GRUTA, tomado del napol. ant. o sic. grutta íd., y éste del lat. vg. CRŬPTA (lat. CRYPTA) íd., que a su vez procede del gr. κρύπτƓ ‘bóveda subterránea, cripta’, derivado de κρύπτειν ‘ocultar’.

1.ª doc.: 1433, Santillana1.

Aparece también, con la grafía latinizante grupta, en Nebr. (s. v. cueva), y alguna vez en Cervantes; es palabra muy frecuente en el léxico «noble» de Góngora y demás escritores de vena culta, como Ruiz de Alarcón, y figura en Oudin y Covarr., pero es característico ver que éste hace inmediata referencia a Italia, y que C. de las Casas (1570) no traduce el it. grotta más que por cueva; en APal. figura la forma italiana grotacripta: cueva o grota», 98d; «pepulum: cueva o grota», 354b], también registrada por Oudin. Nuestro vocablo no ha sido nunca de uso vulgar en España, y aun hoy se emplea de preferencia hablando de grutas de jardines o de cavernas artificiales. Se nota, en contraste con Italia y Francia, la total ausencia de gruta en la toponimia hispánica. Que gruta se emplee en judeoespañol (ZRPh. XXX, 141; en Monastir con el significado ‘almacén’, RH LXXIX, 533) no quiere decir que fuese verdaderamente popular en España antes de la expulsión de los judíos, sino que por su contacto con gente de lengua italiana y francesa los sefardíes se han acostumbrado a emplear un vocablo que sólo llevaron como término culto al emigrar. Según mostró Scheuermeier, BhZRPh. LXIX, 34, el descendiente de CRYPTA tiene el máximo de popularidad en Italia, y de allí grotta pasó al fr. grotte [1555]; antes había existido en Francia una forma autóctona croute, hoy todavía groutte en dialectos del Este. Tuvo gran importancia en esta expansión italiana la arquitectura de jardines del Renacimiento, y la costumbre de construir cavernas artificiales en los parques públicos o particulares, que se extendió desde Italia; pero no hay que restringir este influjo al S. XVI, según hace M-L. (REW 2349), pues ya había empezado antes. Ante la dificultad de explicar el cast. gruta, sea por el it. grotta o por el fr. grotte, a causa de su vocal tónica, se inclina Scheuermeier a creerlo helenismo autóctono. Pero dado el tono impopular del vocablo es preciso desechar totalmente esta idea y admitir que el vocablo procede de una forma dialectal del Sur de Italia, tal como el sic. grutta o el napol. ant. grutta (S. XV); el préstamo se produciría por conducto del catalán, donde también hallamos gruta en el S. XV (Roís de Corella, Ag.), aunque no es allí palabra más popular que en castellano. Papel decisivo desempeñarían en este préstamo las famosas grutas de Posilippo (especialmente mencionada por Covarr. y ya célebre en tiempo de Séneca), de Salerno y de Capri. Duplicado culto es cripta [1575, J. Román], tomado por vía eclesiástica, con la ac. griega.

DERIV.

Grotesco [grutesco, h. 1550, Lope de Rueda, forma también empleada por Lope, Covarr., Palomino y Aut.; brutesco, en Quijote, Suárez de Figueroa, Cascales y Quevedo, forma explicable por etimología popular inspirada en los animales que solían representarse en estos adornos; vid. Cej., La Lengua de Cerv., s. v.; grotesco, fin del S. XVIII, L. F. de Moratín], del it. grottesco, dicho propiamente de un adorno caprichoso que remeda lo tosco de las grutas, con menudas conchas (como dice Cervantes) y varios animales que en ellas se crían, más tarde con figuras de quimeras y follajes, de donde luego la ac. ‘extravagante’, ‘ridículo’ (más documentación en Terlingen, 114-6).

Derivados cultos del gr. κρύπτειν: críptico ‘que necesita descifrarse’ (falta todavía Acad. 1939); criptón. Apócrifo [med. S. XV: G. Manrique], tomado de ęπóκρυưος ‘secreto’, ‘que no se lee públicamente en la sinagoga’ (de donde ‘no auténtico’, aplicado a los libros de la Escritura), derivado de ęποκρύπτειν ‘ocultar’.

CPT.

Criptógamo. Criptográfico, criptografía, criptograma.

1 «Vi fieras disformes e animalias brutas / sallir de cuevas, cavernas e grutas», Canc. de Castillo I, 83.