TECLA, origen incierto; teniendo en cuenta que al principio significó ‘teclado’ y otras veces parece haber designado el clavicordio mismo, quizá se tomó del hispanoárabe têqra ‘caja de boj o de madera’.
1.ª doc.: 1529.
Son notables las expresiones «tañedor de tecla», «músico de tecla», «instrumentos de tecla», «obras para tecla»; pues lo que se dice es «tañedor de bihuela» (doc. de 1553, p. 81) o «músico de bihuela» (íd., íd.) y no *tañedor de traste (a pesar de que los trastes de la vihuela vienen a ser como las teclas para el clavicordio o el piano), y lo que se dice es «tañedor» o «músico de órgano» y no p. ej. *tañedor de registro. Sugiere esto que tecla tenía antiguamente un sentido diferente del actual. En efecto, Oudin (1607; igual en la ed. de 1616) nos explica «tecla: clavier d’espinette et de manicordion», o sea ‘teclado’, y agrega «il se prend aussi poux l’espinette mesme». Sin duda, si éste fué el sentido primitivo de tecla, pronto evolucionó hacia el actual, y la definición de Covarr. puede indicar en qué forma se hizo el cambio: «llamamos teclas al juego del monacordio o del órgano, por estar en forma de tejuelas, y assí se dixeron teclas, quasi tegulas». Es decir, la pluralidad de tejuelos que componían el teclado (= la tecla) hizo que se pasara a decir las teclas en plural, pero todavía Covarrubias toma el vocablo como un colectivo. Sin embargo, claro está que esto conducía a emplear luego tecla como denominación de cada uno de los tejuelos6, y así se hizo pronto.
En el citado libro de Venegas de Henestrosa (1557) ya coexisten los dos usos, no sin ambigüedad, pues es claro que se refiere al teclado cuando da instrucciones «para subir y descendir por la tecla» (p. 158) y cuando explica a continuación: «ha de començar a poner las manos en la tecla, subiendo y descendiendo en esta manera: con la mano derecha, ha de començar con el pulgar...». Pero a medida que alelanta en el pormenor de sus explicaciones, quizá abandonando el tono solemne de la entrada en materia, y con él este lenguaje arcaico, heredado de sus maestros, se pone a expresarse como ya hacían los de su generación y emplea teclas en plural y en el sentido moderno: «tocar la tecla que está adelante del pulgar», «tocando en la tecla que quisiere con el dedo más largo» (p. 159), «templadas las teclas blancas quedan templadas las negras, salvo la tercera tecla negra...» (p. 161); la ambigüedad no desapareció hasta inventarse el neologismo teclado, que no se encuentra hasta Quevedo. A este nuevo estado de cosas corresponden los testimonios literarios («si Justina no entonara los fuelles, maldita la tecla habría que sonara bien», Pícara Justina, a. 1605), y pronto empiezan a salir acs. figuradas que presuponen lo mismo: «tocado habéis una tecla que no hace consonancia con otra de Goropio Becano» Juan de Pineda (1581), «holguéme de oírle y que hubiese tocado en aquella tecla» G. de Alfarache, «mirá en qué tecla toca» Rinconete y Cortadillo, «Usted se tenga, / que no es paso de entremés. / ―Ha tocado linda tecla: / entremés es una salsa / para comer la comida» Quiñones de B. (NBAE XVIII, 816a), y otros que pueden verse en Cej. IX, 270-1, Fcha. y Aut.
Antes de pasar a la etimología conviene advertir que tecla no es voz de uso menos general en catalán (donde se pronuncia t༱kklཙ), aunque no tengo datos sobre la antigüedad en este idioma, pero suena castiza y no tiene concurrentes7; y es también de uso normal en portugués, donde tocar esta tecla en el sentido de ‘hablar de este asunto’ se encuentra ya en la Monarchia Lusitana (1597): es verdad que en este idioma no parece ser voz muy antigua o muy popularizada, a juzgar por la conservación del grupo -cl-, pero tampoco ahí tiene concurrente. En cambio nada se encuentra parecido fuera de la Península Ibérica (a no ser en sardo, donde es manifiesto hispanismo); ‘tecla’ se dice touche en francés, toco o tusto en lengua de Oc, tasto en italiano, taste en alemán, key en inglés, kláviš(a)8 en ruso; ‘teclado’ es clavier en francés, keyboard en inglés, etc.
El problema etimológico es muy oscuro y está casi totalmente por estudiar. No será posible llegar a conclusiones definitivas hasta que los musicólogos examinen la historia semántica del vocablo y confirmen o desmientan la conclusión provisional a que he llegado arriba: que tecla significó primero ‘teclado’ y aun quizá el clavicordio mismo (como afirma Oudin, y puede entenderse en algunas de las frases documentales citadas). Partiendo de este supuesto tendríamos una excelente etimología en el hispanoárabe têqra, que PAlc. traduce «buxeta», o sea ‘caja de boj o de madera’; de ahí se pasaba fácilmente a designar el instrumento, encerrado en una especie de caja de madera, y más precisamente el teclado, que también está en una caja, más pequeña. Que este vocablo pasó al iberorromance lo comprueba el port. ant. tecla en el sentido de «armadilha para caçar aves» («armar pedra ou vara, ou tecla ou laço») que Moraes, con cierta extrañeza, encontró en un doc. de h. 1475. El cambio de r en l está en regla en los arabismos (BDC XXIV, 75-76), y tras consonante puede ser también una ultracorrección meramente romance.
