SEÑOR, del lat. SĔNէOR, -ĶRIS, ‘más viejo’ (comparativo de SENEX ‘viejo’); en plural SENIĶRES se empleó en el Bajo Imperio para designar a los viejos más respetables, sea los miembros del senado romano, sea los dirigentes de las comunidades hebreas y cristianas; posteriormente se empleó SENIOR como tratamiento de respeto a todo superior, y acabó por hacerse sinónimo de DOMINUS ‘dueño’ a principios de la Edad Media.
1.ª doc.: doc. de 1077 (Oelschl.); Cid, etc.
Ya en latín seniores, además de su función comparativa, se sustantivó pronto designando a ‘los ancianos’; y lo mismo que ocurrió con su equivalente gr. πρεσβύτερος, el árabe šáȳȟ ‘viejo’, y palabras de muchos y diversos idiomas, empezó pronto a aplicarse a personas que además de la edad, inspiraban respeto por su posición en la vida pública. Así ocurre ya en la época pagana, y de ahí viene el nombre del Senatus romano o consejo de los viejos; en cuanto a seniores nos advierte ya Tito Livio que así llamaban públicamente a los miembros del senado (XXXIV, 60). Con la propagación del cristianismo recibió este uso un refuerzo bajo el influjo del sanhedrín hebreo, integrado por los cabezas de familia, junto con los jefes de tribu, los jerarcas sacerdotales y los doctores; este consejo tuvo imitaciones en las comunidades cristianas, recibiendo sus componentes en griego el nombre de πρεσβύτεροι y en latín el de seniores, que con este valor es ya frecuente en la Vulgata. Con el triunfo de la nueva religión acabó de generalizarse este uso, y desde la alta Edad Media vemos ya senior aplicado, no sólo a los miembros de estos grupos directivos, sino individualmente a toda persona respetable o de posición superior, vieja o joven; así San Isidoro nos advierte que «presbyter graece senior interpretatur, non pro aetate vel decrepita senectute, sed propter honorem et dignitatem» (Etym. VII, xii); en su contemporáneo francés Gregorio de Tours senior funciona ya como mero equivalente de dominus ‘dueño, señor’; vid. Forcellini-Perin. s. v. senex B, 2, 2.º; Diez, Wb., 294-5; M-L., REW 7821; el mismo estudia el detalle en WS VIII, 1-11, creyendo encontrar pruebas de una imitación del griego, con punto de partida en la comunidad grecorromana de los cristianos de Tréveris, aunque desde luego la evolución se produjo contemporáneamente en todo el Imperio de Occidente. La estabilización del feudalismo tuvo, claro está, influjo decisivo en el sentido de la palabra.
En castellano, como en latín, señor fué al principio masculino y femenino sin variación de forma, según ocurre todavía en J. Ruiz 92a (aquesta mi señor en rima con amor, etc.), 1684c; después aparece señora en el femenino, ya asegurado por el metro en Berceo (Mil., 522a, c), y documentado también en el Cid y otros textos tempranos, pero en parte se tratará de modernización del copista (comp. M. P., Cid, p. 236.28); en gallegoportugués el femenino senhor persistió mucho tiempo; comp. los femeninos en -dor. El uso como tratamiento fué causa de una pronta gramaticalización y extraordinario desgaste fonético. En este caso se empleó antiguamente señor sin artículo («señor Sant Ildefonso, coronado leal / fazié a la Gloriosa fiesta muy general», Mil., 57a). Seguramente por incitación del árabe ȝū, se convirtió a veces señor de en una especie de exponente sustantivador de un complemento: el señor de = el de; todavía en el Quijote se lee el señor del libro por ‘el protagonista’ y una bazía señora de un escudo por la que tiene este valor monetario (II, xlvii, 253; xliv, 239); ejs. análogos cita A. Castro en su réplica a Spitzer acerca de su libro España en su Historia (NRFH); o senhor da relva se llama en las Azores al que está encargado de un pastizal (ZRPh. XIII, 421). En el aspecto fonético, es sabido que SENIOR dió en francés formas fuertemente reducidas, con pérdida anómala de la nasal, tales como sire o sieur; no hay por qué suponer que esto se deba a un influjo de la fonética picarda (como quisiera Diez) o a una contaminación de MAJOR (lo que M-L. admite como posible): se trata de un desgaste propio de los tratamientos, palabras sin significación propia y pronunciadas rápidamente; algo análogo a lo ocurrido con usted. En efecto hechos parecidos se dan en todos los romances, singularmente en cast., en el lenguaje vulgar y coloquial: seor, p. ej. el seor muerto (Tirso, Burlador III, 759), adiós, seor peligordo (Lazarillo de Luna, p. 112); luego sor (mi sor