OÍR, del lat. AUDIRE íd.
1.ª doc.: orígenes del idioma (ya en 1100, BHisp. LVIII, 361; Cid, etc.).
DERIV.
Oíble [Nebr.]. Oída. Oído [‘sentido auditivo’, Berceo]10. Oidor [1212, M. P., D. L., 270.24; APal. 44d, 147b]; oidoría. Oimiento. Desoír [S. XVII, Aut.]. Entreoír lo emplea bastante Sarm. en su castellano, en el sentido de ‘oír en una conversación de otros (que uno escucha a medias)’ (p. ej. en CaG. p. 318.1). Trasoír. Son cultismos: Audible. Audición. Audiencia [princ. S. XIV, Mem. de Fernando IV, DHist.]; audienciero. Auditivo. Audito; inaudito [h. 1440, A. Torre (C. C. Smith, BHisp. LXI)]. Auditor [h. 1440, A. Torre (C. C. Smith); Nebr., Gram., en DHist.]; auditoría; auditorio. Exaudir; exaudible.
Obedecer [princ. S. XIII, Tres Reys d’Orient; Berceo; etc.], de oboedire íd. (antiguo derivado de audire, con evolución fonética latina); obedecedor; obedecible; obedecimiento; obediente [Berceo; obidiente en Venegas, S. XVI, Cuervo, Obr. Inéd., 197]; obediencia [Berceo; obidiencia, Partidas, Fz. de Oviedo, vid. Cuervo, l. c.; obedencia, murc. med. S. XIV, G. Soriano, p. 196; obidencia, Sem Tob, copla 256]; forma cuasi-hereditaria gall. ant. ovença: «outra casa que he da ovença da vistiaria do moesterio... de Poyo» a. 1484, «esto es da obenza da sacristía», «teigas de castañas a ovenza da cocina» y en 1326 «a ovenza da enfermería», en documentos de Pontevedra: aunque Sarm. (CaG. 178v, 124v, 87v), remitiendo a Du C., después de dudar entre OBEDIENTIA y un derivado de obvenio, se decide más por éste (OBVENTIO), creo que debemos elegir el otro, como sugieren otra grafía, oveenza de 1326, y el derivado (h)obenzal a. 1311 (170r) [u hovencial a. 1388 (168v), pues éste tendría que ser entonces obvencional]: ya explica él mismo que a o. da coiña es «a disposición o obediencia y para gastos». Obediencial; desobedecer [Nebr.], desobediente [íd.], desobediencia.
Azón asturiano, sustantivo masculino, ‘especie de sarpullido de granos chicos que molestan mucho’ (R), ‘arador de la sarna’, ser com’un azón ‘ser diminuto’ (V), voz hermana del port. oução «pequenino ácaro que se encontre nos queijos, na farinha», ant. «lêndea» (Fig.), ser como um oução ‘muy pequeño’ (Moraes): según Riegler (WS III, 190-1) el sentido primitivo sería *‘tijereta’, insecto que según el vulgo se mete en las orejas (cat. papaorelles, alem. ohrwurm), y vendría de AUDITIO, -ONIS, ‘audición’: es etimología insegura, pues no tenemos seguridad de que la forma asturiana y la ac. de Rato no sea la primitiva, probabilidad que aumenta al conocer el gall. onzón ‘arador’ (pl. -zós) forma propia del NE. (Viveiro) («es tan pequeño como un onzón»), e inzón ‘arador de la sarna’ (Vall.); entonces se podría pensar más bien en <l=lat.>ŬSTIO, -ĶNIS, ‘quemazón’ (> frprov. osson ‘marca de fuego que se hace a las orejas del ganado’ REW 9094a); verdad es que esperaríamos más bien x como resultado de ST? en port. y ast. (aunque pudo influir el sentimiento del sufijo de abstracto -çon); o quizá la etimología sea diferente de ambas hipótesis. Max L. Wagner, ZRPh. LXIX, 371-2, y Biblos XVII, ii, 601-12, quiere explicar el ast. azón por el ár. sisân, pl. de sûs «mite», lo cual no parece posible fonéticamente; cita además Valdevez assem, -ens, «os vermes da carne do porco no salgadeiro» (RL XIX, 188), y senjas «certos bichos que se encontram na carne do porco». En Cabranes azón «cría del piojo, cualquier animal muy diminuto»; comparando con nación, que allí mismo se define ‘cría que nace’, Lausberg, ZRPh. LXIX, 50, piensa en el lat. NATIO, -ONIS, lo cual necesita detenido examen crítico.
CPT.