Pero ¿cómo se explicaría que un vocablo así procediese del árabe? Es sabido el grandísimo papel desempeñado por los moriscos y los moros hispanos en el desarrollo de la música peninsular, y además los arabismos pululaban en el habla de los cristianos de Andalucía, región que con las tierras catalanas constituye uno de los hogares de la música española en esta época: uno de los primeros teóricos musicales del tiempo, Fr. Juan Bermudo, era natural de Écija9, e imprimió en Osuna y en Granada sus tratados famosos publicados en 1549, 1550 y 1555 (Cej., Hist. de la Lit. II, 205); otros lo serían también, aunque los documentos no nos digan dónde nacieron. Y aquí viene a propósito el dato que nos trasmite Fz. de Oviedo en su Libro de la Cámara Real (1546), hablando del Príncipe D. Juan: «en su cámara havía un claviórgano que fué el primero que en España se vido, y lo hizo un gran maestro moro de Çaragoça, de Aragón, llamado Moferrez, que yo conocí» (Anglès, La M. en la C. de los R. Cat., p. 75, n. 3): aunque el dato vale sólo para el Reino de Castilla y no para «España» (según hemos visto arriba), tiene importancia, pues muestra que en Zaragoza había una tradición morisca de fabricación de instrumentos de tecla; ¿qué más natural sino que estos maestros llamaran familiarmente têqras las cajas de sus instrumentos, y que este vocablo se trasmitiera al vulgo cristiano?
Esto explicaría también el que se reservara este nombre morisco para los instrumentos de música profana, y se rechazara para el antiguo instrumento religioso, el órgano. La voz têqra no es primitivamente árabe, pues no se explica por las raíces de este idioma, y más antiguamente designó otra clase de recipiente: R. Martí da «táqra: vas», hoy tégra o tágra vale ‘cazuela’ en Marruecos (Lerchundi), tâgra ‘plato grande de madera procedente del Sudán’ y tâkra ‘escudilla de madera’ en Argelia (Beaussier), bereb. tägra ‘escudilla, gamella plana’, θaǤra ‘plato’ (Simonet, p. 525; Schuchardt, Roman. Lehnw. im Berb., 57), de los cuales ya anteriormente había salido el cast. arcaico y port. tágara ‘especie de vasija litúrgica’ «ganavi... unum frontalem, et cucumam argenteam... et tagaram auream», doc. de León de 1073, Festschrift Jud, 643, y Esp. Sagr. XXXVI, p. lxi), port. ant. tagra ‘medida de vino’. Si se tomó del gr. τάƔƓνον ‘cazuela’, por conducto del arameo (como asegura Schuchardt), o si procedió de la raíz bereber gru ‘recoger’ (como prefiere Steiger, RLiR V, 272-3; Festschrift Jud, 653, n. 78), no me incumbe decidirlo, pero al fin importa poco, pues de todos modos es seguro que nos llegó desde África10.
Las demás etimologías que se han propuesto parten del sentido moderno de tecla = fr. touche, que ya es un punto flaco, y tienen otros; sin embargo, las dos primeras podrían en rigor defenderse. La de Covarr. y Diez (Wb., 8618), ya puesta en duda por M-L. (REW 8618), de que tecla sea alteración semiculta de tēgŭla ‘teja’, sin duda por comparación de las teclas de un teclado con las hileras de tejas de la cubierta de una casa, no explica bien la -c-: habría que admitir de todos modos que al popularizarse el vocablo se alteró por confusión con el hispanoárabe têqra. Imaginó Spitzer (Litbl. XLVIII, 130; MLN LIX, 225) que tecla fuese voz onomatopéyica con el sentido primitivo de ‘golpe’, para lo cual comparaba con un oc. ant. tecola, que está dos veces en texto de Arles (h. 1379), como medida de distancia (trach de tecola o bien tecola solo), y que se ha supuesto sea lo mismo que el bearn. tècou «boule de bois pour le jeu de quilles»; un oc. mod. (inseguro) teco «coup, blessure» (Mistral, que sólo se refiere a tècho en este sentido), y otras voces cuyo origen onomatopéyico es todavía más incierto y más dudosa la relación que puedan tener con tecla (p. ej. el cat. tec ‘convite’, y teca ‘comida’); lo único que produce alguna impresión es el oc. mod. tècle, tucle, tèc «myope, interdit, ébahi, stupide» (más bien expresivo, en todo caso, que onomatopéyico): ahora bien, tecle tiene un sentido semejante en Chile, pero con el matiz especial de ‘viejo temblón y caduco’ y teclear es ‘estar moribundo’ en Chile, Río de la Plata y Colombia (Román y Malaret), pero es de notar que teclearle a uno los dientes es ‘temblar, tiritar’, donde vemos claramente el uso metafórico, la comparación pintoresca del repiqueteo de los dientes con el tecleo del piano: de ahí luego tecle ‘viejo temblón’ y posteriormente ‘decrépito, aniñado, idiotizado’ como en el Sur de Francia; esto parece indicar por lo tanto que tecla se empleó también en lengua de Oc, quizá por préstamo hispánico11. No tienen la menor fuerza los escrúpulos posteriores de Spitzer (MLN LXXIV, 131) contra la etimología morisca de tecla (prescinde del hecho fundamental de que tecla es ‘teclado’ en la mayor parte de los textos del S. XVI); lo más probable es que el oc. mod. tèc(le), tuc, ‘estúpido’, nada tenga que ver con el cast. tecla.
