TALENTO ‘capacidad, dotes naturales’ y TALANTE ‘voluntad’ proceden, respectivamente, del lat. talĕntum y de su modelo el gr. τάλαντον, que primero significó ‘balanza’ y luego ‘cierto peso de oro, cierta unidad monetaria’; la historia y la evolución semántica del vocablo son complicadas y algo inciertas, pero es probable que los dos sentidos fundamentales se deban a la parábola evangélica de los servidores que sacaron fruto de los talentos o suma de dinero confiados por su amo mientras otro sirviente enterró sin provecho su tesoro: de aquí el tránsito al sentido de ‘dotes naturales’ que deben aprovecharse, y luego ‘disposición, propensión, voluntad’; esta última ac. debió de generalizarse en la Edad Media por la tendencia eclesiástica a considerar preferible la buena voluntad a la inteligencia, y se empleó con la forma talante, tomada directamente del griego por el latín vulgar (y trasmitida seguramente a España desde Francia), mientras que el sentido de ‘dotes naturales, aptitud’ preponderó en el Renacimiento con la intensificación de la prédica religiosa por la Reforma y la Contra-Reforma, y así se le atribuyó la forma semiculta talento, tomada del latín clásico; para la bifurcación semántica de TALENTUM, Spitzer, MLN LXXIV, 130.

1.ª doc.: talento, 1155, Fuero de Avilés (pero esta forma es rara hasta el S. XVI); talante, S. XIII.

La ac. general en toda la Edad Media es ‘voluntad, deseo, gusto’: «en cabo quando eras cerca del passamiento / de tornar al poblado tomóte grant taliento» Berceo (S. Mill., 115b). En este poeta esta forma arcaica está asegurada repetidamente por las rimas (S. Or., 45c, 88c, Mil., 299, 459d), aunque también tiene en rima talent (con gent, cosiment, Mil., 365b); la forma popular taliento sólo se encuentra en este poeta y en algún otro texto del S. XIII (Alex., 11c, 146a, 865c, siempre en rima, aunque P sustituye por talento; Apol., 14b, 542a; Fn. Gonz., 487b). Más común en este siglo y en el siguiente es la forma aprovenzalada talent(e), que se lee en Calila: «aconpañar al pariente e al estraño con mansedunbre, e siguiendo su sabor e consintiendo al su talente» (ed. Allen 119.632; 59.1272), y así también en Sem Tob (Rivad. LVII, 368) y en el Canc. de Baena.

Mientras que en el Rimado de Palacio (136 frente a 72, 1437), en la Vida de S. Ildefonso y en Juan Ruiz coexisten talente y talante, ambos asegurados por la rima en este último aunque predominando el primero. No obstante, la forma más frecuente en la Edad Media, y única o poco menos en el S. XV, es talante (que ya está una vez en Calila, 59.1271), usada por Juan Manuel, el glos. del Escorial, poetas del S. XV, etc. (ejs. en RFE XXII, 79; Cej., Voc.), y admitida como moneda corriente por Nebr.: «talante: libido; talantoso: voluptuoso». En el XVI ya se anticuaba, y más en el lenguaje escrito que en el hablado a juzgar por Juan de Valdés: «de buen talante, por de buena voluntad o de buena gana..., pero los mesmos que lo dizen creo que no lo escrivirían en este tiempo» (Diál. de la L., 118.17). Sin embargo, ésta era la forma en que el vocablo era conocido por entonces, pues los antiguos taliento y talente (y más el rarísimo talento) habían quedado olvidados desde siglos atrás. Cervantes vuelve a emplear ampliamente el envejecido talante, aunque lo pone sobre todo en boca de su arcaizante Caballero, pero también lo usa alguna vez por cuenta propia (II, xxx, 114), y este uso cervantino habrá contribuido no poco a la vida esencialmente artificial que desde entonces ha llevado el vocablo en literatura: Covarr. declara categóricamente que es antiguo, falta en el léxico de Góngora, y Ruiz de Alarcón sólo una vez lo pone en boca de un rústico; y aunque Aut. declara que vuelve a ser muy corriente, entonces como ahora aparece solamente en la lengua escrita, con sabor fuertemente literario y no pocas veces con resabio humorístico. Sea como quiera, el olvido de las formas en é era tan general h. 1570 que C. de las Casas no registra más que talante y traduce el it. talento por «talante, voluntad». En rigor podría explicarse talante por una adaptación del gr. τάλαντον a la terminación latina -ANS, -ANTIS (no siendo latina una terminación -ANTUM), pero como talente es occitanismo evidente, y la lírica trovadoresca hacía enorme uso de talan (o talen), es casi seguro que talante es también préstamo occitano, que recibió empuje definitivo en los SS. XIV-XV gracias a la lengua de Oïl, al predominar los influjos franceses sobre los occitanos.

