YA, del lat. JAM íd.

1.ª doc.: 1001, Oelschl.; Cid.

Desde el principio es muy corriente el uso predominante así en cast. moderno como en latín. Con él no debe confundirse la interjección ya de vocativo, equivalente a ‘oh’, que es tan frecuente en el Cid, pero que también encontramos en el Roncesvalles (v. 24) y en el Poema del Abad de Montemayor (S. XIV, ed. M. P., p. xxvii), de suerte que es especialmente épica, pero que también aparece en el Corbacho (parte II, cap. 1), así como en el Apol., Alex. y Juan Ruiz (dirigiéndose a una mora, 1509, circunstancia quizá no casual); dejó alguna huella en el lenguaje oral hasta el S. XVI, aunque más que nada en el de los moriscos: sabido es que procede del ár. de igual valor (vid. M. P., Cid, 714-5). En cuanto al ya procedente de JAM, ha alcanzado varios desarrollos semánticos especiales. Modernamente se emplea, sobre todo repetida, para indicar en tono afectivo que estamos de acuerdo con las afirmaciones de nuestro interlocutor («Parece que le gusta mucho. ―¡Ya, ya!»); en Chile se llega más lejos y se emplea ya sencillo, sin matiz afectivo alguno, para indicar asentimiento, p. ej. cuando se da una orden («Tráigame la cena. ―Ya, señor»), aunque no es una verdadera partícula afirmativa, pues no puede emplearse en respuesta a una pregunta encaminada a averiguar algo; claro que no hay que pensar en un influjo del ja de los inmigrantes alemanes; más razonable sería pensar en el araucano ya, que se emplea con valor de partícula afirmativa, y que Lenz traduce por «¡bueno!» (Estudios Araucanos, p. 149), mas primero deberíamos averiguar si en araucano no es préstamo del español.

En combinación con otras palabras forma ya locuciones numerosas e importantes. Ya que ‘puesto que’ (= it. giacché, cat. ja que) es frecuente desde los clásicos (G. de Alfarache, Cl. C. III, 33.6; La Señora Cornelia, ed. Hz. Ureña, p. 161; La Ilustre Fregona, Cl. C., 318; Buscón, p. 264; Bello, Gram., 1936, § 1288); todavía pueden separarse los dos miembros («ya, Scintila, que quiso mi dicha... no dejaré de ponerme en vuestras manos» G. de Alfarache; comp. J. Ruiz 190b, c).

Quizá sea un antecedente de esta expresión el ya pues que empleado por el autor del Cid (v. 399). Por lo demás coexisten con éste otros valores semánticos: ‘aunque, si bien’ (La Señora Cornelia, ed. Ureña, p. 168; Rojas Z., La Viña de Nabot, v. 1170; Quevedo, Cl. C. IV, 62, 79),: y el temporal ‘cuando ya’, hoy bien vivo todavía entre andaluces («ya que se hubo bañado, dióse a conocer» Timoneda, Patrañuelo, Rivad. III, 147; Lazarillo, 2.ª parte, Rivad. III, 93; G. de Alfarache, Cl. C. V, 122.4 y otros; La Gitanilla, Cl. C., 93; Señora Cornelia, ed. Ureña, p. 166; Lope, El Cuerdo Loco, v. 1417; Buscón, Cl. C., p. 112). En lo antiguo era frecuente combinar ya con cuantitativos: ya quantos ‘algunos’, ya quando ‘alguna vez’, también ya como ‘un poco, algo’ («una vez que estaba ya como más en assossiego et en paz, díxole...» Conde Luc., ed. Hz. Ureña, p. 77). Modernamente: ya mismo ‘ahora mismo’ arg. (Draghi, Novenario, 84, 85; Rosa F. de Lestard, diario Los Andes, 3-VIII-1941); chil. ya parte para el día ‘poco antes de amanecer’ (Vicuña Cifuentes, Mitos y Supersticiones, p. 337). El uso alternativo ya... ya..., documentado desde Berceo (Duelo, 31), es de raíz latina: «jam mentum, jam cervix, jam manus, jam pedum candor intra auri gracile vinculum positus: Parium marmor extinxerat» Petronio cxxvi, 17. Cej. IV, § 25.

DERIV.

Jamás [Cid, nunca jamás, 2680; Berceo, S. Mill., 277, 293; Alex., 1096; Apol., 11a; J. Ruiz, 89b], aunque es tan antiguo, el tratamiento fonético de la J prueba que no es castizo, probablemente adaptación literaria del oc. ant. ja mais (quizá por el carácter lírico de esta expresión), nótese que hoy y en todas las épocas ha sido vocablo de tono literario1; de suyo no es palabra negativa, aunque de frases como no le veré jamás se ha podido llegar hasta jamás le veré, pero hasta hoy se dice por siempre jamás (o para s. j.), como ya en Berceo (Loores, 169) y J. Ruiz (1582d), y sobre todo en frases interrogativas («¿le has visto jamás?») o dubitativas («castígueme el cielo, si jamás he pensado engañarte»); Cej. IV, § 25; en Juan de Mena toma el sentido de ‘siempre’ (V. el índice del libro de M. R. Lida).

1 Aunque ha podido penetrar ocasionalmente hasta el vulgo, que en varios lugares dice en jamás de la vida, como en el Uruguay (F. Silva Valdés, La Prensa, 3-III-1940).