JADE, tomado del fr. jade, antes ejade, que a su vez se tomó del cast. piedra de la ijada, empleado en el mismo sentido por los conquistadores de América porque se aplicaba vulgarmente contra el cólico nefrítico o dolor de la ijada.
Monardes en su libro sobre cosas de las Indias dice que la
piedra de la yjada sirve para «preservar que no caygan en el dolor de la yjada»
1, y Raleigh en su obra sobre la Guayana (1595) afirma que los españoles llaman al jade
piedras hijadas; de ahí
iada en el diccionario italiano de Florio de 1598. Ya en 1655 el francés Voiture habla de
l’ejade como nombre del mismo mineral, e igual escribe Davis en Inglaterra dos años más tarde; posteriormente los franceses alteraron
l’ejade en
le jade, por donde se ve que el vocablo pasó primero del castellano al francés y después se trasmitió desde ahí, en su forma alterada, al inglés y demás lenguas modernas, entre ellas el propio castellano. Todavía
Aut. hace constar que el jade viene «de la América Meridional», aunque agregando que la emplean mucho turcos y polacos, que por su parte la importarían de Oriente; en efecto, era antigua y muy conocida entre mongoles, tibetanos y chinos, pero carece de fundamento la afirmación de la Acad. de que procede del chino
jud, pues en realidad el nombre chino es
yu o
yu-še, como atestiguan viajeros españoles, franceses e ingleses de los SS. XVII-XIX, vid. Dalgado, s. v. Averiguó por primera vez el verdadero origen Max Muller, y lo documentó satisfactoriamente el
NED (véase), levemente rectificado por A. Thomas,
Mélanges (2.ª ed., p. 125); para la inverosimilitud fonética e histórica de la etimología
IASPIS,
-էDIS, que se admitía anteriormente, vid. M-L.,
ZRPh. XXIX, 407-9.