MOHARRA, ‘punta de hierro de la lanza’, y MOJARRA, ‘pez de cuerpo comprimido’, origen incierto, probablemente del ár. muɅárrab ‘afilado’, participio pasivo de Ʌárrab ‘aguzar, afilar’.

1.ª doc.: muharra ‘hierro afilado que se pone en el extremo superior del asta de una bandera’, Ordenanzas Militares de 1728 (Aut.); mojarra, como nombre del pez, h. 1581, almojarra, 1676, D. Fernández Navarrete (DHist.).

P. Boyd-Bowman, Léxico Hispanoamericano del S. XVI, p. 596: «un pescado que llaman (los indios) diahacal, que son... mojarras» (h. 1581). Medina Conde (1789) en su lista de peces malagueños: «mojarra, pez más pequeño que el besugo, sólo qué es redondo y tiene algunas pintas hasta en la cola; la boca es pequeña». Aut. sólo registra muharra y luego mojarrilla ‘la persona que siempre está de chanza, fiesta, burla y alegría’, como voz familiar, que se explicará por comparación de la persona movediza con el pez de forma delgada; en efecto, la mojarra es pez difícil de coger por lo resbaladizo: «por más que el cantorcillo alegre y barato, quería resbalarse como una mojarra, quedaba prisionero entre los dedos nerviosos», en el argentino Fausto Burgos (La Prensa, 24-VIII-1941); tener mojarras en la cabeza parece ser allí mismo frase estereotipada con un sentido análogo al de tener la cabeza a pájaros, cat. tenir pardalets al cap ‘íd.’1. En cuanto a moharra, es la forma hoy preferida por la Acad. como nombre del hierro de lanza; en el Río de la Plata suele pronunciarse muarra (ya en Lussich I, 831), y es palabra muy viva en este país (Villador, Mundo Arg. 5-IV-39; Luis Franco, La Prensa, 17-IX-1944).

Como etimología propuso Dozy (Gloss. 316) el ár. Ʌárba, que en efecto significa lo mismo y es palabra muy viva en la actualidad (Beaussier, etc.) y ya clásica (Mil y una Noches; figura en el dicc. coránico de Dieterici; en R. Martí, con la trad. «telum»; etc.); pero claro está que esta etimología es imposible por evidentes razones fonéticas, por más que Dozy quiera justificarla desde este punto de vista, con razones inadmisibles; él mismo no la menciona ya en su Suppl. Más razonable es la de la Acad. «muɅárrib ‘ aguzado’»; hay una ligera inexactitud, pues el participio pasivo de hárrab ‘afilar, aguzar’ no es así sino muɅárrab, pero esto todavía facilita la derivación. Con todo eso, hay que reconocer que los diccionarios vulgares e hispanoárabes no nos atestiguan que el verbo Ʌárrab sea palabra de uso corriente (falta Dozy, PAlc., R. Martí, Beaussier, Lerchundi, Bocthor, Fagnan, etc.); sólo Gasselin, sin localizar, nos dice que se emplea especialmente hablando de armas. Convendría alguna confirmación vulgar, tanto más cuanto que si bien Freytag nos asegura que es palabra de uso clásico, en esta parte de su diccionario no aduce fuentes. De todos modos, es verdad que Ʌ-r-b es raíz muy vivaz en el árabe de todos los tiempos (V. los largos artículos de Dozy y Beaussier), y precisamente de ahí viene Ʌárba, que Dozy quería tomar como punto de partida. Desde otros puntos de vista no hay objeciones decisivas: la sustantivación, la caída de la -b, la falta de aglutinación del artículo en casi todas las variantes, no son fenómenos muy corrientes, pero son posibles, especialmente en una palabra que parece ser de introducción tardía (Leguina no da más documentación que la ya citada). Las etimologías que propone Eguílaz son imposibles por razones fonéticas, a no ser maȟâriɊ ‘puntas de lanza’ (plural de ȟraɊ), que presentaria mayor dificultad por la forma, y que además es palabra rara (sólo en Freytag) y sin relación con el significado de la raíz arábiga ȟ-r-s.

DERIV.

Mojarrilla, V. arriba.

1 «¡Quién fuera como él! Yo sufría por todo, como un agua sensible al declive, al viento y a la hojita del sauce llorón que le tajea el lomo; y también tenía mis mojarras en la cabeza, que a veces coleaban haciéndome sonar la orillita del alma», Guiraldes, D. S. Sombra, ed. Espasa, p. 285. En general, la mojarra parece ser pez muy popular en la Arg., vid. F. Burgos, La Prensa, 25-II-1940, 23-VII-1944; mojarrita, Ana Sampol de Herrero, ibid. 21-IV-1940. La describe el cubano Pichardo en su diccionario, identificándola ya con moharra ‘hierro de lanza’, y dice que es del género gerres.