LLAVIEGU ast., ‘arado’, gall. labèga, port. lavego, origen incierto: como designa un tipo de arado perfeccionado, el arado con ruedas en Portugal, quizá esté emparentado con el nombre rético del arado con ruedas, ploum, longobardo plovum, a. alem. ant. pfluog; podría tratarse de un *LAVAECON, formado con *LVONl>, correspondencia céltica de plōvum, más el sufijo celtibérico -AECO-.

1.ª doc.: h. 1800.

En esta fecha anotaba Jovellanos (Rivad. XLVI, 345) llaviegu como nombre asturiano del arado. Rato: «llabiegu: arado» (también s. v. gayón); Vigón: «llabiegu: arado. Castropol vasadoiro, en Luarca visadoiro». Ahora bien, el vasadoiro, en el Occidente de Asturias (adonde se refiere Vigón), es el «arado con ruedas» según Acevedo-F. En esta zona de la región no se emplea el vocablo que nos interesa, aunque Acevedo-F. cita chaviego como voz de Tineo, o sea del territorio donde L- inicial se convierte en ƫɊ (representado aproximadamente por ch-). Canellada da una reproducción del llaviegu (p. 57), donde no se ven las ruedas, sea porque en Cabranes designe otro tipo de arado, o sea porque, estando estas ruedas en un avantrén separado, no se consideraran parte esencial y se omitieran en el grabado. De todos modos, aun en Cabranes, el llaviegu no es un arado cualquiera, sino un tipo más perfecto que el tazón y la andeza, tipos más rudimentarios, empleados en labores preparatorias, y desprovistos, ésta de sechoriu (cuchilla suplementaria) y aquél de reja y orejas (vid. Canellada, en los artículos correspondientes).

El área del vocablo se interrumpe en el Oeste de Asturias y Oriente de Galicia, pero vuelve a aparecer en el partido de Betanzos (prov. Coruña) en la forma labèga1 (Vall.), y luego en muchos puntos de Portugal. Allí ya Bento Pereira, que nació en el Alentejo en 1608, recogía lavêgo como «arado grande, para limpar o campo das raizes, etc.» (cita de Moraes). Según Krüger (Gegenstandsk., 187) se trata del «arado de ruedas», llamado lavego, lamego y labrego en Extremadura, labrêgo en Paredes de Coura (Minho, RL XVIII, 122) y en Arcos-de-Valdevez (RL XXII, 23): en estas dos localidades se trata de un arada provisto de dos orejas (aivecas) móviles y de dos rabiças (cruz de la mancera). Que se trata de un arado de tipo más elaborado que el arado rudimentario, nos lo confirman en todas partes. El vocablo se ha alterado en varios lugares por etimología popular: según la Acad. gallega existen en Galicia las variantes arabega y arabesa (con influjo de arar, y la segunda con cruce de vesadoiro), y se trata de un «arado antiguo de madera, tamaño mayor que el ordinario, que lleva una tabla de mancera que se cambia a cada surco para volver la tierra: se emplea en trabajos profundos, generalmente para sembrar el maíz, y suele llevar un avantrén compuesto de dos ruedas de madera; usado en la comarca de Vigo». En Santander laviego se altera en ariego por la mencionada etimología popular, y es según G. Lomas «el arado llamado romano»: en la lámina XIX de la nueva edición pueden verse reproducciones del arado romano o ariego, y de los tipos más rudimentarios llamados aladro antiguo y rejón de roturar.

En cuanto a la etimología, no se ha propuesto hasta aquí nada sostenible. Jovellanos sugería un lat. *CLAVICULUS diminutivo de CLAVUSclavo’, imaginando que en una época primitiva se empleó para arar una especie de clavo: lo cual es tan arbitrario desde el punto de vista etnográfico como imposible en el aspecto fonético. Krüger se fijaba en la variante local portuguesa labrêgo admitiendo que era derivado de labrar, pero como nota M-L. (REW 4810) es evidente que labrego, ariego y arabega son otras tantas deformaciones locales del tipo común lav(i)ego, cuyo origen deja M-L. en la oscuridad. Inútil decir que no puede ser lat. illabi + equus, como escribe Vigón. Más bien podría imaginarse, si sólo conociéramos la forma asturiana, que llaviegu deriva de llavía ‘clavija’, que Rato define «unos tarugos de madera que se colocan en la punta de las pértigas del carro». Pero ya en el aspecto semántico cabría objetar que todos los tipos de arado tienen clavijas; y son sobre todo las formas gallegas y portuguesas, las que prueban que esta etimología es imposible. El ast. llavía viene de CLAVICULA con evolución regular de la CL- inicial y de la -CL- interna, según la fonética asturiana. Pero en gallegoportugués CLAVICULA da chavelha y no puede dar otra cosa, con lo cual está en flagrante contradicción la forma gallega (lavèga) y la forma portuguesa (lavêgo) de la palabra que nos interesa. Fonéticamente nos vemos conducidos a un tipo LAVԵCU, que habrá de ser prerromano, conforme sugieren el sufijo celtibérico -AECU y la abundancia de nombres prerromanos en la terminología romance del arado (fr. charrue, soc, raie, cast. amelga, etc.).