Oíslo, ‘persona a quien se trata familiarmente’, y en especial ‘la esposa’11.
1 Para la historia de esta sustitución, vid. Gilliéron, Études sur la Défectivité des Verbes, 1919; W. Gottschalk, Giessener Beiträge z. roman. Philol. III (1921); y las reseñas de Spitzer, Litbl. XLI, 393-4, y ASNSL XCLIII, 156-7.― ↩
2 Oír figura en textos gauchescos como el Santos Vega, vv. 3831, 4155, y el Fausto, v. 1034; formas dialectales como oyir se hallan en canciones populares (Draghi, Canc. Cuyano, 142; en Córdoba, I. Moya, Romancero II, 358); oiban en Paulino Collazo, 21; óido en F. Silva Valdés, La Prensa, 15-11-1942, y en A. Ghiraldo, ibid. 29-XI-1942. Más raro es sentir con el valor de oír en esta clase de textos (aunque está en Santos Vega, vv. 4231 y 4249). En las ciudades todos dicen sentir, con escasas excepciones, que suelen ser tachadas de pedantería. Sin embargo, ciertos maestros se oponen a este empleo de sentir, y muchos lo evitan, pero entonces el remedio es peor que la enfermedad, pues dan en emplear escuchar con el valor de oír. El mal ha llegado tan lejos, que ya se encuentran pocos argentinos capaces de distinguir entre estos dos verbos, y no son muchos los que perciben algo incorrecto en frases, allá sumamente usuales, como a las doce escuché un trueno, ¡pues precisamente las preconizan los maestros de castellano!― ↩
3 BDHA VI, p. 24: «yo sentí decir que traíban pesos nacionales»; comp. p. 362.― ↩
4 Muchos ejs. en Guzmán Maturana, Cuentos Tradicionales: «en cuanto sentía llorar una guagua», «a media noche sintieron un ruido muy regrandazo» (AUCh. XCII, ii, 65, 68); y en D. P. Garuya del mismo (pp. 28, 65, 88).― ↩
5 Sentir por oír es muy frecuente en La Vorágine de Eustasio Rivera: «Arturo, ¿sentiste? Ha llegao gente», «¿no has sentido cómo se queja?», «de noche se la siente gritar en las espesuras», ed. Losada, pp. 30, 113, 120.― ↩
6 Por lo menos el abuso de escuchar se registra allí como en la Arg.: «temiendo estoy que en una rebuzna que pegue, me lo escuchen», Picón Febres, Sarg. Felipe, p. 88.― ↩
7 «Yo no ha sentido decirlo», frase citada por Navarro Tomás, El Esp. en P. R., 128. La falta de indicaciones en diccionarios de americanismos de otros países puede deberse en parte a que la Acad. admite sentir con la ac. de ‘oír’ (n.° 2), lo cual interpretan algunos erradamente en el sentido de que es de buen lenguaje emplearlos lisa y llanamente como sinónimos.― ↩
8 La pronunciación uír o más bien wír se registra no sólo en estos países, sino también en Nuevo Méjico (BDHA IV, 16), en Méjico (uiga, ibid. 288) y en Cespedosa (RFE XV, 142); más documentación en el índice de BDHA II, s. v. oír. En estos lugares no sé que se reemplace oír por sentir, aunque en parte puede ser así. Por lo menos en Cespedosa y en Méjico el causante puede ser el robusto influjo de la lengua literaria. En Nuevo Méjico el uso de oír parece ser popular (ej. en un texto vulgar de BDHA I, 302), pero es una observación conocida la de que la homonimia no tiene unos mismos efectos en todas partes.― ↩
9 Esto no quiere decir que la completa confusión entre sentir y oír sea ya del Siglo de Oro, como se ha sostenido en la Arg., y como dió a entender un dictamen de la Academia Argentina de Letras que me comunicaron en octubre de 1941. Ejs. españoles modernos no los hay: que Blasco Ibáñez escribiera «sintiendo una música lejana en los oídos» prueba que para este escritor oír y sentir precisamente no eran sinónimos, pues «oyendo en los oídos» hubiera sido absurdo. No hace falta decir que sentir puede aplicarse a sensaciones auditivas. Ver una contradicción entre esto y la afirmación de que los dos verbos no son sinónimos sería tan pueril como suponer que iglesia es sinónimo de edificio, porque éste puede emplearse en lugar de aquél, si le queremos dar una calificación genérica o si, p. ej., vemos la iglesia desde lejos y no percibimos bien de qué edificio se trata. Hay, pues, varios casos en que se ha empleado siempre sentir, con referencia a sensaciones acústicas, en particular cuando el escritor recurre a él para