La aparición de talento, fuera de algún esporádico ej. arcaico (donde podría ser notación imperfecta de una pronunciación taliento), es muy tardía: aunque seguramente podrían hallarse algunos ejs. en la 2.ª mitad del S. XVI, no tengo a mano ninguno anterior a 1605, en que ya hay uno del Quijote: «empleando el felicíssimo talento de su ingenio en otra letura» (I, xlix, 260), y hay tres ejs. en Góngora, uno de ellos de 1608: «consagrad, Musas, oi vuestro talento / a la monja que almívar tal le baja» (ed. Foulché I, 290); «talento: inclination, valeur» Oudin; y aunque es conspicua su ausencia en Covarr. (lo agregó el P. Noydens en su ed. de 1674), Aut. cita varios ejs. de escritores de primeros del S. XVII. Como puede verse, el cambio de forma coincide perfectamente con el de significado, que ahora es siempre ‘aptitud para algo, capacidad intelectual, dotes naturales’. Teniendo en cuenta sobre todo la coincidencia de la frase cervantina «el talento de su ingenio» con la misma frase empleada por este tiempo en Italia (d’Ovidio, p. 21), y como talento en el sentido de ‘dotes, aptitud’ es usual en este país en autores de la 2.ª mitad del S. XVI, y ya aparece una vez en la 1.ª mitad del XIV, en Domenico Cavalca, cabe emitir la sospecha de que la introducción de talento ‘aptitud’ en España se deba al influjo italiano1. Sin embargo, la diferencia cronológica es escasa (por lo menos en cuanto se trata de la generalización), y teniendo en cuenta que la aparición de este sentido se produce por la misma época en Francia, Inglaterra y Alemania, y que antes se encuentra en el bajo latín de muchas partes (desde el tiempo de Abelardo), lo más probable es que en España como en los varios países extranjeros se popularizase simultáneamente este empleo, con carácter autóctono, por la influencia en todas partes de las tendencias intelectualistas del Renacimiento, y el aumento de la predicación y la literatura ético-religiosa en lengua vulgar, a consecuencia de la Reforma y de la reacción católica.

Por el mismo tiempo se produce el cambio en catalán y en portugués (donde el nuevo sentido aparece en Vieira, 2.ª mitad S. XVII); en catalán la Edad Media no conoce otra forma que talent, con el sentido de ‘deseo, voluntad’ (talant aparece solamente en algún texto en verso aprovenzalado), que pronto se especializa en el matiz de ‘apetito, gana de comer’2, ac. en la que aparece ya en los SS. XIII y XIV (Desclot; Eiximenis; trad. del De Amore), y en que hoy sobrevive en Mallorca, Rosellón y algún punto del catalán occidental (con adaptación al género femenino de gana y fam). En lengua de Oc son igualmente frecuentes en la Edad Media talan y talen, que aparecen conjuntamente en un mismo trovador, aunque se nota la preferencia por aquella forma en los viejos trovadores lemosines G. de Poitiers, Bertran de Born y B. de Ventadorn, mientras que es talent el que sale en la Canson de Santa Fe de procedencia meridional, pero también hallamos talan en muchos autores del Sur (Cansó de la Crozada, Folquet de Marselha). No es de creer que esta forma se deba a un influjo francés, donde podría explicarse fonéticamente por TALENTUM: se impone admitir que τάλαντον pasó al latín vulgar con la forma griega, al mismo tiempo que en la forma latinizada TALENTUM (recuérdese el it. Tàranto, it. merid. Taràntu, frente al lat. TARENTUM). Sin embargo, es muy dudoso que esta forma occitana se deba al influjo de la colonia griega de Marsella: los varios casos de trasmisión directa, por este conducto, de voces griegas a la lengua de Oc, que ha creído encontrar Wartburg son discutibles o francamente inadmisibles (salvo un caso muy comprensible, como el término urbano ouide ‘acueducto’ ƺχετóς de naturaleza especialísima); más bien se trata de una de tantas formas del latín vulgar que han permanecido en Francia y no en otras partes, por causas múltiples no siempre definibles.

