GRIAL, ‘escudilla’, ant., del mismo origen incierto que el cat. greala (cat. arcaico gradal, f.), oc. ant. grazala, fr. ant. graal íd.; aunque la leyenda del Santo Grial se propagó desde el Norte de Francia, el vocablo procede del Sur de este país y Cataluña, donde designa utensilios de uso doméstico.
1.ª doc.: greal, aranceles santanderinos del S. XIII (RFE IX, 271); también J. Ruiz, 1175d («espetos e griales, ollas e coberteras» S, greales G).
El dato más antiguo que se tiene del vocablo en parte alguna está en una escritura catalana, y por más señas urgelense, escrita en latín en el año 1010 (Du C.): «ad Sancta Fide coenobio gradales duas de argento, ad Sancto Vincentio de Castres anapos duos de argento». No es caso aislado, pues en el testamento ya medio romance de Ermengarda, hija del conde Borrell de Barcelona, en 1030, volvemos a hallar «vexela de auro et de argento, id sunt enapos V, et gradals II, copes II et cuylares V» (Rev. de Bibliogr. Cat. VII, 7, n. 1). Como puede observarse, este cat. arcaico gradal era femenino; de ahí que aunque posteriormente se halla alguna vez gresal2, lo común es la forma con terminación femenina que, con arreglo a la fonética local, ha tomado formas varias en los dialectos catalanes: grasala en el Rosellón, Alto Ampurdán y montañas de Vic; griala en el Alto Pallars y en la Espluga de Francolí; greala en la Segarra; grala junto a Montserrat; grela en Tortosa y el Maestrazgo. Me limito a citar los datos que conozco directamente y que se pueden ampliar con facilidad por medio de los diccionarios. Se trata de una cazuela en el Ampurdán, de una escudilla para picar cebolla en el Pallars, de un lebrillo de lavar platos en la Espluga, un lavamanos en inventario de 1440 de Vallfogona de Riucorb (Butlletí del C. Excurs. de Cat. VI, 99), una jofaina en Tortosa y Maestrazgo.
No es menor el arraigo y popularidad en el Sur de Francia, especialmente en Gascuña y Languedoc: bearn. ant. gradau «saloir», gradalou «grand plat», en las Montañas de Bearne gradale f. «plat (pour faire la quête a l’église)» (Lespy, Palay), Valle de Aure gradalo f. «terrine» (antic., Marsan), Luchon gardalo «grand plat creux», Arán gardala ‘artesa de los albañiles para la argamasa’, ‘vasija para la leche’, Toulouse grazal «baquet» (Goudelin), grazalo «jatte» (Visner), Tarn grezal «terrine» (Gary), langued. grazaou «auge de bois, tel que l’auge des maçons» (Sauvages), etc.3
En el territorio francés propiamente dicho sólo se halla hoy en día en el extremo Sudeste: Berry, Morvan, Haute-Loire, Franco Condado, Doubs y Jura; su empleo en los libros franceses del Grial lo introdujeron casi a un tiempo, en el S. XII, Chrétien de Troyes y Robert de Boron; según una conjetura de Foerster (Wörterbuch zu Kristian von Troyes, pp. 174-180) esta introducción sería obra del primero, natural de Champagne (hasta donde supone Foerster que pudo llegar el vocablo en aquella época), imitada por el segundo, que emplea el vocablo casi sólo como nombre propio. Hay sobre esta voz un artículo de Spitzer en Amer. Journal of Philol. LXV, 354, todavía valedero, por lo menos, en su parte negativa, y los de Mario Roques (Rom. LXXVI, 1-6 y RPhCal., 1955), que en lo lingüístico interesan sobre todo para precisiones acerca del uso en los textos franceses más antiguos y para el área medieval del vocablo en los dialectos franceses.
El área geográfica puede completarse citando el port. gral ‘mortero’ (Moraes, sin documentación; falta CortesƟo; pero éste podría ser GRAN-ALE), y el milan. ant. graelin ‘escudilla’ (probablemente préstamo francés, dado su aislamiento).
El estudio de esta documentación nos enseña: a) los documentos más antiguos proceden de Cataluña, en los albores del S. XI4, b) en la Edad Media el vocablo es especialmente popular allí y en tierras occitanas (vid. Raynouard y Levy) y aragonesas, c) la comparación de las varias formas, si todas fuesen autóctonas, conduciría a un prototipo *GREDALE o *GRADALE, más bien el primero, puesto que la asimilación de una E pretónica a la Á siguiente es fenómeno tan corriente, como rara una disimilación en sentido opuesto, y la forma francesa graal es del mismo tipo que maaille por *MEDALIA ‘meaja, moneda’; en cuanto a las antiguas formas catalanas recuérdese bien que en este idioma la e pretónica ya se pronunciaba como a en la Edad Media. En todo caso la -z- languedociana, la -d- gascona y el hiato catalán, castellano y francés coinciden en oponerse rotundamente a una -T- y en postular una -D- intervocálica (a no ser que se trate de un grupo -T?-).
