MIJO, del lat. MէLէUM íd.
1.ª doc.: 1219, Fuero de Guadalajara.
Se halla también en J. Ruiz, APal., Nebr., etc. De uso general en todas las épocas y común a todos los romances. La cantidad breve de la I tónica latina está asegurada claramente por el verso en las Geórgicas I, 216. Formas romances correspondientes a esta cantidad se han conservado en rumano, rético y ciertas hablas occitanas (Marsella, Delfinado, Auvernia); el it. miglio, sardo mizu y fr. millet son equívocos, pero el port. milho, el cat. mill y la forma castellana, así como las de la mayor parte de las hablas occitanas (Gascuña, Languedoc, Rouergue, Perigord, Lemosín, Ródano) suponen una cantidad *MզLէUM>, que acaso se explique, como indica Brüch (ZFSL XLIII, 266), por influjo del número mil, a causa de la gran cantidad de granos que debe de producir la espiga de mijo (a juzgar por el tamaño pequeñísimo de esos granos). En algunas partes se trasmitió el nombre del mijo al maíz, cuando este cereal se introdujo en Europa: canar., salm., gall. millo (allí el mijo modernamente se llama millo, miudo o miudo, Sarm. CaG. 91v10f., 92r2 y 12; milló está también en Castelao 25.17, 156.20), port. milho, gasc. milhòc; la razón es que, como explica Rato, con él «se hacían las boroñas [‘panes de harina de maíz’] antes de que el maíz viniera de América»: en efecto, hoy el mijo apenas se emplea más que para las aves, mientras que en la Edad Media proporcionaba la mayor parte de la harina de pan en las zonas rurales.
DERIV.
Millaca ‘cañota, cierta planta gramínea’ [Acad. 1899 o 1914], derivado de origen gallego-portugués o dialectal. Gall. millá(n) ‘hierba muy común, parecida a la avena, con pendón como el maíz’ que Sarm. admite sea la miliaria de Plinio (CaG. A149v). Cultismo: miliar.