OPIMO, tomado del lat. opīmus ‘fecundo, fértil’, ‘gordo, pingüe’.
1.ª doc.: Lup. Leon. de Argensola (1559-1613).
Falta todavía en Covarr. y Oudin, y es ajeno al léxico de Góngora y del Quijote. Pero lo emplearon Jáuregui (h. 1620?), y otros varios clásicos algo posteriores. Siempre ha sido muy culto. No hay necesidad de emplear este vocablo, ajeno al uso común, aunque se lucen con él «muchos tontos», como dice Cuervo; pero si se emplea hay que acentuarlo bien y no decir ópimo, según hacen los más, desorientados por su vecino óptimo. Rima con racimo y voces semejantes, no sólo en los ejemplos que trae Cuervo (Ap., § 66), sino también en el Condenado por Desconfiado de Tirso (II, ix, ed. Losada, p. 138), en Quiñones de B. (NBAE XVIII, 608), etc.