MARTINGALA, la ac. primitiva parece ser ‘fondo de una especie de calzas, el cual se atacaba por detrás’, y parece haberse tomado del fr. martingale íd., alteración de martigale ‘del pueblo de Martigue’, en Provenza, cuya situación aislada, junto a la desembocadura del Étang de Berre, ha sido causa de que sus habitantes tengan fama de gente rústica, y de que conservaran antiguas vestiduras y costumbres.
1.ª doc.: 1568, Eugenio de Salazar, Cartas.
Por lo demás no conozco más documentación que ésta en lengua castellana; no sé que lo registre más que Oudin, quien traduce correctamente «chausses à la martingale». El vocablo hubo de anticuarse pronto en castellano, y así se explica el que Aut. al citar el pasaje de Lope lo traduzca, completamente al azar, «parte del arnés que cubría las entrepiernas». Aunque, rindiendo pleitesía a la autoridad del diccionario académico, todos los lexicógrafos posteriores se empeñen en ver ahí el nombre de una pieza de armadura (aun Gayangos en su glosario a Salazar) o unas calzas que se ponían debajo de la misma, no hay la menor prueba de que en castellano haya existido, antes del S. XIX, otra ac. que la arriba descrita; Leguina, Dicc. de Armería, hace constar categóricamente que no lo ha hallado nunca como término militar o de armadura «en documentos antiguos, ni en Crónicas o libros caballerescos». En francés martingale significa además ‘gamarra, correa que partiendo de la cincha pasa por entre los brazos del caballo, se afianza en la muserola y sirve para afirmar la cabeza del caballo’, ac. que en francés se documenta sólo en el S. XVIII, pero ha de ser anterior, pues en el ingl. martingale, de seguro origen francés, ya se documenta h. 1589, y varias veces en el S. XVII: es visible la comparación con la martingala de las calzas; de ahí pasó luego a una cuerda que sujeta el bauprés por debajo (en inglés ya en 1794; V. grabado en Jal, s. v.); y finalmente ‘lance en los juegos de azar, encaminado a devolver al jugador lo que pueda haber perdido, más un beneficio’, o en general ‘artimaña’, que en francés se documenta desde princ. S. XIX (Picard, en Littré), en inglés desde 1815, y en castellano lo cataloga la Acad. sólo desde 1899. No hay duda, pues, de que en esta ac. volvió a tomarse nuevamente del francés en el siglo pasado, y me parece no menos seguro que en la ac. primitiva es también uno de tantos términos de indumentaria de procedencia francesa.
Sin embargo, la etimología propuesta brevemente por el anglista Mayhew (Modern Language Review, volumen VII, 499), y aceptada por Bloch, tendería a probar lo contrario: martingala, según esta opinión, vendría del arabismo cast. ALMÁRTAGA ‘especie de cabezada que se ponía a los caballos para tenerlos asidos mientras el jinete se apeaba’, del cual justamente existe variante antigua almártiga (y derivado almartigón). Todo parece, en efecto, muy claro en esta etimología, que nos invitaría a partir de la ac. ‘gamarra’; pero hay dificultades insuperables: como almártaga (-iga) sólo existe en castellano, el derivado habría tenido que formarse en España, donde precisamente no hallamos la ac. ‘gamarra’, y sobre todo sería imposible explicarse en castellano el sufijo -ala2.
Hay que desechar, pues, la idea, y atenerse a la vieja etimología de Ménage, Mistral, etc., aceptada en general por los etimologistas: el gentilicio de Martigue, localidad célebre de Provenza, es martigal, -ale (prov. martegau, -alo), y desde manigale se explica formalmente martingale, con gran facilidad, por una trasparente etimología popular (Martin + gale). Nótese que Henri Estienne en 1583 menciona las chausses à la martingale, junto a las calzas «a l’hespagnole, a l’italienne, a la lansquenette», es decir, tenía conciencia todavía de que martingale era gentilicio; la danza bailada por los habitantes de Martigue en 1564 en presencia de Carlos IX la llama Noël du Fail (1585) «la martrugalle de Provence» (vid. God. X, 128a, b). Para la copiosa fraseología provenzal que presenta a los habitantes de este pueblo como gente simple y a la antigua, vid. Mistral, s. v. Martegue, -gau. No creo que haya por qué buscar más.
1 Donde aparece, según A. de Apraiz, Juicio de la Tía Fingida, p. 229.― ↩
2 No es pertinente mencionar con Mayhew el fr. amiral ‘almirante’ y garingal o galengal. Son arabismos, pero no tienen -ala, sino -al, y en ellos esta terminación se explica por causas individuales aquí inaplicables. ↩