GORDOLOBO, ‘Verbascum Thapsus’, del lat. vg. CĶDA LŬPզ íd., propiamente ