VELETA ‘banderilla que indica la dirección del viento o que fluctúa en lo alto de ciertos objetos’ es inseparable del it. veletta (hoy más bien vedetta, forma seguramente alterada por influjo de vedere ‘ver’) ‘lugar alto desde donde se atalaya’, en tierra, y ha designado también lo alto de un mástil (donde hay una veleta y suele ponerse un vigía); la etimología del vocablo no es segura, y no está bien averiguado si procede de España o de Italia; que venga de vela ‘tela de navegar’ parece posible pero no es seguro; probablemente del adj. árabe bel༱ƫa ‘movediza, traviesa, endiablada’, que se ha aplicado también a objetos de paño o trapos y deriva del verbo bállaƫ, empleado con usos náuticos (‘dar bordadas’) y otros, con el sentido fundamental de ‘menearse de un lado a otro’.

1.ª doc.: h. 1470 ‘banderola de la lanza’; ‘plumilla que los pescadores de caña ponen sobre el corcho para conocer cuándo pica el pez’ h. 1495; ‘banderilla de metal que indica la dirección del viento’, 1570.

Así en Mármol y otros (citas en Aut.), mientras que la «veleta de vara de pescador» figura en el dicc. de Nebr. con la equivalencia lat. tragula, y en PAlc. (1505) con la equivalencia hispanoarábiga cortíche (de origen mozárabe CORTICE o CORTICEA ‘objeto de corcho’). Más documentación puede verse en el trabajo de G. Colón.

No cuento con dejar aclarado este problema etimológico. Expondré las ideas sostenidas por los dos, o aun tres, grupos de contraopinantes, y llamaré la atención sobre otra, harto probable, que hasta ahora no se ha tenido en cuenta. Se creyó primero que el vocablo procedía en la Península Ibérica de vela, derivado de velar en el sentido de ‘atalayar, estar de centinela, atalayar’: así ya Diez (Wb. 339), seguido por Körting, M-Lübke (REW 9326), Gamillscheg y Bloch; una primera improbabilidad está en que un término que ya existe en el S. XV, y se supone náutico, sería más probable, de ser hispánico, que viniera del catalán (donde no ha existido nunca) o del portugués, donde sí existe en el sentido de ‘indicador del viento’ desde el S. XVI (citas en Bluteau y Moraes, 2.ª ed.), pero ahí VIGILARE es vigiar y no velar, contradicción que obligaría entonces a partir del castellano; pero el hecho es que el cast. veleta nunca ha significado ‘centinela’ (ni siquiera es seguro que vela haya tenido este sentido, quizá en el Alex. 1875, pero el contexto no es claro), y que -eta no es sufijo castizo en castellano; y mal puede el it. veletta ser un hispanismo ―o al menos voz básicamente castellana― estando doc. con frecuencia desde 1400.

Mejor se defiende la historia y etimología, que con algunas variantes, se basa en los datos de Fanfani y Tommaseo, y los datos y argumentos de Schuchardt (Litbl. XIV, 177) y Nobiling (ASNSL CXXVII, 376), a la cual me adherí con reservas en el DCEC (IV, 690a55-b8 y b15-691a20), y parece ser también la preferida por Angelo Prati1. En italiano la forma más antigua es veletta, documentada no sólo en varios textos del S. XV (Morgante, Pataffio) y del XVI (Maquiavelo, Ariosto, Varchi, A. Caro) y viva todavía en la actualidad, sino ya en la Istoria de Susanna e Daniello, h. el a. 1400 (Rom. XLII, 1913, 75); vedetta según Tommaseo no aparece antes de 1531 (Berni) y en el mismo siglo pasó al fr. vedette, pero que vedetta sea alteración de veletta causada por vedere es explicación convincente, y seguramente definitiva, en vista de tales hechos. A base de éste y de los demás hechos resumidos se formulaba la hipótesis de que veletta sería derivado náutico de vela (la de navegar), apoyándose en la ac. de veletta ‘papahigo, vela pequeña puesta junto al tope de los mástiles, sobre la gabia’, desde donde se pasaría (en frases como stare alla veletta) a ‘la gabia’ o ‘cualquier lugar alto donde se pone un vigía’ y en fin ‘vigía’.

