TALVINA, del ár. talbîna íd., derivado de lában ‘leche’.

1.ª doc.: atalvina, J. Ruiz; talvina, princ. S. XV, Canc. de Baena (n.º 391, v. 1).

Figuradamente promete Trotaconventos al Arcipreste, que padece de mal de amor: «yo iré a su casa de esa vuestra vezina, / e l(e) faré tal escanto, (e le) daré tal atalvina, / porque esa vuestra llaga sane (por) mi melezina» (709b). Sobre el contenido de las talvinas varían los autores: «t. de cualquier cosa: cremor» Nebr.; «agua de salvados cocidos» Rob. de Nola (1525), p. 106; «las puches hechas de agua y harina» Covarr., s. v. talvinas, pero en el artículo atalvinas dice fundándose en una etimología fantástica y no bien precisada, de López de Velasco: «de leche de almendras y harina se hacen ciertas puches, que en algunas partes las llaman atalvinas»; a lo cual se atienen Aut. y la Acad., si bien dando la preferencia a la forma sin a- (que Aut. declara también más usual). Hoy en la provincia de Almería se entiende por talvinas unas gachas secas, sin caldo, fritas en la sartén y por lo común con trozos de chorizo, tocino o pan. En el catalán de Valencia es también usual, y entre los ceramistas de Manises es especialmente una «pasta de almidón con la que, antes de barnizarlos, se da un baño a los azulejos» (Voc. Cerám., 420). En árabe los diccionarios clásicos definen ‘manjar que se hace con salvado, leche y miel’; para R. Martí «amigdalatum» (que serán las talvinas de leche de almendras) se dice talbînat al-láȬz [Ȭz ‘almendras’] o talbîna a secas; para PAlc. la misma palabra arábiga es «çahinas de levadura» o «talvina de cualquier cosa».