ODER, gall. ant. ‘atar’ y ÓDEGAS gall. ‘vencejos, atadijos’, origen incierto; suponen una base como OBDERE , *OBDէCA, de identificación dudosa, que en la forma coincide con el lat. obdĕre ‘cerrar’, pero en el significado va con la raíz D- ‘atar’, común a muchas lenguas indoeuropeas: parece ser palabra indoeuropea prerromana.

1.ª doc.: med. S. XIII, Cantigas.

Aparece bastantes veces en las leyendas piadosas versificadas por el rey Sabio: «odeu / a óstia ena touca» 104.32; atan a la víctima dentro de una casa para que el incendio la devore: «var?es, levade-a ja / fora da vila, cab’o cam?o, / u h?a casa mui vella está: /? a metéde / dentr’ e odede, / desí p?ede / -ll’ o fogo a perfia» 255.103; «un canto lle poseron / odeito aa garganta» 193.17; «quando s’estendia o nervio odeito» 77.381. Mettmann traduce «atar, ligar», lo cual resulta claro de los textos. Ni él cita ni yo conozco otra documentación gallega ni portuguesa. No creo que debamos hacer mucho caso de la terminación del participio odeito, puesto que este tipo de desinencia no es nada rara en los verbos en -er, donde se explica por colheito participio de colher (COLLECTUS, COLLIGERE), y de ahí se extendió a tolheito de TOLLERE y otras extensiones analógicas: en nuestro caso, por lo demás, una analogía semántica considerable, lo facilitaba.

Hoy tampoco sobrevive el verbo en ninguna parte, si no me engaño. Pero vive en gallego un sustantivo evidentemente relacionado, que ya recogió, en la forma odega, el más antiguo de los diccionarios gallegos, el de F. J. Rodríguez. El más prudente y enterado de sus sucesores, Valladares, trae «òdegas o òdias: vencejos, tramojos o ataduras de paja, en los manojos de trigo, centeno, cebada»; y de ahí pasó a sus sucesores, entre ellos Eladio Rdz. González «ódega: tramojo, atadura de mimbre o paja» (con variante odia ‘manojillo...’). Podríamos quedar con dudas, pero en todo caso nos tranquiliza ver que ya Sarmiento, aun cuando nos advierte que «no es muy común», oyó odias, oida, en tres pueblos de las afueras de Pontevedra en el sentido de «atadijos de paja, trigo o centeno, con que se atan las gavillas y manojos de centeno o trigo» (CaG. 181v°, 182r°, 226r°).

Esto tiene todo el aspecto de un derivado en -էCA del verbo oder, que perdería, en parte, en boca de algunos o de alguna zona, de pronunciación más relajada, la -g- intervocálica, hecho natural en posición tan débil como el fin de esdrújulo. Pero como derivados en -էCA, y menos con este valor no adjetivo, no se forman en período románico, hay que suponer que se formó tal derivación ya sobre el étimo ante-romance del verbo oder.

No sé que nadie hasta ahora se haya interesado por el origen de estas dos palabras, tan aisladas en toda la Romania, y de corte tan arcaico. En lo fonético oder coincide muy bien con el lat. obdere. Pues si se tratara de una -D- intervocálica la fonética histórica gallega ―a diferencia de la castellana― se opondría a ello categóricamente: toda -D- intervocálica desaparece radicalmente, y ya antes de los albores literarios, en gallego y portugués. Sólo un grupo consonántico con -D- o bien una -T- entre vocales se conserva, como -d-. Como un *OTERE no recuerda nada conocido en ninguna lengua, y un tipo morfológico tan singular como los verbos en -er, invita naturalmente a pensar en los numerosos en -DERE, no es desde el punto de vista formal en que se puede atribuir inverosimilitud a una base como OBDERE. Tanto menos siendo éste un verbo conocido en latín.

Conocido pero poco2, y poco frecuente. Lo emplearon Ovidio y Apuleyo en el sentido más divulgado ‘cerrar’, y Séneca y Floro en la ac. etimológica ‘poner por delante, como obstáculo’ (naves, ceram auribus). Pero ya se ve que ahí, aunque no haya dificultad en el terreno fonético ni léxico, hay dificultad semántica, y aun hay seria discrepancia: ‘cerrar una puerta’ o ‘poner como obstáculo’ no es ‘atar, ligar’, ni son ideas muy próximas. Sí es cierto, de todos modos, que se puede pasar de la una a la otra, y nos bastará recordar el fr. fermer, que fué primitivamente ‘sujetar (la puerta)’; por más que aquí el tránsito de ideas sería en sentido opuesto al de obdere a oder, se concebiría una evolución contraria, y en esta familia romance otras lenguas nos presentan una gama de significados no alejada de la hipótesis que hemos planteado: el cat. fermar es precisamente ‘atar’ y el it. fermare es ‘detener’. No hay paridad completa, pero bastante para servirnos de apoyo. Peor es que OBDERE no ha dejado descendencia alguna, directa ni en derivados, en las lenguas romances, y ni siquiera la calidad de lenguaje de los autores citados es indicio sólido de que perteneciera al latín hablado. Un verbo sospechoso de arcaísmo, literario y poco conocido, como étimo de una palabra confinada desde antiguo a Galicia, apenas se podrá tener por un supuesto menos atrevido que una base poco documentada.

