LLAPARADA o LLAPADA, ‘llamarada’, voz asturiana, hermana de la gall.-port. labareda, de origen seguramente prerromano, probablemente sorotáptica y emparentada con la raíz indoeuropea LAP- ‘lucir, quemar’, común al báltico lāpa, lópė, -is ‘llama’, ‘antorcha’, con el hitita y otras lenguas de aquella gran familia.
1.ª doc.: Llaparada 1892, Rato; port. labareda 1589, Fr. A. Arraes.
El origen es incierto, pues no convence admitir un derivado del onomatopéyico lapar ‘lamer’ en el sentido de ‘lengua de fuego’ (nótese el ast. llapada), como admite M.-L. (REW 4905), comparando el alem. leckende Flamme; idea incierta, pues aunque no falte algún testimonio popular de lapar en Galicia (Vall.) y aun Asturias y prov. de León, se trata por lo demás de un vocablo raro o forastero en casi todo el dominio castellano y portugués, y teniendo en cuenta sobre todo que así no explicamos la -b- gallegoportuguesa. Puede ser vocablo prerromano hispánico, según propone G. de Diego en Contr., § 351, emparentado con el vasco labe o laba ‘horno’ (comp. suletino labatü ‘quemar, hacer una hornada’, labaka ‘reverberación’, labaki ‘artiga’, Lhande, pero nótese que no existe un vasco labaria ‘hoguera’ citado por G. de Diego).
Sin embargo esta idea choca con la -b- del portugués, donde el vocablo es ya muy frecuente en autores clásicos2, lo cual postula inequívocamente una -P- etimológica. En definitiva la buena idea fué, según me parece, la que había tenido primero García de Diego en 1922, de relacionar con el letón lāpa ‘antorcha de pino’ (RFE IX, 129-130), acerca del cual mucho nos enseñan Mühlenbach-Endzelin (Lettisch-Deutsches Wörterbuch II, 439 y 475).
Se lo rechazó Meyer-Lübke porque en céltico habría desaparecido la -P- en este vocablo. Es indudable, y sin embargo opino que la idea del venerable lexicógrafo, esta vez, en definitiva, era buena. No cabe dudar en efecto de que estamos ante una palabra y una raíz de viejo y amplio arraigo en indoeuropeo: por lo tanto no vendrá del céltico, pero sí de la lengua de los sorotaptos, que conservaba la P. En efecto, la palabra es común a todas las lenguas bálticas: prus. ant. lopis ‘llama’, lit. lópė ‘luz encendida’ o ‘haz de teas’; y, con otras variantes radicales, reaparece en algún dialecto eslavo suelto, en el verbo lit. lìpst ‘arde’, liepsnà ‘llama’, en formas algo más diferentes en céltico (irl. ant. lassair ‘llama’, galés llachar ‘brillante’, < laps-), griego λαμπάς ‘antorcha’, λάμπω ‘yo luzco, lanzo destellos’3, scr. lop- ‘encender’ e hitita lap- ‘estar en brasas, ardiente’ y aun escandinavo (Pok. IEW 652-3; Walde-P. II, 283). La base LAPA-Rଵ, que suponemos sorotáptica, explica la mayor parte de las formas romances, que tienen inicial lab-; y las menos numerosas en lap- pueden ser debidas sea a una antigua geminación expresiva, sea al influjo de lapar ‘lamer’, cf. Ervedosa alambarar, donde la contaminación es de LAMBୱRE>, sinónimo de lapar.
DERIV.
Gall. NE. labaruda ‘moza guapa, bonita’ (en Viveiro, anotado por Sarm.) (< ‘muchacha ardiente, atractiva’). Acojo con escepticismo los supuestos gall. dial. lapa ‘llama’ y lapear ‘llamear’, cuyo garantizador más de una vez ha empleado vocablos imaginarios.
1 «A vida voltou nunha branca laborada» Castelao 194.27.― ↩
2 «Levantou tanta labareda de indinaçƟo» en Antonio Feio, «apagar algumas labredas dos alevantados que ainda havia por aquelas partes» en Diogo do Couto (Moraes).― ↩
3 Interesa a este propósito la opinión de F. B. J. Kuiper [Museum LVI, 1951, 83) de que λάμπω y sus parientes, y en particular las palabras bálticas, no constituyen una palabra indoeuropea, sino un elemento del substrato paleo-europeo secundariamente (aunque ya en fecha antigua) indoeuropeizado; y ahí habla Kuiper con particular autoridad, pues fué él en 1937 quien en sus trascendentales Indogermanische Nasalpraesentia, p. 152, llamó la atención de esta importante familia de palabras. ↩