GRIS, de origen germánico, probablemente tomado de oc. ant. gris íd., y éste del fráncico *GRÎS íd. (b. alem. ant. grîs ‘anciano’, ‘cano’, neerl. grijs ‘gris’).

1.ª doc.: peña grisa ‘piel gris’, invent. de Toledo, a. 1273 (RFE IX, 271-2).

El nombre del gris, variedad de ardilla empleada para forrar con pieles, es sustantivación del adjetivo de color, aunque en lo antiguo el adjetivo suele hallarse solamente en el grupo de vocablos peña gris o grisa, piel que se hacía precisamente con la de esta ardilla. El sustantivo grisa, como nombre de la misma, figura en los Aranceles santanderinos del S. XIII y en las Aves de Caça de López de Ayala (a. 1386), mientras que desde Covarr. aparece en este sentido la forma masculina gris. Como adjetivo tenemos girifaltes grises en la misma obra; grisas et vermellas como adjetivos en Marco Polo (arag., S. XIV); peña grisa en el Marqués de Santillana1; más datos, aragoneses, en VRom. X, 164. Como puede verse, la variante adjetiva grisa no es aragonesismo, sino la forma primitiva (comp. oc. y cat. grisa, fr. grise). Pero en la Edad Media gris como nombre de color era poco empleado en castellano (falta glos. de 1400, APal., Nebr. y los principales autores medievales): solía decirse, más vagamente, pardo; el principal empleo del vocablo era con referencia a las pieles de ardilla y a su matiz más estricto. De aquí que se percibiera gris como sustantivo en aposición (como hoy decimos falda marrón), y que al dominar el masculino como nombre de este animal se empleara gris junto a femeninos, y acabara por considerarse adjetivo de una sola terminación: así ya en el Canc. de Baena («enforrada en peña gris», p. 236). Desde el S. XVI tiende gris a hacerse de uso general: Illescas (1565) habla de hábitos de color gris, Góngora cita el ámbar gris, y Oudin registra como adjetivo de color sin limitaciones.

Todo este cuadro histórico resulta, sin embargo, elocuente: gris en español (como en portugués), es palabra importada de Francia con el comercio de pieles. Aunque el cat. gris ya se halla en 1435, es más probable que se tomara de la lengua de Oc, donde ya lo emplea el primer trovador, Guillermo de Poitiers, en el S. XI; también pudo llegar por el comercio marítimo desde el Norte de Francia. En realidad, no hay razones para admitir que gris sea palabra tomada por el latín vulgar del germánico común, como se ha dicho varias veces; el it. grigio puede ser galicismo o voz tomada directamente del fráncico. El caso es que en germánico sólo se documenta el vocablo en fecha antigua en bajo alemán y en neerlandés, pues consta que en alto alemán medio es palabra importada (vid. Kluge): luego el galorromance hubo de tomarlo del neerlandés ant. o del fráncico.

«Gris se llama en Andalucía el aire y tiempo muy frío», según Aut., y hoy sigue diciéndose familiarmente en castellano que hace gris, así con referencia al viento como al frío en calma. Lo mismo se dice en el catalán de Valencia (G. Girona, P. Meneu), mientras que en Cataluña se dice griso, y en el fr. dialectal del Centro gris es ‘viento Norte’, comp. lemos. ven negre ‘viento Norte’ (Wartburg, ARom. IV, 265); con parisiense gris ‘viento frío’ (Ch. Nisard, citado por Sainéan. Sources Indig. II, 294), gall. griseiro ‘glacial’ («na estación queda moita xente de pé arrufiándose c’o bafo ~ da mañán», Castelao 222.7); comp. turco kara yel propiamente ‘viento negro’ y fr. bise, derivado de bis ‘pardo’. Hay, probablemente, alusión a los días nublados y grises del invierno. En Marruecos gerîza o Ȑigrîza significa ‘escarcha’ (Lerchundi, Meneu), de ahí judesp. marroq. agrís íd., caer agrís ‘hacer tiempo muy frío’, frío como l’agrís, frío agrís (BRAE XIII, 525-6; XIV, 568); pero estas palabras son hispanismos, según lo muestra ya su g oclusiva, y nada tienen que ver con la raíz arábiga k-r-z, de significado absolutamente distinto (contra lo que supone Pascual Meneu, Rev. de Aragón VI, i, 467).

DERIV.

Grisa (V. arriba). Grisáceo o gríseo. Griseta [Terr.], del fr. grisette; agrisetado [1782, DHist.].

CPT.

Grisgrís ‘especie de nómina supersticiosa de los moriscos’ [Acad. ya 1817]: quizá sale más bien del ár. Ʌírz ‘amuleto’ (documentado en R. Martí y otros muchos: Dozy, Suppl. I, 269a), pero conviene tener esta etimología en cuarentena mientras no se logre documentar el vocablo castellano.

1 «Ropas trahen a sus guisas, / todas fendidas por rrayas, / do les paresçen sus sayas /forradas en peñas grisas», Serranilla de las Hijas, M. P., Poesía ár. y poes. eur., p. 92.