De esta manera podía mirarse el italiano veletta como un deriv. diminutivo de vela aplicado a la ‘pequeña vela del papahigo’ y se admitía que el vocablo había pasado del italiano al castellano. Como la ac. ‘vela del papahigo’ no se documenta hasta el S. XIX (Tommaseo, Gherardini y Diz. di Marina), buscando pruebas del carácter náutico del vocablo alegaba yo: consta que la veletta fué desde el S. XVI la gabia u otro lugar alto de la nave («era Miseno alla veletta asceso» en Aníbal Caro o de otros parajes empleados para la vigía por gente de mar; «velette: guardie che si fanno nelle cime dei monti per scoprir da lontano in mare» en L’Armata Navale de Pantera, a. 1614); el vigía o veletta recibe también el nombre de parrocchettiere, derivado de parrocchetto «vela quadra che sta immediatamente al di sopra della vela di trinchetto», o sea más o menos lo que el pappafico, que era «la vela di sopra dellegabbie... prima fu una veletta triangolare» (Diz. di Mar.); nótese que el papahigo de mesana recibe hoy en italiano el nombre de belvedere, alusivo sin duda a la vigía que desde allí se practica, y que en veneciano la vela del papahigo se llama bandieruola (Boerio, s. v. papafigo), mientras que banderuola es ‘veleta que señala el viento’ en italiano; en las naves italianas y de todas partes, el mostravento o ‘veleta’ es una «banderuola situata in testa d’albero (Diz. di Mar., y cf. allí los artículos vedetta arriva y vedetta alle grue).

G. Colón aportó últimamente una importante contribución al problema, en ZRPh. LXXVIII, 1968, 92-94, sin duda oportuna y en parte atinada2. Con razón extraña el que un vocablo que en italiano, como ya subrayó Prati con mucho tino, en la ac. náutica no se documenta hasta 1880, que en portugués y en catalán (fuentes o trasmisores normales de los nauticismos castellanos) presenta poca o ninguna hondura, pasara desde Italia al castellano, tomando ahí tantas otras acs. nuevas, más arraigadas, y documentadas desde muy antiguo3. En consecuencia aunque Colón sigue admitiendo que veleta deriva de VELUM, -A, no cree en la procedencia italiana y se inclina por admitir que sea diminutivo de formación española.

Ahí me cuesta ya mucho más seguirle: el sufijo -eta apenas existía en Castilla en el S. XV, y desde luego era sólo en extranjerismos y mozarabismos (de esto sí he dado muchas pruebas en este libro). Claro que no cabe negar la posibilidad ya entonces, de una derivación de carácter más o menos excepcional. Pero hay que examinar más detenidamente algo que se me ocurrió después del DCEC (y que publiqué ya sumariamente en mi Breve Dicc. Et. Cast., en la ed. de 1973). El adjetivo ár. bāƫ, fem. bāƫa (pron. belet, beleta) es voz bien conocida y arraigada, con varios sentidos, más o menos afectivos o concretos: «effronté», «espiègle, lutin, enfant bruyant», «enfant vif, pétulant, démon», «enfant turbulent» (Egipto, según BoqȚor), «étourdi, espiègle, diablotin», vulgar en Siria y Egipto (Mohit, BoqȚor, Belot). Aunque no me consta que figure con tales acs. en el árabe clásico y teniendo en cuenta que en todo caso existe ya allí esta raíz en otros sentidos, con evidente conexión, en todo caso consta que esto existió ya en la Edad Media y en el árabe hispánico, pues nuestro RMa. registra la raíz bállaƫ en su artículo «inverecundus» y además da concretamente los derivados bāƫa ‘desvergüenza’, bālaƫî ‘desvergonzado’, tabállaƫ ‘desvergonzarse’ (egipcio tabâlaƫ «faire le diable, polissonner» BoqȚor). Pero es raíz ya antigua en el árabe de Oriente, documentada allí desde el S. IX (Ibn Dureid, ?auharí), vid. Lane 249.

