable que venga del ár. Ɋaȟ (Ɋáȟri en pronunciación vulgar), aplicado a las aves que crían en las peñas, derivado de Ɋáȟra ‘roca’.

1.ª doc.: 1385, López de Ayala.

«A los falcones primeros, que deximos que eran tomados tan tenpranos, llaman en Francia falcones presos sobre el pays, y en Castilla... llaman falcones çahareños o arávigos» (Libro de las Aves de Caça, cap. II, ed. 1869, p. 18; no encuentro el pasaje citado por Cej.). En la traducción (h. 1399) de la Confesión del Amante de Gower: «quando la rrasón es desviada e sola la voluntad govierna el coraçón, parece el falcón çahareño, que buela por ala, e por cosa non dexa de tomar la presa quando le viene» (p. 163) traduciendo «the faucon which that fleth ramage» (III, n. 2430)1. Covarr.: «çahareño, el páxaro esquivo y dificultoso de amansar, es término del arte de cetrería y arábigo, y dizen venir de la palabra çahara, que significa peñasco o breña, por averse criado estas aves en las hendeduras de los altos riscos, pero después de hechas son excelentes»; Aut.: «se aplica al páxaro bravo, que no se amansa o que con mucha dificultad se domestica» y cita ej. de una Cetrería de Ulloa; «de los halcones pollos, unos son tomados con el araña y red, a los quales llaman zahareños». Otro ej., de la Cetrería de Vallés (S. XVI), cita el DHist. s. v. arañero.

Pronto se hubo de ampliar el significado, extendiéndolo a las personas, como sinónimo o intensivo de arisco, huraño; así dice Nebr. «foraña cosa: casi fiera o çahareña», y en la Celestina se habla de las çahareñas razones e esquivas de Melibea (VI, ed. 1902, 70.22). Juan de Valdés cita una copla popular: «ha de ser tan a la mano, / tan blanda y tan halagüeña / la dama desde pequeña, / que sepa caçar temprano, / y si su tiempo loçano / cahareña lo despende, tírala dende» y comenta que es palabra ciertamente arábiga (Diál. de la L., 109.13). Es voz muy clásica: «aunque estéis más instable y zahareña, / de tal parte mi lástima deriva, / que ni volver podrá rigor ni pena / mi voluntad de vos un punto ajena» F. de Herrera (Rimas II, estr. 2); «penar por el amor de ciertas damas tan severas, denodadas y çahareñas» Laguna, Diosc. VI pref., p. 573, «con vista afable y lengua zahareña, / le atrae a un mismo tiempo y le desdeña» Balbuena (vii, v. 943; vv. 918, 1048), «andava enamorado de Torralva la pastora, que era una moça rolliza, zahareña, y tirava algo a hombruna» Quijote (I, xx, 78), «el alma la adora / y tanto más me enamora / cuando me mira zahareña» Tirso (Marta la Piadosa III, xi). Covarr.: «al hombre esquivo y recatado, que huye de la gente y se anda esquivando de todos, llamamos çahareño, por alusión al pájaro cuya calidad tenemos dicha»; Oudin: «desdaigneux, difficile, despit, hagard»; Aut.: «por extensión, que es como más freqüentemente se usa, vale desdeñoso, esquivo, intratable e irreducible» y cita ejs. de Ant. de Guevara y de Góngora. Todavía se emplea algunas veces en la lengua literaria, aunque ya no sea usual en el estilo oral. La calidad sorda de la ç- medieval está comprobada por la grafía de Guillén de Segovia (Tallgren, p. 82), además de Nebr. y Juan de Valdés; que la h era aspirada lo comprueba la medida de los versos citados del S. XVI.

Es evidente que este vocablo no se puede separar de su sinónimo portugués sáfaro (antiguamente çáfaro), que aparece aplicado a las aves en el Arte da Caça de Fernandes Ferreira (princ. S. XVII) gavião, falcão sáfaro «bravio, esquivo, difícil de amansar, que nunca se domestica bem»; después vale «áspero, rude, como he a gente do monte, desconfiado», abundantemente documentado no sólo en muchos autores del S. XVI adelantado, desde JoƟo de Barros (Moraes), sino ya en Gil Vicente (CortesƟo) (según Fig. valdría también «inculto, agreste, estéril»).