evitar repeticiones, como en el ej. de Blasco, o en este de Lope: «oygo de confusas vozes / no menos confusos ecos; / atento más al ruido, / caxas y trompetas siento», El Cuerdo Loco, v. 2161. O cuando no le interesa hacer constar de qué clase de percepción se trata, óptica, auditiva, táctil, etc., o, aun aludiendo claramente a una auditiva, se trata de un sonido muy leve o vago, para el cual conviene más el término vago sentir que el de oír, indicador de una sensación clara y distinta. Así se comprenden los varios ejs. que se citan del Quijote (Cl. C. II, 41; III, 47; III, 269; y VII, 139). P. ej. D. Quijote «abrió un poco la ventana de una reja que daba sobre un hermoso jardín, y al abrirla sintió y oyó que andaba y hablaba gente en el jardín. Púsose a escuchar atentamente. Levantaron la voz los de abajo, tanto que pudo oír estas razones: ―No me porfíes, oh Emerencia!...». Primero los de abajo hablan cuchicheando, y entonces siente. Cervantes agrega y oye (con lo que demuestra que no hay sinonimia perfecta) porque a la primera sensación vaga ha seguido seguramente cierta atención del caballero, que le ha permitido oír en forma más clara. Y cuando los de abajo levantan la voz y llega a discernir lo hablado, entonces ya sólo oye. En los otros tres pasajes se trata de ruidos levísimos: los pasos de Maritornes entrando furtivamente en el aposento donde duermen D. Quijote y el arriero (análogamente «pasos he sentido» en Rojas Zorrilla, Cada qual lo que le toca, v. 2086; comp. port. sentir «ouvir vagamente»), los del amante de Leonela en la casa del Curioso Impertinente, los del cura y sus acompañantes al acercarse a Dorotea que se está bañando. En el último caso hay también otra cosa: la joven, con la vista fija en el agua, ni oye ni ve a los que se acercan, y por eso se emplea el término genérico. Esta última circunstancia es muy común en el empleo negativo («yo me retiro para escucharlos mejor, pues ellos no me han sentido», Quiñones de B., NBAE XVIII, 760), de ahí la frecuencia de la expresión sin ser sentidos, o hasta que seamos sentidos, expresión estereotipada que, como tal, puede extenderse a casos donde no hay más sensación que la acústica, como ocurre en el Coloquio de los Perros (Cl. C., p. 214). Pero lo común es que sentir exprese idea genérica, que abarca conjuntamente la percepción visual («el raposo vino muy ascondidamente cuidándolo tomar; et el gallo sintiólo et subió en un árbol», Conde Lucanor, ed. Hz. Ureña, p. 64), o equivale sencillamente a ‘darse cuenta’: «quiero llevar conmigo quien retrate / mi hermoso serafín... / ―Y ¿si lo siente doña Serafina / o el pintor lo publica?» (Tirso, Vergonzoso, II, 504; otro análogo en II, 655). En el caso de Juan de Valdés, es evidente que sentir usurpa ya el lugar de oír («siento que pronunciáis vuessa», «unas vezes siento dezir prestar y otras emprestar», Diál. de la L., 88, 97, otro en la p. 104), pero se trata de uno de tantos italianismos de este refugiado que vivió en Nápoles gran parte de su vida. A pesar de todo, está claro que sentir y oír en el castellano familiar del Siglo de Oro estaban ya cerca de la sinonimia. Tanto más cuanto más popular era el tono del lenguaje («cuando la Duquesa nos sienta» en el Quijote VII, 140, en boca de una criada). Y no podemos extrañar que en América se aprovechara esta circunstancia para salir del apuro homonímico. Claro que esto no podría invocarse para apoyar la abolición de una distinción útil del lenguaje literario.― ↩
10 Oído en castellano se aplica también a la oreja externa; en Pedro Macía, Dial. (1.ª ed. 1547), ed. Iowa, 124.8, se dice aun de las del asno («tener los oydos grandes»); gall.-port. ouvido íd. («o buraco do ouvido» Castelao 190.10).― ↩
11 Por la frecuencia con que se la interpela así (como se ve en La Ilustre Fregona: «asomóse el huésped a la puerta de la sala y dijo: ―¿Oíslo, señora? Haced que entre aquí Costancica», Cl. C., 298). Se recordará que mi oíslo figura ya en el Quijote. V. el estudio de J. Gillet, MLR XXXV, 66-69. Más sobre mi oíslo, Spitzer, RF LXI, 21-31. ↩