LEBRILLO, ‘vasija ancha de barro vidriado que sirve para lavar ropa y otros usos’, del mismo origen incierto que el cat. ant. y dial. llibrell (hoy gibrell o ribell); si viene de un diminutivo del lat. LABRUM ‘pila’, ‘tina’, ‘bañera’, ‘lagar’, sólo puede ser por conducto del mozárabe librêl, pues de otra manera no se explicaría la i o e de la primera sílaba, pero aun así esta etimología puede suscitar escrúpulos.

1.ª doc.: librillo, J. Ruiz, 1174d.

Se trata ahí del utensilio empleado para lavar platos, sartenes, calderas, etc. (en G ladrillo es errata). También Nebr.: «lebrillo grande de barro: labrum; lebrillo pequeño...». Aut. cita ejs. de la Descripción de África de Mármol (1570) y de Acosta (1590). Palabra de uso muy popular; Cej. VII, § 15; en algunas partes dicen librillo, seguramente por etimología popular1. No es menos popular el cat. gibrell [1498], que en lo antiguo es comúnmente (l)librell, documentado con frecuencia desde fines del S. XIV («terrassos, escudelles, cresols, llibrells, rajoles», Eiximenis, Regiment, N. Cl., 32.28; J. Roig, n. 14701; muchos ejs. en Ag.); hoy se pronuncia con g- en casi todo el Principado, pero llibrell en Castellón y Valencia, ribell en Reus, las Garrigas, Lérida, Mallorca y el Alguer (Cerdeña), ribrell o -ella en Fraga, dribell (< *dibrell) en la Albufera valenciana. Todas estas formas se explican por disimilación del primitivo librell o llibrell. Fuera de España apenas hallamos forma alguna comparable, a no ser el oc. libel «vas ad mingendum vel cacandum», documentado sólo una vez en el Floretus, glosario de h. 1470, que Pansier supone escrito en Marsella (Levy, P. S. W. IV, 398; Pansier, V, 181)2.

Siguiendo huellas de Nebr., R. Cabrera propuso derivar lebrillo de LABRUM, y su ej. fué seguido por Diez, Parodi y M-L. (REW 4812). LABRUM designaba sobre todo una vasija de grandes dimensiones empleada para lavar todo el cuerpo, p. ej. la bañera en que sorprenden a Diana; otras veces es un lagar o tina llena de vino (Virgilio), etc. Semánticamente no habría dificultad, pues el diminutivo debió designar una vasija más pequeña, y hoy todavía el lebrillo se emplea para lavar los pies. El diminutivo, de acuerdo con las normas latinas, era LABELLUM, y éste ha dado formas del tipo lavelu ‘dornajo, artesa para agua’, diseminadas por toda Lombardía y Liguria3, y además el it. avello ‘sepulcro’, el a. alem. ant. labal, y si no me engaño el ags. læfel «bassin», que en la forma lebil aparece en los glosarios anglosajones de Epinal, Erfurt y Corpus Christi, glosado por «(aqua-) manile». No sería nada sorprendente que bajo el influjo de LABRUM el latín vulgar hubiese cambiado en algunas zonas LABELLUM por *LABRELLUM.

Pero ni la e castellana ni la i unánime del catalán y de la lengua de Oc pueden avenirse con esta base, a pesar de que los mencionados filólogos no manifestaran escrúpulos en este punto. Claro está que no sería posible hacer responsable al ár. Ǥibb ‘aljibe’ de este cambio en el vocalismo (como M-L. lo hacía para la g- del cat. gibrell, en la 1.ª ed. de su diccionario, por lo demás innecesariamente, pues esta g- se debe a una disimilación bien natural), puesto que la i no está circunscrita a las formas con inicial alterada. Como por otra parte la forma occitana tiene -b- conservada a pesar de que esta consonante no va seguida de r, y en estas condiciones la -b- no corresponde a -B- latina, sino más bien a -P-, surgen graves dudas acerca de la justeza de la etimología *LABRELLUM.

