MANÁ, m., antiguamente mana f., tomado del lat. manna, gr. μάννα, y éste del hebreo man íd.

1.ª doc.: mána f., Berceo, Sacrif., 15; maná, 1591, Percivale.

La acentuación en la primera sílaba está comprobada por la medida del verso en Berceo y en el Canc. de Baena, magna, p. 569. Lo mismo debemos suponer de magna en la Confissión del Amante (a. 1400), p. 244, y la mana en Laguna (1555) y en Luis de Oviedo (1581). Vid. Cuervo, Rom. XXXIII, 249-55; Ap., § 113d1. La falta de acento en APal. (manna, 262b, 263b) y en C. de las Casas (1570) no prueba nada (comp. alquile por ‘alquiler’); en Percivale aparece maná acentuado y como femenino; maná sin género en Oudin (1607). Covarr., que suele acentuar las palabras agudas en vocal, escribe repetidamente manna para el alimento bíblico, pero en artículo aparte da maná con ac. secundaria («es la manà un vapor muy grasso y suave, el qual... se condensa de noche, y decendiendo se assienta sobre las yervas... de tal manera que se puede coger como goma; de su naturaleza y uso della en medicina verás... a Laguna sobre Dioscorides... manà es también una confitura mas menuda que la gragea ordinaria...»); Aut. ya generaliza maná y así aparece en rima en Iriarte. Más datos en Gillet, Propaladla (V. el índice). Es probable la conjetura de Cuervo de que primero se cambiara el género adoptando el masculino por influjo culto, y que saliendo así el vocablo de las analogías morfológicas del castellano se le alterara el acento por imitación de Jehová, Caná y otros hebraísmos. En latín y griego se acentuaba en la primera sílaba y era comúnmente neutro, aunque el género femenino ya se halla en varios autores latinos cristianos. El it. manna f., y el fr. manne f., han conservado hasta hoy dicho estado de cosas, que es también, indudablemente, el del cat. ant. manna f. (Costums de Tortosa, 474; Spill, v. 13580; etc.), y aunque hoy predomina mannà m. en este idioma (o más popularmente magnà m.), todavía se conserva manna en Menorca y maina f. en Mallorca.

DERIV.

Manita. Manito, m.

1 En Colombia se conserva hoy la mana como nombre de la sustancia sacarina que fluye de varias plantas. La Mana y Las Manas son nombres de fincas, nada raros en Cundinamarca (una al S. de Zipaquirá, otra en Yerbabuena junto a Chía), aunque ahí no sé si se trata de la sustancia sacarina, de etimología hebrea, o de un postverbal del verbo manar en el sentido de ‘manantial’, cuya existencia implica el propio Cuervo en Ap., § 921, y que quizá debiera comprobarse mejor.