TORA, hierba ~: con este nombre se han conocido en España dos plantas muy diferentes, el acónito en el Este y en el Sur, y la orobanca en el Centro y el Oeste; el nombre de aquél procede del lat. tardío PHTH֊RA, tomado del gr. ưȎορά ‘destrucción’, por los efectos mortales de esta planta; el de la orobanca se relaciona con el nombre del toro, por la creencia de que esta planta tiene efectos afrodisíacos sobre la vaca: y aunque es posible que esta creencia se funde en el nombre y que en definitiva éste tenga el mismo origen que el de la otra planta, faltan averiguaciones sobre este punto.

1.ª doc.: 1555, Laguna.

Como nombre de la Orobanche speciosa DC. está yerba tora en Laguna, en Fragoso (1601) y en varios autores modernos, según Colmeiro (IV, 277); también lo dan otros como nombre de otras especies de Orobanche. Falta en los dicc. hasta fecha muy moderna; en la Acad. está ya en 1925, no 1884. Los lingüistas confunden esta planta y su nombre con el del acónito y plantas semejantes: así Simonet, s. v. thuéra; M. P., Oríg., 153; Steiger, VRom. II, 302-3; Asín, Glos. n.º 373, 566, 666.

En realidad se trata de dos géneros de plantas absolutamente diversas por sus características botánicas (coroliflora aquélla, talamiflora ésta) y por sus propiedades, y los nombres pertenecen también a zonas distintas y presentan diferente detalles fonéticos. El nombre del acónito es conocido desde muy antiguo, pues en la forma ƫuwâra (que debe entenderse igual a tuera o tuara) está ya en el cordobés Abenɏólɏol (982) y en el malagueño Abenalbéitar (S. XIII) y se conserva en esta forma diptongada en el árabe africano, según nos informa Bocthor, que suele reflejar el uso egipcio; de todos modos allí es palabra tomada del mozárabe español; la variante sin diptongo ƫûra se encuentra en el anónimo sevillano de h. 1100 (Asín, l. c.). Por otra parte, tòra (o menos comúnmente herba tòra) es el nombre catalán de esta planta (Colmeiro I, 86), en todas partes donde se habla el idioma, y ya en el S. XIII (Serverí de Girona, ARom. XXIII, 19-20). Es de creer que esta denominación se extienda a algún punto del Alto Aragón, aunque de ello no tengo otra prueba que el nombre de las Peñas de la Tuara, junto a Sahún, en el valle de Venasque (V. el mapa Schrader); Font de la Tuara entre Vallabriga y les Viles de Turbó, o sea ya en dominio cat. pero en la propia frontera lingüística, creo tiene el mismo origen.

Desde luego en esta ac. se extiende a casi todo el Sur de Francia, desde el Bearne (tore, Palay) y los valles gascones (toro, Rohlfs), hasta el Tarn (íd. Couzinié), el Gard (íd. Sauvages), la Provenza (touero, Mistral) y los Alpes de la Haute-Ubaye (touàra, Arnaud-Morin); en el Rouergue la touóro sería la Escrofularia perruna (Vayssier), planta ya muy alejada del acónito. Al Sur de Francia se referirá el b. lat. thora de un doc. de 1330 (Du C.), mencionado como ponzoña activa; esta forma ha quedado en el latín farmacéutico. Sabido es, en efecto, que el acónito es un veneno violento, y de este modo se explica, como indicó Rohlfs (ZRPh. LVI, 387-9), que su nombre pasara a aplicarse en Provenza a la oruga, que según las ideas populares es venenosa: con este valor se encuentra thora ya en Peyre de Paternas que escribía en el Comtat en 1349 (Rom. LXVII, 229). Está claro que el étimo, ya indicado por Golio (1653) y tradicional entre los botánicos, es el gr. ưȎορά ‘destrucción, corrupción, muerte’, latinizado en PHTH֊RAl>, y con la diptongación regular de la ֊ en provenzal y en mozárabe; este fenómeno prueba claramente que no se trata de TAURUStoro’ al cual erróneamente atribuye M-L. (REW 8602) el cat. tora pudenta. En Cataluña el nombre de tora se da también al Aconitum Anthora, antídoto contra el acónito, llamado primitivamente ANTIPHTHORA, de donde procederá el mozár. Ȑantula nombre de esta planta en Abenalbéitar, y de la Curcuma Zedoaria Roxb. en el anónimo sevillano de h. 1100 (Asín, p. 17) (el Aconitum Anthora se llamó Anthora Zedoaria en la antigua nomenclatura: Rolland, Flore Pop. I, 96). Hasta aquí permanecemos dentro de un grupo de plantas afín al acónito. Por otra parte la tore bearnesa o acónito es amarga (Palay), hasta el punto de que ‘amargo, -a’ puede decirse tore, -o, en esta habla occitana; no es, pues, extraño que tuera se aplicara en Murcia (G. Soriano) a la coloquíntida, de fruto sumamente amargo; y quizá ya se refiera a esta planta el anónimo sevillano (nº 666) al informarnos de que algunos pretenden que la yérba-ƫûra es la brionia o nueza blanca, que es cucurbitácea como la coloquíntida; por lo demás también puede haber relación directa con el ưȎóριος οƸνος o vino abortivo que se plantaba junto a ciertas cucurbitáceas, como quiere Steiger.

