ROMANA, origen incierto: es dudoso que sea genuina en árabe la palabra rummâna íd., de la cual se le suele derivar, y no se puede desechar la posibilidad de que sea abreviación de ‘
1.ª doc.: invent. arag. de 1397.
Según Martínez Marina, Dozy (Glossaire, 335), Devic (página 60), Eguílaz, Lammens, Lokotsch, Bloch y otros, romana viene del ár. rummâna íd.; mientras que para F. del Rosal (1601), M-L. (REW 7369)1 y otros varios2, se trataría de un STATERA o LIBRA ROMANA ‘balanza de los Romanos’, aunque no precisan bien por qué se le habría dado este nombre; Gamillscheg (EWFS) quiere conciliar las dos opiniones suponiendo que el árabe lo tomara del latín, trasmitiéndolo a la lengua de Oc, y ésta al francés.
Todo esto se ha dicho bastante a la ligera; si admitimos que en árabe viene del latín, no queda ninguna razón válida para suponer que el romance lo tomase del árabe y no del latín directamente. La palabra rummâna, por su estructura, podría perfectamente ser genuina en árabe. Pero con esto no digo que lo sea, y me guardaré de afirmarlo. No hay propiamente una raíz r-m-n en árabe, y no veo que las acs. de la raíz r-m-m se presten a derivar de ahí rummâna ‘balanza romana’. Por ello opinan Golio, Lane y Devic (y a esta opinión se adhirió Dozy, según una adición marginal del ejemplar de mano de su glosario) que el nombre de rummân se daría en árabe (como en italiano) al peso de la romana, por semejanza con la forma de una granada, fruto que en árabe se llama realmente rummân3.
La documentación del nombre del tipo de balanza que nos interesa es algo escasa y esporádica en árabe, aunque no carece de antigüedad. Según Lane, rummân como nombre del peso de la romana está ya en el dicc. árabe-persa del persa ZamaȞșarí, que vivió largos años en la Meca, era gran conocedor del árabe clásico y murió en 1144; agrega Lane que hoy este nombre se aplica también a la romana misma. Es notable, sin embargo, que ni él ni Freytag citen autoridades de otros lexicógrafos; el vocablo falta en los tres glosarios hispanoárabes, lo cual es realmente extraño si el vocablo era usual en hispanoárabe, pues el glos. de Leyden, al definir el ár. qabbân como statera, agrega campana, precisando así que se trata realmente de una romana, y R. Martí da nada menos que 9 equivalencias arábigas de statera, entre las cuales varias que hoy designan especialmente la romana; tampoco hay documentación de ninguna clase en el Suppl. de Dozy, y hoy no es palabra de uso general en los dialectos modernos: según Lerchundi, Beaussier y Ben Sedira, se emplearía rummâna en Marruecos y Argelia, pero, según Tedjini, lo que se dice en el Marruecos francés es mīzân (ya R. Martí) o būȝarâ⺆, Cañes (que suele reflejar el uso sirio) traduce por qabbân, y Bocthor (Egipto) recoge rūmâna o rummâna, pero da en primer lugar, sánǤa y qabbân. La sospecha de que la palabra sea un latinismo en árabe aumenta al observar, la variante rūmâna, usual en Egipto según el testimonio concorde de Bocthor y Lane: esta variante, que no existe en el nombre de la granada, sería muy difícil o imposible de explicar si estuviéramos ante un uso figurado del nombre de este fruto, mientras que esta ū larga nos recuerda la de rūm ‘romano’.
También hay que reconocer que desde el punto de vista semántico esta etimología arábiga es algo sospechosa. La forma geométrica de una granada en nada se diferencia de la de una manzana (a no ser en la pequeña abertura tubular y dentada que la remata, lo cual desde luego no se encuentra en el peso de la romana): ¿por qué, pues, darían los árabes el nombre de ‘granada’ a este peso, y no el de ‘manzana’, que no tiene menos usos metafóricos en árabe que en romance? (vid. Dozy, Suppl., s. v. tuffâɅ). Frente a estas razones, la sola autoridad del ZamaȞșarí no basta para convencernos del carácter genuino del ár. rummân. Si la denominación STATERA ROMANA era usual en el mundo mediterráneo desde la alta Edad Media, su uso pudo perfectamente propasarse hasta el Oriente arábigo antes del S. XII, y era natural que los árabes interpretaran este nombre por etimología popular como una metáfora del nombre de la granada, y por lo tanto lo aplicaran especialmente al peso más que a todo el aparato.
Por otra parte, ¿podemos asegurar que estamos ante el gentilicio ROMANUS? No, por cierto, al menos por ahora. El supuesto lat. BILANX ROMANA que cita Gamillscheg no está documentado, que yo sepa (falta en CGL, en Forcellini y en el Onomástico de De Vit; Du C. no trae autoridades anteriores a 1399). De todos modos, consta que los romanos empleaban este tipo de balanza; según citas del NED (donde el ingl. Roman beam o R. balance se documenta desde 1611), se han encontrado romanas en las excavaciones de Pompeya (Knight), y según la Enciclopedia Comercial de Homans (1858) ya se menciona en 315 antes de J. C.
