TRUFA, ‘criadilla de tierra’, ‘patraña, chanza’, del oc. ant. trufa, y éste del lat. vg. TȢFĔRA, variante dialectal itálica del lat. TȢBER ‘especie de criadilla de tierra’.

1.ª doc.: 2.ª ac., S. XV (y ya en el XIII, a juzgar por los derivados); 1.ª ac., 1766.

En el sentido propio, el vocablo se introdujo tardíamente, pues falta todavía en Aut. y en Oudin; sólo Terreros nos advierte: «trufa llaman en Castilla la Vieja a las criadillas de tierra, y la misma voz usa la relación de jéneros comestibles ultramarinos hecha en Madrid, año de 1766». La Acad. no la admitía aún en 1817, sí en 1843, con la localización vaga «en algunos pueblos de Castilla», acaso inspirada por Terr. No sé qué crédito podemos prestarle (Terr. era vizcaíno y no castellano); lo que ya es más preciso es la cita de la relación de ultramarinos de 1766.

Se trata de un galicismo culinario. De todos modos, los nombres tradicionales son otros, turma y criadilla de tierra. En francés mismo el vocablo (que no aparece hasta fin S. XIV) es préstamo del occitano, según Bloch, y según todas las apariencias, pues el oc. ant. trufa está documentado repetidamente en su sentido propio en trovadores desde h. el a. 1200 (Peire Cardenal, etc.), y por la misma época en su sentido figurado ‘necedad’, ‘hablilla’, ‘chanza’ (derivados como trufardia ya en algún trovador del S. XII). No veo razón alguna para dudar de la opinión tradicional que identifica los dos vocablos: trufa ‘friolera, tontería’ es una aplicación figurada, muy natural para el nombre de un pequeño tubérculo desenterrado por perros y pastores, que los nobles habían de mirar con desprecio, o a lo sumo con indulgente sonrisa cuando se dignaron enterarse del empleo gastronómico que de él hizo la gente de cocina por entonces (o quizá sólo más tarde). La misma metáfora se repite con nombres que designan vegetales idénticos o semejantes, en otros idiomas, como chufa y cotufa en cast. Si Rohlfs afirma que el verbo trufar es creación onomatopéyica independiente de TUFERA (ASNSL CXLIV, 108-9) es, sin duda en gran parte, con el objeto de apoyar mejor su etimología onomatopéyica del fr. tromper (que por lo demás ha encontrado poca aceptación); el caso de beffare o buffare, en que apoya su idea, es muy distinto, pues ahí tenemos el elemento expresivo esencial bu-, b- (y los demás paralelos se basan en etimologías más o menos improbables); a lo sumo podremos conceder a Spitzer (ZRPh. XLIII, 696-700) que el carácter expresivo de la -f- contribuyera a apoyar la ac. figurada, o bien atenernos a la opinión común de que se trata de una aplicación metafórica pura y simple (aceptada aun por Sainéan, Sources Indig. I, 136).

El cast. trufa, en su aplicación figurada, es mucho más antiguo que en la propia, pero es un hecho sumamente corriente que los préstamos lingüísticos se contraigan a las acs. secundarias del vocablo; que trufa en este sentido se tomó de la lengua de Oc lo indica también la falta de aspiración de la -f-. En este sentido Aut. documenta trufa desde la Crónica de Juan II, pero sin duda es muy anterior, pues sus derivados aparecen desde Berceo, quien emplea trufador ‘truhán, burlador’ (Duelo, 167; Mil., 676) y trufería ‘burla, bribonada’ (Duelo, 191); Cej. agrega ejs. de aquél en el S. XV1.

La etimología del oc. trufa (> cat. trufa ‘broma’, Eiximenis, N. Cl. VI, 45, 50; Curial, N. Cl. II, 127, etc.) y del compuesto italiano tartufo(lo) TERRAE T.) es bien conocida desde el libro de Ernout (Les Éléments dialectaux du Vocab. Latin, p. 240) y el REW (8966): se trata del lat. vg. TȢFĔRA, traducido por el gr. Ǫƌνα ‘criadilla de tierra’ en varias glosas (CGL III, 566.43, 591.63, 613.23, 625.35), cuya -F- se explica por un dialectalismo itálico. En forma más arcaica se ha conservado túfera en ciertas hablas aragonesas (Peralta, Borao) y tufero en languedociano. El mismo origen tendrá el bereber turfás o tirfás citado por Simonet (p. lxxviii, n. 2)2. Finalmente existió otra variante *TŬFĔRA (o bien *TĶFĔRA o *T֖FRA), conservada por el cat. ant. tòfera (documentado indirectamente en la traducción castellana del Libro de Guisados de Ruperto de Nola, 1525, ed. 1929, p. 151), más tarde tòfena3 (escrito tòfana de la terra = lat. tuber, por el Nebrija catalán de 1560, fº 161, b) (con el mismo cambio que jàssera > jàssena, tàpera > tàpena, langued. tufeno, y probablemente oc. talveno < célt. TALVERA), y finalmente hoy asimilado en tòfona; más pormenores en mi nota de BDC XIX, 37-38. La relación entre TȢBER y los dialectales TȢFERA y T֖FERA podría mirarse como paralela a la existente en latín entre RUBER y los también dialectales RȢFUS y RĶBUS, o sea que la Ķ se debería al vocalismo osco-umbro y entonces habría que considerar TȢFERA como un compromiso entre aquella forma osco-umbra y el lat. TȢBER. Pero hoy más bien me inclino a creer que se trate de una abreviación de Ȣ en Ŭ en virtud de una tendencia latina (V. mi artículo de NRFH acerca del libro de Rohlfs).

DERIV.

Trufar [Oudin; Acad. S. XIX], antiguo en oc. y cat. (Eiximenis, N. Cl. VI, 96), y quizá también en cast., a juzgar por trufador [Berceo, V. arriba]. Trufería (arriba). Trufaldín [Aut.], del it. truffaldino íd., a su vez de raíz occitana. De la forma puramente latina tuber derivan los siguientes, por vía culta: tubérculo [Acad. S. XIX], de tubĕrcŭlum íd.; tuberculoso; tuberculosis; tuberculina; tuberculización. Tuberoso; tuberosa; tuberosidad. Protuberancia [Acad. S. XIX], derivado culto de protuberare ‘ser prominente’.

1 Las supuestas variantes truhador y truhería son meramente supuestas por Cej. al objeto de relacionar etimológicamente con truhán. Es probable de todos modos que estas pronunciaciones existieran, pues al influjo de truhador se deberá la -h- secundaria de truhán. Pero hubieron de ser minoritarias, puesto que lo único que se trasmitió al S. XVI (Pero Mejía) y a la lexicografía moderna, desde Oudin hasta Aut., es la forma trufa con -f-.―

2 La explicación del mozár. ƫurlâfa «fabula» (R. Martí), que el propio Simonet identifica con nuestro vocablo, es ya más dudosa.―

3 Con un cambio de terminación diferente existe otra variante tòfola, que he oído en Oix y en Sant Joan de les Abadesses.