ZABRA, también azabra, del cat. atzaura, y éste del ár. Ȭraq ‘barca’, ‘barco pequeño’ voz de origen extranjero en este idioma.

1.ª doc.: h. 1270, Partidas.

Donde se lee «a éstos llaman galeas grandes, et otras hay menores a que dicen galeotas et taridas et saetías et zabras, et otros pequeños» (II, xxiv, ed. Acad. II, 264). También en la 1.ª Crón. Gral.: «mas un día acaesçió que estando los de las naves de los cristianos asesegados, que los moros llegaron en sus zabras» (756a32), grafía que se repite tres veces en esta página; también zaura (757a8, 21, 766a25), que es difícil decir si debe entenderse zavra o zaȬra. En el Poema de Alfonso XI, hablando del sitio de unas villas del Estrecho: «mandó que las aguardasen / con la frota, bien sin arte, / commo dentro non entrasen / sabras de ninguna parte» (2246d); en Díaz de Gámez: «aquella tarde troxeron el Adiafa muy honrosamente en muchas zabras guarnidas de paños de oro e seda, e con muchos atavales et otros estrumentos» (ed. Llaguno, p. 54). Seguía siendo usual en el Siglo de Oro, pues se menciona en varias relaciones de los hechos de la Armada Invencible, como trasporte de soldados, cuya capacidad variaba entre 660 toneladas (con 100 hombres y 19 bocas de fuego) y 166 toneladas (con la misma cantidad de hombres y sólo 13 bocas de fuego), vid. Jal, 1566a. Está también en historiadores de Indias (Fz. de Navarrete, Viajes por la Costa de Paria, ed. Espasa-Calpe, p. 224). Aut. define «especie de fragata pequeña, que se usa en los mares de Vizcaya», y cita ejs. de Nicolás Bravo (1604) y de Espinel (1616; Fcha). La variante azabra, según Eguílaz (315), se encuentra en el Fuero de Guipúzcoa y en el Dicc. Marítimo Español. En portugués era también usual, en el S. XV por lo menos, pues zavra figura muchas veces en la Crónica do Conde Dont Pedro de Eanes de Zurara: una vez se trata de zavras armadas por cristianos, otras veces de zavras de pescadores moros (Jal, 1567a, 93b); hoy se registra un port. zabra «pequena embarcaçƟo, espécie de bote na África Oriental».

En catalán ya leemos atzaura en el siglo XIII, en la Crónica de Jaime I: «vengueren xii galees e vi atzaures del rey de Túniç» (ed. Aguiló, p. 264), y azaura «tartane, barque sarrasine» aparece en la Vida de Sant Honorat del provenzal Raimon Feraut (princ. S. XIV); el modelo latino de ese texto (1240-1300) ya trae zaura como nombre de una nave de piratas sarracenos (BliZRPh. XXXII, 102). El origen árabe ya fué indicado por Eguílaz, Antoine Thomas (Rom. XLI, 58), Neuvonen (pp. 225-6) y yo mismo (BDC XXIV, 65-66). Era voz usual en el árabe de España, pues Ȭraq figura traducido «barca, navis», y con la glosa catalana zaura en R. Martí (S. XIII), y PAlc. escribe «zauráq: barca»; también era usual en el África medieval, pues el derivado zaȬraqî = lat. os naviculare figura en el glosario que puso Abenalhaxxá a la obra del gran anatómico Razí (Dozy, Suppl. I, 588b); por lo demás, hoy no figura en dicc. del habla popular africana (falta Dozy, Beaussier). Pero Ȭraq «navis parva, cymba» figura en el léxico del árabe clásico que recopiló el persa Fairuzabadí en el S. XIV, y el plural zawārîq se halla ya en el gran poeta persa de lengua arábiga Abulfaraɏ (S. X); por lo demás, asegura Freytag (II, 234) que es voz extranjera en árabe, y bien podemos creerle, pues lo revela así su misma estructura y la falta en árabe de una raíz adecuada. La aparición en autores persas sugiere que fuese voz de este idioma, y en efecto Ȭraq se emplea en persa con el sentido «a ship, boat, gondola, bark, yawl, skiff», pero si hemos de prestar crédito a Steingass sería de origen arábigo en persa. Me falta competencia para averiguar cuál de las dos cosas es cierta, pero es bastante seguro que en árabe hubo de tomarse de una lengua asiática (o a lo sumo del Oriente de África). En romance, el tratamiento del vocablo presenta singularidades chocantes, que ya llamaron la atención a Neuvonen: no son comprensibles ni el cambio de Ȭ en b, ni la pérdida del -q, ni el acento en desacuerdo con la acentuación vulgar (señalada por PAlc.), que es la que suele predominar en los arabismos romances. Esto y el carácter extranjero del vocablo en árabe podrían hacer sospechar que el iberorromance lo tomara de otro idioma que el árabe, que sólo podría ser el bereber, pues la inicial catalana atz- revela de todos modos inequívocamente una procedencia africana. Pero todas las extrañezas desaparecen si admitimos que en castellano y en portugués se tomó del catalán, según ocurre con tantos términos náuticos, y que el catalán lo tomó del árabe en fecha bastante antigua, antes del traslado del acento. La perdida del -q final (fonema muy posterior, casi gutural, y difícil de imitar por gente de habla romance) se da en otros arabismos catalanes (tabà, alambí: BDC XXIV, 42), y así nos explicamos la sustitución de la Ȭ por -b- en cast., según el modelo de tabla = cat. taula, libra = cat. lliura, labrar = cat. llaurar, etc.