PIAFAR, tomado del fr. piaffer íd. y ‘contonearse’, de origen incierto, probablemente onomatopéyico.

1.ª doc.: Acad. 1884, no 1843; ej. de L. Coloma (h. 1890) en Pagés.

Es palabra muy reciente en castellano, todavía no citada por Baralt. En francés se encuentra con gran frecuencia desde la segunda mitad del S. XVI (God. X, 333a; VI, 139). El origen de la palabra francesa no está bien averiguado. En todo caso parece seguro que no es derivado de una variante francesa *pief ‘pie’ (con f secundaria como soif, suif, fief, etc.), como quería Tobler; Misc. Caix-Canello, 71-76, entre otras razones porque no parece existir tal variante, y aun así habría dificultades fonéticas y semánticas1; sin embargo, ni siquiera es bien seguro que no pueda tratarse de un derivado de PE(D)- con sufijo jergal o popular -aff-, aunque no parece ser así. Por lo demás importaría dejar mejor sentado cuál es más antigua y primitiva entre las dos acs. ‘contonearse’, hoy anticuada, y ‘piafar’. G. Paris, Rom. XV, 453-4, daba por seguro lo primero, y en consecuencia afirmaba que el origen era desconocido; de hecho es verdad que casi todos los ejs. antiguos que citan God. y demás eruditos que han estudiado el vocablo (Sainéan, La Langue de Rabelais I, 140), se refieren a aquella ac. y G. Paris advierte que la otra falta todavía en la primera ed. del dicc. de la Acad. fr. (1694) y no se registra hasta Richelet, en 1680; pero no debe perderse de vista que la ac. ‘contonearse, darse importancia’ llamaba más la atención de los lexicógrafos, como menos divulgada, y en realidad hay ya en 1584 un ej. de la otra: «avoir le moyen de faire entretenir et piaffer trois ou quatre chevaux en l’estable» (trad. de Guevara, cita de Vaganay, RF XXXII, 127). Ahora bien, de este punto depende la etimología.

Opina Spitzer se trata de una mera onomatopeya (ZRPh. XLIII, 594-5; con asentimiento del REW3 6475a, y Wartburg, en Bloch, 2.ª ed.), imitativa del ruido del piafar; con paso de ahí a la actitud arrogante o presumida. Esta opinión no es inverosímil en sí, pero depende de que sea cierta la aludida sucesión cronológica, de suerte que Bloch no carecía de razón al mostrarse enteramente indeciso, y no faltarían buenas razones que alegar en apoyo de otras interpretaciones. Gröber (ZRPh. X, 293-4) fundándose en la repetida aplicación antigua de piaffer al pavo real, y en la existencia de las formas normandas pianner y piauler aplicadas al cloqueo o a otras voces de esta ave, y del saintongeois piot ‘pavo real’, sugiere una onomatopeya de la familia de nuestro piar, que designando primero el cloqueo se aplicaría más tarde a la marcha característica de esta ave arrogante, y finalmente pasaría al piafar caballuno; de hecho no deja de llamar la atención la frecuencia del piaffer del paon en la documentación del francés clásico, pero el primero de estos cambios semánticos, aunque no inconcebible, es poco convincente. Sainéan, fijándose en que los dialectos francoprovenzales emplean el vocablo en el sentido de ‘salpicar, lanzar barro’, admite que sería palabra tomada de estos dialectos (lo cual no parece necesario), y que piaf sería primitivamente onomatopeya del chapaleo en un charco (comp. los paralelos semánticos aducidos por el propio Spitzer)2. Provisionalmente podemos adherirnos a la tesis de Spitzer, pero reconociendo que este vocablo francés requiere todavía un estudio más detenido.

1 Agréguese que piaffer es trisílabo en el S. XVI, a juzgar por un par de ejs. en Du Bartas; sin embargo, este punto no ha sido estudiado detenidamente (podría haber un arcaísmo prosódico artificial).―

2 No es aceptable la explicación por cruce que propone Gamillscheg.