Pero la objeción más grave es que un derivado en -CA como el postulado por el sustantivo ódegas no es una formación natural en latín antiguo y mucho menos en romance: el papel de estas formaciones en latín es adjetivo y nada más, y justamente el latín como el griego son quizá las únicas lenguas indoeuropeas donde tales derivados, frecuentes en todas las familias de la gran estirpe indoeuropea, con toda clase de valores, haya quedado confinado al terreno del adjetivo y del verbo. Donde ya existen dos escrúpulos como éstos, la seria discrepancia semántica notada antes aumenta todavía nuestro escepticismo.

Pues el caso es que ambos componentes de obdere, prefijo ob y raíz de, se encuentran en casi todas las familias indoeuropeas con las leves variantes del caso. Y con la ventaja de que fuera del itálico encontramos la raíz D-, en el sentido de ‘atar’ que mejor nos conviene, en varias lenguas: gr. ƌέω ‘yo ato’, con variante de tipo tan arcaico como el homérico ƌίƌƓμι (futuro ƌƲσω), ƌετƲ ‘atadijo de teas (para servir de antorcha)’, ƌεσμóς ‘atadura’, y con varios preverbios ―lo mismo que obdereƌιάƌƓμα ‘diadema, venda en torno a la cabeza’ υπóƌƓμα ‘sandalia, que rodea el pie’; scr. dȄman- ‘lazo, atadura’, dyáti ‘él ata’ (con sus compuestos preverbiales ni-dyáti, sa-dyáti, ā-dyáti,

Mayrhofer, K. Etym. Wb. Aind. II, 69), avéstico m-dyā-tm ‘sea detenido’. Es un elemento perteneciente sobre todo a la mitad oriental del dominio indoeuropeo, pero es ya lugar común repetir que el substrato indoeuropeo pre-céltico de lo hispánico presenta muchas coincidencias con el léxico del Oriente indoeuropeo, si bien no ajenas a dominios más bien centrales que orientales; y, puesto que el ilirio fué tomado, por Pokorny y otros, como lo más afín a nuestro sorotáptico, tendremos en cuenta que esta raíz dió varios representantes en albanés (Pok., IEW 183), con ciertas amplificaciones consonanticas, DE-L- ‘ligadura’ o DE-N-, y que ésta (alb. duai) tiene aplicación precisamente a lo atado en la cosecha, pues significa ‘gavilla’; especialización semántica que recurre, aun más claramente, en gr. donde el compuesto ęμαλλο-ƌετƲρ es ni más ni menos ‘atador de gavillas’ (cf. scr. nidātár- ‘el atador’ Rig-Veda VIII, 61.5).

Para una formación derivada con preverbio, como lo es el lat. ob-dere, no nos faltarían, por cierto, modelos en las lenguas indoeuropeas de fuera de Italia. Nos sobrarían si nos empeñáramos en llegar a un étimo concreto ne varietur (hay, p. ej., también UPO-, como en ȗπóƌƓμα o bien O-, no ajeno al griego, Pok. IEW 280-20ss.), pero sobre todo entrarían en cuenta OBHI- cuyas funciones en índico y en eslavo son tan parecidas a las que aquí suponemos (ob-stojati ‘rodear’, etc., IEW 287. 11ss.) y OPI- (lat. ob-, bált. ap-, célt. oi-, IEW 326.4ss.): puesto que OPI- es igual a EPI- en indoeuropeo (O/E), el equivalente exacto del verbo *OP-D-TU lo tenemos documentado en griego: Ɔπι-ƌεƗν «attacher sur» en Heródoto y Aristófanes, «garnir d’un bandage» en Jenofonte e Hipócrates. Estamos, pues, en un dilema que el futuro quizá permita resolver con menos reservas que las que hoy se precisan. Habrá quien prefiera atenerse a lo documentado en latín, obdĕre, pese a lo dudoso de su popularidad y de la base semántica ‘cerrar’. Habrá quien se anime, por esta razón, hasta la hipótesis más lejana de lo prerromano. Y éste encontrará luego camino más llano para llegar hasta una base sustantiva *ÓP-DE-KA3 para ódegas. En cuanto a si lo prerromano sería sorotáptico o céltico no hay argumentos terminantes, pues si es verdad que en Galicia acabó por predominar lo céltico sobre lo prerromano pre-céltico, más fuertemente que en el Centro-Norte de Portugal, quien no olvide los innumerables cementerios de urnas descubiertos en tierra gallega desde el S. XVIII acá (Sarmiento habla ya a cada paso de los que visitó) y los topónimos indoeuropeos no célticos identificados allá por Pokorny, Schmoll y yo mismo, sólo podrá atender al hecho de que D- ‘atar’ es ajeno al céltico y que la P de OPI- caía sin dejar huellas desde los orígenes célticos (a pesar de que aquí necesitamos un grupo consonántico como base). Argumentos ambos, a los cuales, se podría quizás encontrar escape con buena voluntad.

1 El último pasaje sólo en el ms. T, los demás figuran en los cuatro manuscritos.―

2 Tan poco, que ha sido olvidado del todo en el diccionario etimológico de Walde-Hofmann, obra tan detallada y concienzuda, aunque se explica por la suma extensión y complejidad del artículo do, en el cual se habría proyectado incluirlo (por más que se olvidara también la referencia en el orden alfabético).―

3 Sólo en términos de cierta latitud se puede precisar esta base *ÓPDEKA; no sabemos si sería -K femenino o -K plural neutro (nótese que se habla siempre de ódegas en plural, casi nunca de ‘un vencejo’). Lo probable es que la E fuese larga y no breve, o que fuese el diptongo EI (reducido a o զ), desde el punto de vista de la formación pre-latina; pero hay tantas lenguas como el celta, el griego, el índico, que tenían acentuaciones esdrújulas con penúltima larga, que no es ahí donde podrían fundarse objeciones.