El más razonable es el étimo que ya indicó Covarr., entre otras razones porque Ɋáȟra ‘peña’ era palabra sumamente popular en el árabe de España, según nos muestran, además de muchos testimonios directos, los de la toponimia, con sus numerosos Zagra, Azagra, Zafra, Safra, Zahara (Libro de la Montería II, 336), etc.; ésta es también la opinión de Gonçalves Viana (Palestras Filológicas, p. 99) y Spitzer (Lexik. a. d. Kat., 97n.1, comparando cerril de cerro, y cimarrón de cima); Baist (RF IV, 365-6) la admite como posible. Me parece clara, teniendo en cuenta que el adjetivo derivado Ɋaȟ era corriente en el árabe hispánico aplicado a aves montesinas: «paloma que cría en las piedras: hamíma çaría» PAlc. (o sea Ʌamâma Ɋaȟrîya); según los principios de la acentuación hispanoárabe el acento del adjetivo Ɋaȟ podía trasladarse vulgarmente pronunciándose Ɋáȟri, lo cual explica directamente el port. sáfaro; la anaptixis de a entre h y r es hecho frecuentísimo, y más en los arabismos. En el S. XIV existía conciencia de la relación entre zahareño y el ár. Ɋáȟra ‘peña’, castellanizado en çahara, pues así se decía alguna vez: «la primera vez que le ovieres a tirar el capirote con que vino de Frandes, et le ovieres a descoser los ojos, si es tomado de çáhara...» (López de Ayala, o. c., cap. 8, p. 40). Equivalente romance de zahareño, y más precisamente en mi opinión catalán u occitano, será el falcón roqués que nos describe Ayala en términos casi iguales al zahareño: «otros falcones hay que han el plumaje como preto, et son llamados rroquezes, et son duros de fazer, pero danse a bien, et salen muy buenos altaneros» (cap. 2, p. 20). El cambio del sufijo de Ɋaȟ en zahareño no es únicamente una romanización de la terminación arábiga, sino seguramente inspirada en el falcón zorzaleño, menudo, bullicioso y dado a las palomas y presas fáciles (Ayala, p. 19), que así se oponía al zaliareño.

Las otras etimologías son mucho menos aceptables. Eguílaz pensaba en la misma raíz arábiga, pero partía (p. 520) de un raro adjetivo Ɋáȟir «locus petrosus», lo que no tiene ventaja alguna, pero se trata de un vocablo raro, sólo documentado en el Fairuzabadí, según Freytag, y desconocido del árabe de Occidente (falta Dozy, Beaussier, etc.); para el port. sáfaro (p. 488) partía de ša «silvestris», lo que es imposible desde todos los puntos de vista. La idea de Dozy (Gloss., 338) era en apariencia razonable: derivar del sustantivo sáfara ‘desierto’, documentado en portugués, y tomado del ár. ɊaȟȐ ‘el desierto’ (voz conocidísima, de donde por antonomasia el nombre del Sáhara). Pero apenas puede decirse que aquélla sea voz portuguesa, más bien transcripción ocasional de la palabra arábiga: nótese el tenor de los pasajes de JoƟo de Barros y de Mariz citados por Moraes «os alarves chamƟo Çahará a terra que he toda coberta de pedregulho miudo, em modo de grossa areia», «desertos de África, a que os africanos chamƟo Çahara». Por otra parte las aves de rapiña no abundarán en el desierto2, y así es preferible prescindir de esta idea, aceptada por Diez (Wb., 485), Tallgren (l. c.) y M-L. (REW 7517).

Aunque nada seguro, es posible que tenga el mismo origen que el port. sáfaro, el cat. safarós ‘asqueroso’ (Ag., ya en el Facet del S. XIV, Rom. XV, 223; çafarrosa, en el Llibre de les Dones, cap. 28 (A27va): «Ans és fort reprensible cosa en la donaqui, per peresa se té çafarosa e sutza»), suponiendo que esta ac. sea secundaria. Como se trata de uno de los pasajes prosificados, debe datar del tercer cuarto del S. XIV. Hoy zaforoso sigue vivo en el Alto Aragón, también en el sentido de ‘inmunda, emporcada (persona)’ (p. ej. en Bergua, Valle de Broto).

1 Ramage en francés antiguo es «qualificatif d’un oiseau de proie qui n’a été capturé qu’après avoir été longtemps à l’état sauvage... l’oiseau ramage était plus difficile à affaiter» (Tilander, glos. del Livre du Roi Modus).―

2 No sé en qué se funda Fig. para afirmar que el port. sáfara también vale ‘peñasco’, lo que apoyaría mi explicación, aunque no es apoyo necesario.