ODRE, del lat. ŬTER, ŬTRIS, íd.

1.ª doc.: 1399, Gower, Confesión del Amante, 344 (hodre); glos. del Escorial y de Toledo.

Se hallarán fácilmente testimonios anteriores; figura también en APal. (17d, 41d, 237d, 440b, 539b) y en Nebr., y es frecuente en los clásicos. Aunque cuero, pellejo, boto y zaque le han hecho fuerte competencia, ha sido al menos voz bien conocida en todas las épocas, y heredada por todos los romances, salvo el francés. Su empleo hubo de pasar fuerte crisis en el S. XVI a juzgar por una declaración de J. de Valdés1, pero en tiempo de Cervantes volvía a ser palabra de uso común. Para la cantidad de la Ŭ en latín, vid. Heraeus, ALLG XV, 559.

DERIV.

Odrecillo [-zillo, ‘cuero para hacer manteca’, J. Ruiz, 1000b; ‘instrumento musical’, J. Ruiz, 1233c; Nebr.]. Odrero [J. de Valdés, V. arriba]; odrería. Odrezuelo. Odrinao., odre de buei: culleus», Nebr.]2; odrinada («lo que cabe en una odrina», Nebr.).

1 «Odre y odrero... por lo que agora dezimos cuero y botero; a mí, aunque soy mal moxón, bien me contenta el odre, porque no es equívoco como el cuero, pero no lo osaría usar; odrero sí, siquiera por amor de la profecía de Toledo, que dize: Soplará el odrero y levantaráse Toledo», Diál. de la L., 113.19.―

2 Figuradamente ‘borracho’ (¿o ‘achacoso’?): «¡Calla, borracho! ¡Calla, cuero! Calla, odrina, poeta de viejo, músico falso», La Ilustre Fregona, Cl. C., p. 273.