Monipodio, en Rinconete, Cl. C., p. 166; Tirso, Condenado por Desconfiado); finalmente so («pues ¿conmigo se las corta, / so soldado?» Vz. de Guevara, Serrana de la Vera, v. 1870; Cej. VIII, § 63). De ahí posteriormente el empleo de so con insultos, para reforzarlos (so cochino, so majadero). Harri Meier, RF LXII, 163-71, pretende probar la inverosímil tesis de que el so de insultos (so mentiroso) viene de SUUS; Meier sigue las huellas de Tobler, contra cuya idea V. las objeciones de Spitzer, Aufsätze z. rom. Synt. u. Stilistik (1918), 5n. El portugués cambia seor en seu, empleado luego con el mismo valor interpelativo. Modernamente se reduce a iñor en el uso vulgar americano, especialmente en Chile y Oeste argentino (pueh iñor...: Draghi, Canc., p. 215; Camino, Nuevas Chacayaleras, 118); o, más fuertemente, ño, fem. ña (vid. A. Alonso, BDHA I, 417-30; Rosenblat, BDHA II, 122-4). Gillet, NRFH III, 264-7, reúne tres o cuatro ejs. de una variante senor en los SS. XVI-XVII atribuídos a gente que habla mal; pero es dudoso que haya más que olvido meramente gráfico de la tilde, pues el ej. de Lope se refiere explícitamente a una falta de ortografía y no de pronunciación, y en cuanto a los pretendidos testimonios occidentales y modernos de tal pronunciación, no valen nada desde luego: la grafía fonética señor empleada por Krüger significa precisamente señor; el sinor de Acevedo Huelves, con su i, revela precisamente que viene de siñor alterado por algún factor local y reciente, y el senor del gallego antiguo no es más que una grafía imperfecta en vez de sennor = señor, muy frecuente y muy conocida en gallego medieval.
Reducciones comparables en otros romances, ocurren en compañía del posesivo procedente de MEUS (como es el caso del francés messire, monsieur); de donde el it. messer, dialectalmente misser, de donde se tomó el cat. misser, que de ahí pasó al cast. micer, empleado en los SS. XV y XVI con referencia a italianos y catalanes (esto último con mucha mayor frecuencia de lo que dice Terlingen, 300-1); la forma propiamente catalana mossènyer, combinada con el otro título En (de DOMINUS), dió mosseny’en y por haplología mossèn, empleado antiguamente como título de respeto a los caballeros, hoy restringido a los eclesiásticos; de ahí pasó mosén al castellano, donde se aplicó a personas de lengua catalana, y también a los aragoneses, y a algún castellano relacionado con la Corona de Aragón (el conquense Mosén Diego de Valera, 1412-87, criado en la casa del catalanizante Enrique de Villena); hoy se pronuncia en Aragón sin acento, y de ahí que cuando se emplea, más raramente, como sustantivo aislado, se oiga unas veces mósen y otras mosén (Navarro Tomás, RFE XII, 353n.) (otra consecuencia de este uso es la forma catalana vulgar mossan y la mallorquina mosson).
Para el uso de señor con valor de intensivo tras sí y no, vid. Spitzer, Litbl. XXXV, 71-72.
DERIV.
Señorada ‘acción propia de señor’ (Acad.), ast. ‘conjunto de señores’ (V). Señoraje, señoreaje, raros. Señorear [h. 1275, 1.ª Crón. Gral. 15b10; Conde Luc., ed. Knust, 254.17, APal. 121b]; ant. señorar (Alex., 902, 1403), aseñorar (Alex., 2054d); señoreador; señoreante. Señoría [1115, Oelschl.; «s. de gran señor» Nebr.]; señorial [Acad. S. XIX], copiado del fr. seigneurial [S. XV]. Señorío [Cid]. Señoril [S. XV, Lucena, Aut.]. Señorito [h. 1650, Fz. de León, ed. Rivad., p. 391]; Aut. vacila entre señorito y -rico; señorita; señoritingo. Señorón. Enseñorearse [«dominor» Nebr.]; enseñoreador; enseñoramiento.
Senil [med. S. XVII, Aut.], tomado de senīlis íd., derivado de senex, senis, ‘viejo’; el primitivo sene es rarísimo en cast.; senilidad (falta Acad.). Senectud [Juan de Mena y Jorge Manrique (M. R. Lida, Mena, 134, 251); med. S. XVII, Aut.], de senectus, -ūtis, ‘vejez’. Senado [h. 1280, 1.ª Crón. Gral., 183a3; APal. 445d], tomado de senatus, -ūs, ‘consejo de los Ancianos’, ‘Senado romano’; senador [Berceo], de senator, -ōris; senaduría; senatorio; senatorial. Insenescencia, raro, de insenescentia.
CPT.
Monseñor [2.º cuarto S. XV, Díaz de Gámez; Terlingen, 160-1], del fr. monseigneur (con influjo posterior del it., donde es galicismo). Senadoconsulto, de senatusconsultum íd. Senescal [h. 1335, Conde Luc., ed. Knust, 173.1; Cej. VIII, § 63], del oc. senescal, y éste del fránc. SINISKALK ‘mayordomo, criado anciano’, de SKALK ‘criado’, y una forma germánica afín del lat. senex, senis ‘viejo’.