SAETÍA, ‘cierto tipo de embarcación latina’, probablemente se tomó del ár. šaȳƫîya íd., sufriendo en romance el influjo de saeta.

1.ª doc.: Partidas.

Donde se dice que entre las naves «otras hay menores a que dicen galeotas, et taridas, et saetías et zabras...» (II, xxiv, ed. Acad. II, 264). Terlingen (p. 250) trae otros ejs. del S. XV. Seguía siendo usual en el XVI; así en la Relación relativa a la jornada de la Invencible (1588): «de navíos pequeños, saetías, corchapines, caravelas, zabras, pataches y mixerigueras, se haze cuenta que serán menester para llevar en ellas bastimentos y municiones, cavallos, acémilas, y otras diversas cosas: 320, que se han de santar (?) desta manera de Cataluña y regno de Valencia: so (?) saetías y corchapines que tenían, uno con otro, 100 toneladas» (Jal, 518), «esto sin dos saetías de las marsellesas, muy buenos navíos de vela» en otra relación de 1582 (Jal, 1305); «es Lisboa una otava maravilla, / donde están de todo el orbe, / barcas, naves, carabelas; / hay galeras y saetías, / tantas que desde la tierra / parece una gran ciudad / adonde Neptuno reina» Tirso (Burlador I, 734).

Así describe Pantero Pantera la saettìa italiana a princ. del S. XVII: «sono i vascelli latini di forma lunghi, stretti e sottili a comparatione dei quadri; sono di varie sorti e differenti, et hanno diversi nomi; i maggiori, che vanno a vela sensa remi, sono le saettie, et portano tre vele: la maestra, il trinchetto et la mezzana; ma le maggiori portano le vele quadre, come le Marsiliane». Saettìa aparece en Italia desde 1101, encontrándose allí con gran frecuencia y en todas las regiones desde el S. XII; en fr. aparece desde 1246 saetie (o saitie, saiietie), varias veces hasta el S. XVI, pero siempre como palabra mediterránea. Por otra parte hay un bajo lat. sagitta un par de veces en el S. XII, que debemos mirar como una latinización aproximada e inexacta de la voz romance; y un sagittaria, de la misma fecha, que no nos consta que realmente tenga que ver con saetía. Además hay el oc. ant. sagetia, documentado en Peire Cardinal, hacia 1200 (mal leído sagecia), y en el Cartulario de Montepelier. Y el cat. sagetia, que ya aparece en la Crónica de Jaime I, S. XIII: «e passam d’ella ab una galea e ab una sagetia» (cap. 2, según Jal); y en el Consulado de Mar: «lavors lo mercader deu entrar al port... mas, emperò, si algun cossari o sagetia hi havia qui fes por al mercader, lo senyor de la nau no hi pot entrar sens voluntat dels mercaders» (cap. 56, V. otra cita en la ed. Pardessus, p. 107).

Jal, Simonet (p. 577) y Dozy (Suppl. I, 576) están de acuerdo en que el vocablo deriva del lat. SAGէTTA ‘saeta’, y sólo Eguílaz afirma que viene del árabe (lo cual no tiene importancia, pues para Eguílaz casi todo es árabe; Neuvonen omite el vocablo). No tiene nada de extraño que estos eruditos, que no eran romanistas, no se dieran cuenta de las dificultades que presenta la etimología latina, pero ya sorprende que no lo haga Baist (RF IV, 409), y que Vidos, que lo es, siga pensando lo mismo en la nota que dedicó a la cuestión (Parole Marin., pp. 566-8). La dificultad no es semántica, pues podría concebirse que una embarcación rápida recibiera el nombre de ‘saeta’, pero no se explica el sufijo, pues -ía es sufijo de abstractos, y sólo se aplica a radicales adjetivos. Tratando de huir del tropiezo Canello (AGI III, 301ss.) y d’Ovidio (AGI IX, 36ss.) propusieron mirar la forma sagittea con que el vocablo aparece en 1101 como una forma genovesa (aunque se trata de un texto referente al Levante), y derivar esta supuesta forma genovesa de SAGITTARIA, con la conocida pérdida genovesa de la -R- intervocálica; pero con razón objeta Vidos que la -R- intervocálica no se perdió en Génova hasta el S. XVII, y así es preciso abandonar la idea. Reconoce Vidos que el sufijo -ie es una dificultad para derivar el vocablo del fr. ant. saete ‘saeta’, pero agrega inexplicablemente que puede comprenderse en italiano, y así afirma que el vocablo se propagó desde el it. a los demás romances; pero aunque anuncia que va a dar una explicación del sufijo, se abstiene de darla; desde luego no es dar explicación comparar con el caso de palandra = palàndria, que no tiene paridad alguna con el nuestro. En realidad el obstáculo que presenta el sufijo es tan grave que debe considerarse dirimente. El único camino que quedaría para salvar la etimología SAGITTA sería suponer que un derivado en -ARIA, que en cast. sería *saetera, se hubiese cruzado con algún nombre de nave distinto y terminado en -ía, resultando de este cruce saetía. Pero no se me alcanza ningún nombre de embarcación terminado de esta manera y usual en el S. XII, y por otra parte sería muy extraño que no encontremos el supuesto primitivo *saetera, cat. *sagetera, it. *saettaia, etc. Luego se impone buscar otro camino, y volver al árabe, desechado demasiado de prisa por Simonet y Dozy, y simplemente ignorado por Vidos y sus colegas italianos.