La forma del lavego coincide notablemente con la del tipo de arado que Plinio llama ploum y describe así (Nat. Hist. XVIII, 172): «latior cuspis [‘reja’] et acutior, in mucronem fastigata, eodemque gladio scindens solum et acie laterum [‘orejas’] radices herbarum secans, ut duas adderent tali rotulas, quod genus vocant plaumorati; cuspis effigiem palae habet»; observa Plinio que este tipo de arado había sido inventado recientemente en la Retia gálica («non pridem inventum in Raetia Galliae»), lo que puede entenderse como la parte de Retia que tocaba con la Galia cisalpina. De ahí que la mayor parte de los críticos enmienden la lección vocant plaumorati (cuya -i final la denuncia como corrupta) en vocant ploum Raeti. Las rotulae agregadas al ploum de los Retios coinciden con el avantrén de ruedas mencionado repetidamente como característico del llaviegu, y su empleo especial para cortar las raíces de las hierbas recuerda notablemente la propiedad del lavego portugués más característica a los ojos de Bento Pereira. Hace tiempo que se ha reconocido en el ploum de Plinio el abuelo lejano del lomb. y emiliano piò, ladino-tirolés plof, y el antecedente del nombre germánico del arado representado por el longobardo plovum (S. VII, Leges Longobardorum: Diez, Wb., 23), el a. alem. ant. pfluog (hoy pflug), b. alem. ant. y neerl. ant. plôg, fris. ant. plôch. Como indicó Jud (ASNSL CXXI, 1908, 91)2, los datos etnográficos y lingüísticos en el territorio germánico indican inequívocamente que esta denominación viajó desde los Alpes propagándose hacia el Norte: se trata de una denominación ajena al gótico (donde ‘arado’ era hôha) y advenediza en escandinavo y anglosajón, pues allí el nombre antiguo era arr (= ARATRUM) y en Inglaterra plough aparece en fecha tardía, trasmitido desde Alemania por conducto del escand. tardío plôgr. También la correspondencia fonética irregular de la p- germánica con la p- del rético de Plinio prueba que en germánico estamos ante un préstamo del sustrato pregermánico. Las etimologías germánicas o indoeuropeas que se han sugerido (Falk-Torp, s. v.; Walde-P. I, 812) son inverosímiles (dudosas aun a los ojos de sus autores), y por el contrario hay formas probablemente emparentadas en los actuales dialectos retorromances de Suiza (b. engad. fliana, a. engad. flia, flüa, romanche fléua, con correspondencia irregular de la consonante inicial). Véase más acerca del vocablo en Schrader, Reallexikon2 II, 186; Kluge, s. v.; Walde-H. s. v. ploum y plauromatum (comp. plaustrum y ploxenum). Se trata de todos modos de una vieja palabra del sustrato centroeuropeo.

Y siendo así es perfectamente posible que la heredara de este sustrato el celta continental lo mismo que el germánico, y que el celta la adaptara a su fonética, que elimina la P- inicial y cambia la Ķ en A: la correspondencia céltica de PLĶVUM sería por consiguiente *LAVON, de donde podría derivar llaviegu. Sin duda alguna esta etimología es hipotética e incierta, pues no hay huellas de tal vocablo en las lenguas célticas modernas. Éstas conservaron en general el tipo indoeuropeo ARATRO- (irl. arathar, galés aradr, córn. aradar, bret. arazr), o bien introdujeron palabras sustitutas, de carácter evidentemente secundario (irl. cécht, propiamente ‘rama’ o ‘gancho’). Pero se trata de las lenguas insulares, en las cuales no es extraño que no lograra penetrar este vocablo del sustrato centroeuropeo. Los nombres galos del arado, propiamente los ignoramos: parece que en un período arcaico existió ARATRO-, conservado como componente de nombres propios, pero junto a él se introdujo CARRUCA (fr. charrue), como nombre de un tipo de arado especial, y junto a él pudo existir *LAVON, sea como nombre del arado con ruedas, sea como denominación peculiar al celtibérico, o como las dos cosas a la vez. Lo que presta apoyo a esta sugestión es el sufijo típicamente celtibérico del derivado *LAVAECON, que hemos de suponer como base de llaviegu. Los celtas al entrar en España traerían consigo este nuevo tipo de arado perfeccionado y con él su denominación centroeuropea, y el vocablo se conservaría sólo en esta región astur-galaico-lusitana, que es la más rica en reliquias célticas dentro de la Península Ibérica.

Quizá otro derivado del tipo rético PLOVUM ~ PLOGUM, de procedencia sorotáptica, es el cat. pollegana, -llagana, que designa el tipo de arado más viejo y tradicional. Se oye en muchos puntos, p. ej. lo he anotado en la Torre de l’Espanyol, junto al Ebro, y sospecho es alteración de un *pologana, anaptixis de *plogana.

DERIV.

Llavegar ‘labrar con el llaviegu’ (R, Supl.) = port. lavegar. Llabegada ‘el movimiento que se hace con el llabiegu al labrar la tierra’ (V). Aunque es poco probable, teniendo en cuenta que l- y n- a veces alternan en vasco, podríamos preguntarnos si el vco. nabas ‘arado’ tiene que ver con el célt. *LAVON y con el llaviegu ast.

1 Por cruce con arado: arabega «besadoiro, el arado de tres rabizas, para labrar la tierra en pelo, como el del Porriño» [S. XVIII, P. Sobreira, cit. DacGall.], y cruzándose éste con besadoiro: gallego viguense arabesa «arado antiguo de madera para trabajos profundos...» (ibid.).―

2 Ahora publicada en el libro Rom. Sprachgesch. u. Sprgeogr. (p. 38, con nueva e importante nota en pp. 533-534).