Ahora bien, y puesto que en romance vele(t)ta ha sido cosa de marina, interesa de una manera especial ver que esta raíz tiene justamente empleo náutico en árabe. BoqȚor, Hélot, Humbert, Belot y Dozy (Suppl. I, 111b) están de acuerdo en que bállaƫ significa, desde Siria hasta Argelia, «louvoyer», «aller tantôt d’un côté et tantôt de l’autre pour profiter du vent»; y el excelente libro especializado de Solaymán y Charles, fundado en el habla de los marinos de la isla de Arwad en la costa de Siria, confirma que allí se emplea en el sentido de ‘hacer bordadas’ (junto con balƫa ‘bordada’)4. Que en este mismo sentido o en otro análogo se emplearía en España es lo que puede deducirse del hecho de que nuestro RMartí registre este verbo en su artículo via (¿o lo tomaría para ‘abrir o batir camino’?). Y aun con esto no agotamos los puntos de contacto semánticos con nuestras palabras romances, pues si acá se ha dicho de trapos (empleados como banderola, veleta, etc.) allá el argelino bāƫ es un ‘chal’ (con bāƫât en plural, forma que puede suponer otro singular bāƫa, femenino éste) y en particular «fauber» o sea un ‘trapo empleado para limpiar la cubierta de un barco’ o ‘para enfriar el cañón que ha disparado mucho’ y bāllâƫa «bouchoir de four» (Beaussier).

En conclusión hay base sobrada para sospechar que veleta como banderola de lanza o trapo revoloteante saliera de este adjetivo beléƫ, ƫa, para ‘movediza, traviesa, endiablada’, y que tanto en árabe como en romance, aplicándose el vocablo a la esfera marina, se aplicara luego a varios trapos o paños, y a maniobras náuticas que al fin constituyen una forma de revoloteo, o de moverse de un lado a otro en el mar o en el aire; en cast. explicaríamos así, de un golpe, las tres acs. del vocablo ‘banderola de lanza’, ‘banderilla que se agita al viento (indicando su dirección)’, y ‘plumilla cuyas agitaciones observa el pescador’. Además tendría esta etimología la ventaja de eximirnos de decidir si del italiano pasó al castellano o desde Castilla emigró a Italia, porque desde el árabe pudo pasar a la vez a una lengua y a la otra, por las vías de Andalucía5 y de Sicilia. Y nada más fácil que admitir que a partir del S. XVI las varias acs. tomadas en cada país se trasmitieran ulteriormente del uno al otro.

1 Indica éste lo infundado de los datos en que se basa la nota de Lingua Nostra, II, 1940, 56. Por mi parte ponía de relieve que la opinión de Migliorini de que vedetta viene de vedere, está contradicha por las fechas de la documentación y por no ser -etta un sufijo deverbal.―

2 De su trabajo ha querido luego deducir (en la Enciclopedia de Lingüística Hispánica II, 200) que es errónea la creencia de que el sufijo -ete, -eta, no tenga arraigo antiguo en castellano, pues esta etimología demostraría que ya en el S. XV sería productivo; deducción que no conviene sacar de un hecho aislado. Aun si no se demostrase que esta etimología es falsa o insegura, siempre sería peligroso atacar los principios averiguados por la lingüística, a base de normas y conjuntos, por medio de detalles que cree el filólogo haber averiguado, pues suele ocurrir entonces que lo incierto no es el principio, es la etimología, el hecho desperdigado.―

3 Schuchardt quería apoyar la antigüedad en Italia por medio del húngaro velence ‘veleta que señala la dirección del viento’. Con razón le objeta Colón que velence significa además ‘fustán, especie de tela’, y es probable que, pasando por Venecia (donde se halla valessio ‘fustán’), venga del nombre de la capital valenciana (que es sabido alcanzó bastante difusión internacional como designación de telas allí fabricadas), así que no parece ser una variante de veletta ni tener relación con el término náutico o militar, sino una mera aplicación especial del nombre de un trapo a una banderola indicadora del viento.―

4 Le explicaba Solaymán al P. Charles bednâ nballeƫƫ «il va nous falloir tirer les bords» cuando «le vent vient par devant, c’est à dire de l’avant du bateau», y namel balƫa «nous tirons des bords», «nous faisons un détour», Le parler arabe de la voile et de la vie maritime sur la côte libano-syrienne, pp. 200, 336.―

5 Para evitar posibles desorientaciones conviene, sin embargo, advertir que el nombre de La Beleta cordillera culminante de Sierra Nevada (que erradamente se suele escribir con V-) nada tiene que ver con nuestro vocablo, pues es pronunciación arabizada de un mozárabe Pelata ‘sierra pelada’, con imela de la á y sustitución de la p, ajena al árabe. En Cuba tomó veleta la ac. ‘pieza de hierro en forma de saeta que se coloca en disposición giratoria en los cambiagujas de los ferrocarriles, para indicar de lejos si están abiertos o no’ (Ca., 76).