¿Cuál es el origen? No se conoce, pues casi todas las etimologías propuestas son arbitrarias, casi infantiles (V. una lista en Nascentes). Repetidamente se ha sugerido una alteración del grecolatino CRATER, -ୱRIS, ‘copa grande’; algunos precisan: un derivado en -ALE del b lat. cratus, alteración (por lo demás, rara) de aquella voz latina; otros parten de una forma dórica *κρατĘρ, -Ęρος (Claussen, RF XV), cuya segunda r se habría disimilado en -l-: hay que apresurarse a observar que tal forma no pudo ser verdaderamente dórica, pues este sufijo tenía ē y no ā indoeuropea (según observa Prellwitz, KJRPh. IX, 41), y en cuanto a admitir una especie de hiper-dorismo propio de zonas de substrato dórico, como la Magna Grecia, pero fuertemente impregnadas de κοινƲ, es idea igualmente gratuita. Sobre todo chocamos con el obstáculo de que sólo en francés se justificaría el tratamiento de la -T- intervocálica. H. y R. Kahane, Zs. f. dt. Altertum LXXXIX; 191-7, insisten, sin razones válidas, en κρατƲρ; no se trata de dudas o de objeciones, como ellos dicen, sino de total imposibilidad fonética. Su nota no hace, pues, adelantar el problema. En cuanto al vocablo catalán grasser, -era (expresión rara), nada tiene que ver con esto: como muestra la -ss- se trata de un derivado en -ARIUM, -ARIA, de CRASSA, designando una vasija donde se pone grasa o se guisa con grasa. No pensemos tampoco en un préstamo del francés a los demás romances en el momento (¿SS. X y XI?) en que en este idioma la -T- había llegado a la frase fricativa -- (cuando en el Sur todavía la -T- estaba en la etapa oclusiva sonora, y la fricativa era allí el representante de la -D- latina), pues se trataba simplemente de una vasija de uso cotidiano, y sólo nos lo explicaríamos si ya existiera por entonces una fuerte corriente literaria basada en la leyenda del Santo Grial. Pero ¿no es eso un anacronismo literario en los SS. X y XI? Y aun si no lo fuese, ya veremos que la palabra grial no podía aplicarse entonces a tal leyenda, por lo menos en el Norte de Francia, donde parece ser importada. Finalmente ―y aun dejando aparte la cronología de nuestra documentación― hay un argumento, de nadie advertido, que invalida totalmente esta posibilidad: si el tipo *CRATଵLE fuese oriundo del Norte de Francia, habría dado necesariamente graël.
Luego será preciso volver a la hipótesis de un origen meridional, ya apuntada por varios, por más que la rechacen perentoriamente Foerster y Nitze (Mod. Philol. XIII, 185-8). El argumento fonético que se le opone no tiene valor alguno: la -z- occitana es un desarrollo relativamente tardío (fin del S. XII); poemas del XI como Santa Fe y Boecio conservan todavía la -d- fricativa originaria, y nada se opone a que en este momento pasara el vocablo del Sur al Norte de Francia o a que, pasando en el S. XII, se afrancesara grazal en graal por el sentimiento de las correspondencias fonéticas (fizar = fier, gazal = jaël, cruzel = cruel, etc.); o a que, finalmente, proceda de la zona de dialecto francoprovenzal, de donde es hoy propio el vocablo; en cuanto a admitir con Foerster que antes pudo emplearse en Champagne es inaceptable, pues allí habría dado forzosamente *graël. Lo que sí es cierto es que la literatura del Grial es creación del Norte francés y no de Occitania; pero nótese que sus autores se esfuerzan por dar un tinte exótico a los acontecimientos que narran, precaución prudente en narraciones maravillosas: un vocablo como graal, conocido como occitano y forastero, era apropiado para contribuir a dar un «color local» a esta literatura, y tratándose de vaso tan santo, era a todas luces preferible a un término local y cotidiano como terrine o vaissel, que evocarían asociaciones domésticas y serviles; para ello no es preciso que tuviera alguna antigüedad la relación que poetas posteriores buscaron entre el San Grial y el Montserrat o Montsalvat catalán, relación que obedecía al mismo prurito de exotismo. ¿Lo tomaría Chretien del occitano o sería uno de sus antecesores? ¿Se tomaría directamente del Midi o del francoprovenzal (donde -al < -ALE es regular, y el vocablo es hoy bien vivo), o bien de uno de los dialectos franceses vecinos del Midi, donde hoy existe el vocablo, probablemente en calidad de préstamo antiguo?5. Todos estos puntos son ya secundarios.