No se relacionan con tecla el napol. tecchia ‘risco’, ‘muesca, pedazo, astilla’ y b. lat. longobardo teclatura ‘marca que rehace a un árbol’, estudiados por Aebischer (ZRPh. LXIV, 388-91) y derivados del lat. TITULARE.
DERIV.
Teclado [Aut.; Quevedo, Cej.]. Teclear [Quevedo]; tecleado [íd., Fcha.]; tecleo. Tecle ‘especie de aparejo con un solo motón’, mar. [Acad. ya 1925, no 1884], ‘doble polea para subir pesos disminuyendo el trabajo’ (según una ficha anónima que tengo de la Arg. o Chile), no tiene que ver con tecla, pues está tomado del ingl. tackle íd.
1 Higini Anglès, La Música en la Corte de Carlos V, p. 94.― ↩
2 Anglès, La Música en la Corte de los Reyes Católicos, p. 72.― ↩
3 Hay alguna excepción: en doc. de 1552 encontramos a «Antonio de Cabeçón, músico, tañedor de tecla», como sinónimo de organista, y a Francisco de Soto, «músico de cámara», sinónimo de clavicembalista: Anglès, Carlos V, pp. 72-73. Pero no es menos cierto que casi siempre se emplean otros términos para ‘tocador de órgano’: «Cipriano de Soto, organista» (1552, p. 81), «tañedor de órganos» (1539, p. 61), «organista» (1548, p. 109), etc.― ↩
4 Datos biográficos en Anglès, o. c., pp. 126-7, y passim.― ↩
5 M. Santiago Kastner, Música Hispánica, Lisboa, 1936, pp. 53-54.― ↩
6 No sé cuál sería el nombre antiguo de éstos. Percivale (1591) traduce key por clavija; pero ¿no incurriría en confusión? De algún pasaje del libro de Henestrosa se podría deducir que con este valor se empleó cifra (que propiamente significaba otra cosa): «ha de tener quedos los dedos en las dichas cifras» (p. 159). Dejemos este punto a los entendidos.― ↩
7 No tiene interés etimológico la variante tegla empleada por algunos mallorquines (BDLC X, 456); el idioma vacila modernamente en todos los vocablos entre -gl- y -cl-, y así como en Barcelona se oye vulgarmente ࿉༱kklཙ por regla, en lugares rurales hacen lo contrario.― ↩
8 Si es adaptación del lat. clavis es algo extraña la š, y la -a de la variante kláviša. ¿Acaso préstamo de clavixa del castellano del S. XVI, época de esplendor de esta música en España?― ↩
9 Anglès, Catálogo de la Exposición Hist. de la Mús. Esp., p. 65.― ↩
10 Que venga de un lat. *THECULA, diminutivo de THECA ‘estuche’, como quisiera Simonet, es poco verosímil por tratarse de una base hipotética; aun así habría debido pasar por el árabe asiático o africano, de otro modo no se explicaría la evolución fonética. De τƲƔανον, variante de τάƔƓνον, procede el lat. tardío tegula ‘cazuela’, de donde se tomaron los it. teglia, tegghia, y la familia germánica del alem. tiegel íd.; la coincidencia de tecla «teglia» documentado en inventarios modeneses de la 1.ª mitad S. XIV (ARom. XVIII, 480) con el têqra de PAlc. y con nuestro tecla es casual, pues supongo se trata de una falsa latinización del it. teglia o de una forma dialectal correspondiente.― ↩
11 No parece haber relación posible con el b. lat. theclatura ‘acto de marcar un árbol para que sirva de hito divisorio’, y arbores theclatos, que Du C. documenta en las Leyes Longobardas y en otros docs. de Italia, y cuyo origen desconozco. Tampoco parece posible semánticamente considerar a tecla como una alteración del gr. τέχνƓ ‘arte’, ‘técnica’, ‘obra de arte’ (lat. techna ‘engaño’). Ni sería verosímil suponer que se bautizaran las cajas de música con el nombre de mujer Thecla (que ya es latino). Como nombre de la tecla es posible que se empleara en latín moderno tudicula (derivado mal formado de tudes, -itis ‘martillo’), pues así lo afirman Bluteau y Aut. (aunque nada de esto encuentro en Du C.), pero está claro que de ahí no puede salir tecla fonéticamente. ↩