También es verdad que otros étimos presentarían todavía peores dificultades. Forteza, Gramática Catalana, § 156, sugiere LզBELLA ‘plato de balanza’, que explicaría directamente el oc. libel y las formas mallorquinas y leridanas como ribell, ribella; pero ahí también surgiría la dificultad de la -b-, y por otra parte LIBELLA, aunque sea diminutivo de LIBRA ‘balanza’, sólo está documentado en el sentido de ‘nivel (de albañil)’ o ‘as, moneda de poco valor’. El parecido con el gr. λέβƓς, -Ɠτος, lat. lebes, -ētis, ‘caldero’, ‘fuente’ (que ha dejado un representante aislado en el Sur de Italia, REW 4960), es considerable, pero deberíamos admitir cambio de sufijo -et en -el, bastante difícil de justificar en castellano, -b- por cultismo, y la rara (y dudosa) disimilación occitana -e-é- > -i-é- (¿como en finestra FENESTRA?): en total es inverosímil. Más alejado está todavía LAPIDEUM ‘cacharro de piedra’, que ha dejado descendientes en muchos dialectos italianos y en vasco (FEW V, 169; BhZRPh. VI, 45).

El único camino que alcanzo a ver para explicar lebrillo partiendo de *LABRELLUM sería admitir que el vocablo no es propiamente castellano ni catalán, sino sólo mozárabe, desde donde se habría trasmitido a los romances del Norte. De hecho en mozárabe lo tenemos documentado antes que en parte alguna: l-brâl ‘escudilla, barreño’ en el anónimo sevillano de h. 1100 (Asín, 142), librâl «conca» en R. Martí, libril «lebrillo grande de barro» en PAlc. Nótese que los testimonios, bastante antiguos, de J. Roig y del Tirante son valencianos, que el de Eiximenis también se puede referir a esta región y que el segundo testimonio catalán habla precisamente de «2 librells grans de terra, d’obra de Valencia». Luego eran frecuentes los barreños procedentes de esta región, como toda la famosa loza y azulejos de «obra de Manises». En mozárabe se justificaría el cambio arabizante de a en e. Esto, a la verdad, no desvanece del todo nuestros escrúpulos, pues el vocalismo inicial de la primera sílaba parece realmente haber sido i, a juzgar por la grafía de R. Martí, J. Ruiz, PAlc., el Floretus y las formas catalanas; en rigor se podría decir que la grafía de R. Martí representa una e cerrada (que no había manera de representar exactamente con los diacríticos árabes), la de PAlc. es una alteración granadina posterior, en J. Ruiz hay metafonía causada por un anterior *libriello, y las formas catalanas se deben a la palatalización de la i- inicial; siempre quedaría de todos modos el testimonio del Floretus, que además presenta la dificultad de la falta de -r-, en contradicción con las formas arábigas e hispánicas. De todos modos debemos reconocer que un hápax no puede nunca tener valor decisivo, y puede deberse a mil influjos exteriores o accidentales4, además de la posibilidad algo complicada de un mozár. ant. *lebel, procedente de LABELLUM y trasmitido a Provenza.

1 El Cerro del Librillo al Oeste de Mendoza (Arg.) tomaría nombre de alguna fuente provista de esta vasija.―

2 El diminutivo catalán gibrelleta tiene el mismo sentido de ‘orinal’. El femenino no diminutivo gibrella está también muy extendido en Cataluña para un lebrillo grande.―

3 Vid. REW y Jud, ZRPh. XXXVIII, 54.―

4 En lengua de Oc es testimonio aislado, pues Queirás leveit «bassin, espèce de bidon», junto con lavese de Niza y lavesoun «chaudière» del Var, vendrán del it. laveggio LAPIDEUM. Bien mirado libel podría ser alteración de un mozarabismo librel bajo el influjo del autóctono LAPIDEUM.