En árabe es palabra muy extendida y arraigada.Šaȳƫîya se encuentra como nombre de la misma embarcación en el Qartâs (Marruecos, hacia 1300), en diplomas árabes de Sicilia publicados por Amari y en otros publicados por Sacy, el masculino šaȳƫî aparece en las Mil y Una Noches, y una variante šaƫƫî o šiƫƫî en Abenbatuta (S. XIV); hoy se registra šaȳƫîya «grande barque à voiles latines» en Argelia (Beaussier, Berggren, Marcel, Bled de Braine), šaƫƫîya (o ši-, Dombay), šaȳƫîya «barca grande, saetía, tartana» en los léxicos de Cañes y de Bernardino González que suelen reflejar el uso de Siria en el S. XVIII. ¿Por qué no ha de ser el árabe el étimo del romance? Todos recordamos numerosos arabismos en este terreno semántico: tarida, zabra, tafurea, falúa, patache, etc. Que el vocablo no aparezca en los léxicos clásicas del árabe no significa nada tratándose de una palabra así, pues estos léxicos atienden a la lengua del Corán y del desierto, y prescinden absolutamente, o poco menos, de la terminología náutica. La raíz š-y-ƫ ofrece sentido apropiado: ‘arder’, ‘arrebatarse’, ‘ir de prisa’, y es raíz muy viva y productiva en árabe (vid. Lane, šiyâƫ ‘olor a quemado’, tašƫ ‘carne asada’, šaȳƫân ‘demonio’, etc.); la estructura del vocablo y su terminación son típicamente árabes. Hay además un sustantivo šaȳƫî en el sentido de «pulvis in caelo elatus», ‘torbellino de polvo’, registrado por el léxico clásico del Fairuzabadí (S. XIV), aunque no en otras fuentes (Lane, Dozy, etc.), pero su sentido deriva lógicamente del de la raíz y tiene todo el aire de una voz del desierto, antigua en árabe; sin duda es la misma que el argelino moderno šaȳƫî ‘jabalí viejo’ (impetuoso como un torbellino) registrado por Beaussier. De ahí sale muy naturalmente el šaȳƫî ‘saetía’ de las Mil y Una Noches, en el sentido de ‘nave rápida como un torbellino’, y luego el femenino o nombre de unidad šaȳƫîya.

Claro está que éste al pasar a Europa había de asimilarse al romance saeta, y convertirse en saetía, por una etimología popular que casi se impone; tampoco cuesta comprender que los catalanes fueran más allá y dijeran sagetia en virtud de esta etimología; las formas sagitta, sagittea, sagetia del bajo latín son latinizaciones de las formas romances. Las arábigas, en cambio, presentan una unidad notable; si se tratase en árabe de una voz de importación europea esperaríamos encontrar las acostumbradas vecilaciones entre ƫ y t, entre Ɋ, š y s, cuando en realidad las consonantes presentan forma constante. Lo único que inspira desconfianza es la forma šaƫƫî del texto de Abenbatuta (escrito en España) y šaƫƫîya de Dombay (que suele reflejar la lengua de Marruecos en el S. XIX): la desaparición de la ȳ y la duplicación de la ƫ realmente es inexplicable según la morfología arábiga. No se ve más que dos maneras de explicar estas formas, por lo demás muy minoritarias: que después de pasar al romance, el vocablo volviera luego al árabe (caso frecuente, recuérdese faluca junto a falúa); o bien que por etimología popular fuese relacionado en árabe con la voz bien conocida šaƫƫ ‘gran río’ (por tratarse de embarcaciones que navegasen por el Šaƫƫ al-Árab, nombre del Bajo Tigris, o por otro gran río), lo cual es realmente muy verosímil.