El sentido, igual en lengua de Oc que en francés medieval, es siempre ‘deseo, voluntad’, y la aparición de la ac. ‘aptitud, dotes naturales’ se produce en Francia muy a fines del S. XVI y principios del XVII; lo mismo cabe decir de Inglaterra (d’Ovidio, XXXI, 18-19). La polémica entre d’Ovidio (Atti d. R. Accad. di Sci. di Napoli XXIX, 1898, 117-41; XXXI, 3-30) y Ascoli (RIL XXXI, 822-7; también en AGI, supl. VI, 30-36) acerca de la explicación histórica de la evolución semántica de talento no puede mirarse como resuelta de perfecto acuerdo con la opinión de ninguno de los dos contrincantes. Hay que reconocer a d’Ovidio el acierto fundamental de partir de la parábola evangélica para el sentido de ‘dotes naturales’: lo comprueba en todas partes la fraseología (fr. enfouir son talent, alem. sein Pfund vergraben, etc.; comp. en España las indicaciones explícitas del P. Noydens), y el empleo previo de talentum en el bajo latín desde Abelardo hasta los autores franceses de princ. S. XVI (Rom. XXVII, 133), y nueva comprobación aportan las glosas irlandesas de los SS. VII y VIII aducidas acertadamente por Ascoli, y los textos del irlandés medio donde se compara explícitamente los talentos de la Parábola de San Mateo (XXV, 14ss.) con las dotes naturales empleadas; también tendrá razón d’Ovidio al poner en duda el paso directo en latín vulgar de ‘balanza’ por *‘balanzada’ a ‘inclinación, voluntad’ y al mismo tiempo ‘aptitud’. Por otra parte acertó Ascoli al señalar con sus glosas que la ac. ‘aptitud’ existió en Irlanda desde los SS. VII-VIII, y que por lo tanto hubo de existir también en el Continente por las mismas fechas, y al negarse a separar las dos acs. ‘voluntad’ y ‘aptitud’ como lo hacía d’Ovidio.

Por mi parte propendo (con Roques, Rom. XXX, 619, y Bloch, s. v.) a creer que estas dos acs. existieron desde la alta Edad Media, y que ambas derivan de la parábola bíblica; si en los romances medievales casi sólo encontramos la primera de estas acs., aunque esté más alejada de la metáfora bíblica, es porque en la literatura en lengua vulgar, la Iglesia insistió siempre en poner la buena voluntad y la bondad natural por encima de las dotes intelectuales, haciendo así que pronto se pasara de ‘aptitud’ a ‘propensión, voluntad’, mientras que el sentido más primitivo ‘dotes intelectuales’ quedaba de momento confinado a la literatura en latín, de tono más culto e intelectualista, y sólo con el triunfo de la Razón en el Renacimiento, y con la entrada de las lenguas vulgares en la especulación filosófica y religiosa, se trasmitió a estas lenguas la ac. latina y culta3.

DERIV.

Talentoso. Talentudo.

1 Quizá también sea algo más popular el uso italiano del vocablo que el español. Nótese especialmente el dato del lexicógrafo clásico Adriano Politi de que talento por «disposizione, grazia» era propio en su tiempo del habla de Siena (d’Ovidio, p. 128-9).―

2 Nunca ‘hambre’, como da a entender M-L. (Das Katal., 135); esta ac. apenas se encuentra en alguna habla occitana suelta y en fecha reciente, como ya se inclina a admitir este autor por lo demás.―

3 Contra la idea de Ovidio de que la ac. ‘voluntad’ naciera sólo en Francia y de ahí se trasmitiera a España e Italia puede notarse el uso de talentum en este sentido ya en un doc. navarro del S. XI, que él mismo cita en la p. 127.