Pero es más extraño que el mismo nombre se aplicara en Castilla a la orobanca, planta tan diferente del acónito, con el cual nadie lo confundirá, puesto que es planta parásita que se cría sobre otras, especialmente leguminosas, y en particular los yeros, el cáñamo, que acaba destruyendo en masa. Ahora bien, como nombre de la orobanca el vocablo tiene características fonéticas diferentes: no sólo la ó castellana de hierba tora corresponde mal a una ֊, sino que en otros romances el vocalismo de este nombre corresponde inequívocamente al diptongo latino AU: port. ervatoiro (Fig.) o herva-toura (documentado por lo menos desde Vigier, 1718), gall. herba toura (Carré), oc. herbo de taurèu (Mistral), o sea claramente ‘hierba de toro’. En efecto esta denominación aparece en forma equivalente en varios idiomas: herbe au taureau en 1784 en fr., erbo du boueû en la Saboya, érbo de braou en Aviñón, yerba vaca en Amato Lusitano (1553), erba tora o erva vacca en dialectos italianos, stierkraut en alemán (Rolland, Flore VIII, 164). La explicación nos la da esta misma obra: «c’est un aphrodisiaque pour la vache; aussitôt qu’elle en a mangé, elle va au taureau», y a lo mismo parece aludir el nombre de herbe à la chasse usual en el Orne, pues según Rolland se dice que está en chasse la vaca en celo.

Está claro, pues, que hay una relación entre TAURUS y el nombre de la orobanca, y esto invita a separar etimológicamente la hierba tora u orobanca castellana de la tora o acónito del catalán, el mozárabe y la lengua de Oc. Sin embargo, esto último no podrá darlo por bien seguro quien se acuerde de los casos numerosísimos de nombres botánicos que han determinado, por una falsa etimología, la formación de una leyenda medicinal o análoga; como tantos que Bertoldi ha señalado repetidamente. Así como el nombre tora del acónito pasó a otras plantas que hemos visto arriba ¿no pudo pasar a la orobanca? Y como el nombre catalán y científico del acónito se confundía con el nombre del toro en varios romances, no era difícil que por traducción se dijera también erbo del braou, o yerba vaca o stierkraut.

Mas ¿por qué se habría aplicado el nombre del acónito a una planta tan diferente? Quizá también tenga ésta gusto amargo o acre. O más bien porque este parásito es tan mortal para las plantas a que se adhiere como el acónito para los animales, a lo cual aluden claramente denominaciones francesas como herbe à la mort, tête de mort, ingl, strangle-weed, alem. ervenwürger (Rolland); así el nombre grecolatino PHTHORAdestrucción’ se le pudo aplicar directamente. ¿O será que ciertas orobancas sean también venenosas, o que crezcan sobre el acónito? Esto parece sugerir el pasaje de Abenalbéitar que Steiger cita parcialmente: «j’ai appris..., que dans les environs de Saragosse poussaient deux plantes qui, à première vue, semblaient n’en faire qu’une et sortir d’une seule racine... l’une est appelée touâra, et c’est un poison mortel et très prompt», donde, sin embargo, parece referirse a la orobanca. Quizá se refiera también a la misma el anónimo sevillano (n.º 666) cuando dice que la yérba-ƫûra es lo que se llama en árabe ušba? al-Ǥûȝra, nombre que por desgracia falta en Dozy, Suppl., y en otras fuentes, y que Asín traduce por ‘hierba de la raíz’1, lo cual podría aludir a la raíz con que la orobanca chupa la savia de sus víctimas. Sólo un botánico podrá resolver el problema, y a condición de que pueda manejar las fuentes árabes.

1 Otra palabra del mismo radical significa en efecto ‘raíz’, aunque Ǥûȝra en Dozy sólo figura en el sentido de ‘viga’. ¿Quién tiene razón?