Pero, con todo esto, todavía falta averiguar la etimología. M-L. aceptó últimamente (en la 3.ª ed. del REW) la opinión de Vising (Nordisk Tidskrift for Filologi, 4.ª Serie, VI, 71-72), según el cual se trataría de un plato grande en que se servían manjares a la gente rica, gradualmente, un bocado tras otro («scutella lata et aliquantulum profunda in qua pretiosae dapes cum suo jure divitibus solent apponi gradatim, unum morsellum post alium, in diversis ordinibus», según las palabras de Helinando). ¿Luego sería algo como los platos de compartimentos, usuales en la cafetería norteamericana? De ahí el nombre GRADALIS. Tratemos de resistir a la primera impresión de enorme anacronismo que esto nos causa. Y aun puede observarse que los documentos catalanes del S. XI y algunos de los aragoneses citados confirman que ocasionalmente podía ser vajilla de oro o plata, o por lo menos en loza fina de Málaga o de Manises: es decir, confirma hasta cierto punto la descripción de Helinando; pero falta la corroboración del extremo esencial: el servicio gradual. Es innegable que de por sí el testimonio de este escritor latino tiene muy escaso valor, por lo tardío y por estar evidentemente inspirado en la etimología que se trata de demostrar; el argumento de Vising de que Helinando es de fiar porque él acepta la otra etimología GRATUS ‘agradable’, es muy débil, pues aunque la etimología perteneciera a una de las fuentes de este autor, y no al autor mismo que ha llegado a nuestras manos, no por esto sería menos tendenciosa6.
Mucho más natural es otra hipótesis que puede formularse. Puesto que el tipo gre(z)al(a) ~ grazal(a) es oriundo del Sur de Francia y de Cataluña, es en catalán y en lengua de Oc donde debe buscársele una raíz, y si quitamos el frecuentísimo sufijo -al nos queda una palabra bien conocida allí y de sentido muy apropiado: oc. ant. greza, mod. greso, «grève, gravier, terre caillouteuse», cat. dial. gresa ‘greda, especie de arcilla’. Es sabido que el sufijo -al es a menudo femenino en lengua de Oc y catalán (la semal, la canal, etc.). Y puesto que el tipo greza, según ha visto Wartburg (FEW II, 1331b), no es otra cosa que una formación adjetiva *CRୱTĔAl> derivada de CRETA, la idea es perfecta desde el punto de vista semántico, siendo así que CRETA era ‘tierra de alfareros’ para Plinio, y lo mismo CRETACEUS que CRETARIUS se aplicaban precisamente a la loza (Samónico, Inscripciones). Se tratará, pues, de un derivado comparable al fr. terrine o a los cast. tarreña, tarro o barreño. Como se ha podido ver arriba, el cacharro llamado griala o grasalo es hoy una fuente, escudilla, lebrillo o vasija parecida, pero hecha siempre de tierra o arcilla, y hemos de creer que esto sería ya lo predominante en la Edad Media, aunque ocasionalmente pudiera extenderse a utensilios de metal o de madera; de hecho los grazaletz de la Cansó de la Crozada, «vases où les habitants portaient des matériaux de construction ou des munitions» no podían ser de metal, sino de tierra o madera, y el Dicc. Alcover cita dos grals de terra en doc. del S. XIV, dos greals de terra en otro de 1380, dues grasales de terra pintada en 1422, una scudela grasalenqua de terra en 1434, y en nota he mencionado gredales aragoneses en obra de Málaga en 1362 y 1402.
