LAMPIÑO, vocablo de historia mal estudiada y de origen incierto; si fuese portuguesismo, según parece por el sufijo, podría derivar de lampo ‘precoz’, aplicado a los higos y peras que se cogen en junio, y derivado a su vez del nombre de Sanctus Iohannes Lampadarum, cuya fiesta se celebra en junio encendiendo antorchas u hogueras (LAMPADAE en latín): de ahí lampiño ‘muy joven’; pero este vocablo está documentado mucho antes en castellano que en gallegoportugués, y la supuesta evolución semántica no es evidente.
También Nebr. («
lampiño: depilis, glaber», y análogamente s. v.
oveja). Por lo demás es frecuente en el siglo XVII (Covarr., Oudin, Quevedo, Huerta, Ovalle, y ya Percivale, 1591)
1 y de uso general desde entonces; Cej. VII, § 27. La terminación sugiere origen gallegoportugués, donde efectivamente existe el vocablo en la actualidad: gall.
lampo y
lampiño (Vall.), port.
lampinho, pero es de notar que éste no se halla antes de Moraes (fines del S. XVIII), ni siquiera figura en Bluteau (1715). Quizá se trate de una laguna casual de nuestras fuentes, y el hecho de que en Chile se diga
barbilampiño en vez de
-iño (Echeverría Reyes, p. 52) podría comprobar que se trata del sufijo diminutivo lusitano, al que correspondía
-ino en leonés y castellano; pero claro que es prueba de poca fuerza
2.
C. Michaëlis (
RL XI, 9-14) llamó la atención acerca de la relación con
figos lampos y
peras lampas ‘precoces’ que ya figuran en Gil Vicente y en Ferreira de Vasconcellos, a principios y mediados del S. XVI, respectivamente (más ejs. del S. XVII en Bluteau),
figos lampaos en doc. de 1531 y en Manuel Thomás (1635), y el derivado
lampeiro ‘el mozo que hace algo rápidamente’, ‘precipitado, atolondrado’ [S. XVII], ‘temprano, que viene de prisa’ (S. XVIII, en Vieira); hay además
levar as lampas a alguem ‘obtener uno primero lo que él deseaba lograr’ (Vieira), ‘llevarle ventaja, serle superior’ (en Rodrigues Lobo, 1619, cita de Bluteau), gall. pontev.
figos lampos (Sarm.
CaG.
A14
r). Como ya dice Bluteau, todo esto está relacionado con el nombre del día de San Juan, y, en efecto, a este santo de Junio se le dió en Portugal el nombre, de
Sanctus Johannes Lampadarum, documentado en 1193, en memoria de las hogueras que se encienden en este día (lat.
lampas ‘antorcha’, no luminarias de sebo, cera o aceite, como dice C. Michaëlis); confirma brillantemente esta etimología la forma
figo lâmpedo del dialecto de Turquel (
RL XXVIII, 233), tanto más cuanto que la aplicación de
lampo se restringe a los higos y peras, y ya no se extiende a cerezas, fresas, uvas, manzanas y otras frutas que no son tempranas en junio. En cuanto a
lampiño, Gonçalves Viana (RL XI, 241) objeta que la evolución semántica ‘precoz’ > ‘muy joven’ > ‘desbarbado’ no es convincente, y de hecho no puede decirse que sea evidente; sin embargo, si estuviese probado que
lampiño es galleguismo o portuguesismo, podríamos aceptar la etimología, atendida la gran popularidad de
lampo ‘precoz’ y su familia en el idioma vecino. Pero los hechos filológicos más bien indicarían mayor antigüedad en Castilla, y conviene no olvidar casos como el de
CARIÑO en que la terminación también desorientó a los romanistas; lo mismo que en este caso,
lampiño podría ser estrictamente castellano si derivara de un verbo
*lampiñar (con sufijo
-INIARE), que bien podría salir de
*lempiñar, derivado disimilado de
limpiar, si bien con influjo de
lámpara por etimología popular, por lo lustroso o brillante de las lámparas y del cutis de los lampiños. Claro está que también podría ser derivado de
LAMPAS, -ADIS, con esta base semántica, posible aunque menos evidente. En cuanto a
lampero ‘lucio’ («afeitóla estotro mayo y púsola muy
lampera»
3, en Sánchez de Badajoz, citado por Cej.,
Voc.), parece ser el equivalente leonés del citado port.
lampeiro y hasta cierto punto confirma la teoría de C. Michaëlis.