El nombre de la romana usual en latín era statera, y también se le llamó campana, según consta por una clara descripción de San Isidoro: «campana regione Italiae nomen accepit, ubi primum ejus usus repertus est; haec duas lanceas non habet, sed virga est signata libris et unciis et vago pondere mensurata» (Etym. XVI, xxv, 6). De ahí todavía el nombre de la romana en varios dialectos italianos, y el rum. cumpână, que, según otros, viene del latín a través del eslavo. Ahora bien, una denominación LIBRA ROMANA parece enteramente paralela a LIBRA CAMPANA, o sea ‘de Campania’. Pero hay que tener cuidado, pues el caso no es igual y la explicación de San Isidoro no cabría en este caso: los romanos no habrían aplicado su propio nombre a ese instrumento si lo hubieran inventado ellos, pues todas las clases de balanza eran «romanas» para los romanos. Por otra parte, el origen de campana tampoco es claro, y la afirmación de San Isidoro no se apoya en nada. Por el contrario, Leo Wiener (ZRPh. XXXV, 467), llamando la atención sobre el hecho de que el gr. καμπανóς ‘romana’ en un escrito griego del Emperador Juliano (S. IV) es bastante anterior a la documentación latina de campana, supone que en latín viene del griego, en éste del persa kapān, y en persa del chino han p’ing ‘balanza’, que antiguamente se habría pronunciado keng pang. Hay que dejar esto a la competencia de los sinólogos e iranistas, y tratándose de una teoría de Wiener, es preciso acoger con desconfianza las afirmaciones que no podamos verificar. Sofer (p. 123, que deberá consultarse para más bibliografía), aun reconociendo que la documentación latina de campana es posterior a San Isidoro, cree que lo mismo hay que decir del griego: los datos griegos citados por el ThLL y por Sophocles son muy tardíos, y también puede serlo el papiro que se ha citado; en cuanto al pasaje de Juliano, su autenticidad, según Sofer, es dudosa, y aun si fuese auténtico no decidiría la cuestión. El persa kapân y el ár. qabbân ‘romana’, según Dozy, vendrían del latín.
Hugo Schuchardt (Romanische Etymologien II, 10) admite la posibilidad, asegurada por Wiener (cuyo texto no entiende bien Sofer en este punto), de que campana, en el sentido que ha conservado en cast., sea aplicación figurada de campana ‘romana’ por comparación de la campana pendiente de un largo brazo con una romana, pero se inclina más bien a creer que ambos derivan independientemente del famoso aes campanum o bronce de Campania, famoso en la Antigüedad como el mejor de todos: campana y romana se habrían llamado así por estar hechas ambas con este bronce. Debemos dejar en suspenso todas estas cuestiones, que por lo demás no tienen interés primordial para el origen de romana.
Pero aun siendo dudosa o improbable la paridad semántica de LIBRA CAMPANA y LIBRA ROMANA, éste pudo nacer por imitación de aquél (aun concediendo como posible que el nombre de aquél sea deformación de una palabra sino-persa): fijado CAMPANA como nombre del instrumento así llamado en la actualidad, se introduciría ROMANA como nombre de la balanza para evitar una homonimia intolerable, inventándolo a modo de sustituto geográfico aproximado para los que creían en la etimología de San Isidoro; o bien se trataría de un nombre formado como arado romano o vela latina, para diferenciar de otros tipos de balanza no tan antiguos en la Romania.
En definitiva, el dilema de árabe o latín no está resuelto, y no podrá resolverse hasta que los filólogos arabistas aporten más documentación o hasta que el problema se aborde a fondo desde el punto de vista de la historia de los realia, que es el camino que más probabilidades tiene de llevar a un resultado inequívoco. Provisionalmente, podemos considerar el origen latino como algo más probable.
DERIV.
Romanador. Romanar o romanear; romaneo. Romanero.
1 M-L. va a la ligera, como todos; por lo visto, sencillamente ignora que se haya derivado romana del árabe, como ignora (REW 7371) que el port. romƟ ‘granada’ sea arabismo, de lo cual no hay que dudar.― ↩
2 Asegura Eguílaz que ésta era la opinión de Simonet, citando el Glosario de éste, publicado más tarde que el de aquél. Pero nada hay en el libro de Simonet. No sabemos si éste cambió de opinión a última hora o si se trata de una de las habituales inexactitudes de Eguílaz.― ↩
3 Aunque aislada en el idioma, es palabra muy antigua y castiza, pues ya está en el Corán o en una novela escrita en el Iraq a med. S. X (Dieterici), y usada en todas partes (Dozy, Suppl.); si su nombre viene del nombre nacional de los armenios, no hace falta averiguarlo aquí. ↩