Por lo que hace a la palabra gresa que nos interesa, es bien conocida, aunque varios diccionarios la confundan con otras: la emplea ya Bertran de Born, como demostró Antoine Thomas, varios péages occitanos medievales ponen precio a la carga de greza, como otros catalanes lo ponen a la carga o al quintal de greda (gleda), vid. Alcover, Levy (P. S. W. IV, 194, 138), Costumbres de Tortosa; Pansier en sus documentos de Aviñón documenta gresa «gravière, terre caillouteuse» desde 1160, hay muchos lugares llamados La Grèze en el Cantal, el Lot, etc. (Amé, Dict. Topogr.; Bull. Soc. d’Ét. du Lot VII, 209); hoy el cat. gresa es, sobre todo, vocablo del Ampurdán, Girones7 y Maresme, donde lo he oído como riguroso equivalente de greda; Cahors grèso «terre aride, inculte», St.-Pierre-de-Chignac íd. «friche pierreuse», Gers íd. «partie stérile d’un champ, friche», y el masculino correspondiente cres «terrain crayeux ou pierreux» en el Cantal y en el Alto Delfinado. Si greza tomó parcialmente el sentido ‘tártaro de cuba’ en Marsella, Aix, Aviñón y ya en la Edad Media, esto es evolución secundaria, que registramos igualmente en los representantes de CRETA, frprov. gràye, Niza grea, etc. (FEW II, 1330b), y de CRETA derivan nombres de vasijas, lo mismo que nuestro grezal(a) deriva de greza: Vaux gríari «pétrin», Vers. grẅi
En una palabra, para partir de *CRETEA + -ALE sólo hace falta eliminar una dificultad: es preciso suponer que el fr. ant. graal y el cast. grial sean préstamos, directos o indirectos, de la lengua de Oc o del catalán, puesto que -T?- da regularmente z en aquella lengua y cero en ésta, pero no en castellano ni en francés8. Es un postulado que por lo demás está de acuerdo con el grado de popularidad, incomparablemente menor en estos idiomas. Quien no quiera admitirlo tendrá que contentarse con una base *GREDALE de origen desconocido, pues las demás etimologías propuestas tropiezan con obstáculos mucho mayores9.
1 Agregúese «seys gradales de Malega, grandes», invent. arag. de 1362; gradalete, íd. 1369; «dos platetes d’argent, dos gradaletes, tres scudiellos d’argent», íd. 1374; «una dotzena de gredales de malica grandes», íd. 1402 (BRAE III, 90; II; II, 344; III, 350). Otros, desde 1331, en VRom. X, 162.― ↩
2 Así en el Libre de Cuina del S. XIV (Bol. de la Soc. Castellon. de Cult. XVI, 169).― ↩
3 E. Lyon, Mél. Ant. Thomas 283ss. cita documentación de grazal en escrituras latinas del S. XIII procedentes del Rouergue, Oeste del Languedoc y Este de Gascuña. Vco. gredale «poêle» en los proverbios del suletino Oihenart (S. XVII).― ↩
4 M-L., REW3 3830a, dice que GRADALIS ya se halla en el S. VIII. Es una de las distracciones habituales de este erudito. Dice Helinando, que escribía en los primeros años del S. XIII, que el Grial apareció en el año 718 a un ermitaño de Gran Bretaña. Pero nadie ha sugerido que el vocablo se empleara entonces entre las poblaciones célticas o germánicas de aquel país, ni menos que exista documentación latina coetánea.― ↩
5 La procedencia norteña sólo podría salvarse de haber existido una vieja literatura latina del Graal, de la cual tomara el francés el vocablo asimilándolo sólo parcialmente. Pienso en el granz livres latins citado en el Perlesvaus. Pero la existencia real de este libro sigue incierta, y un semicultismo que respetara la Á, pero alterara la -T- hasta eliminarla del todo, es enteramente inverosímil.― ↩
6 Además téngase en cuenta la frecuencia con que los medievales daban no una, sino dos o tres etimologías, con objeto de mostrar su erudición.― ↩
7 «La petja de l’home, que mata l’herbei, brunyeix les penyes, afetgega l’argila i mol la gresa», Bertrana, Proses Bàrbares, 101.― ↩
8 Es sabido que en catalán da -s- sonora tras el acento, pero se pierde en posición pretónica sin dejar huellas (-esa -ITIA, pero prear PRETIARE, tió TITIONEM, etc.), a no ser en palabras dialectales o aprovenzaladas (como la variante grasal o gresala, que también se halla localmente en este idioma).― ↩
,9 No creo que se pueda partir de GRADUS ni aun con otra explicación semántica que la dada por Vising; y no lo creo, entre otras razones, porque el cat. grial(a), greal(a), y el cast. grial difícilmente pueden explicarse de otra manera que admitiendo una E etimológica en la sílaba pretónica. En cambio, la asimilación greal > graal está en regla en francés, y aun en lengua de Oc es normal (por lo demás, grezal es la forma del Tarn). Ni siquiera por un préstamo francés podría justificarse la e o i hispánica, pues aunque se halla alguna vez greal en francés antiguo, y aun quizás allí podría explicarse esta e fonéticamente (por más que lo normal sería la conservación de la a, comp. gaaignier, jael, chaeine, etc.), la forma corriente en francés antiguo es graal; e insisto en que en Cataluña y Aragón el vocablo pertenece a una esfera popular, incompatible con el supuesto de una procedencia literaria y extranjera. ↩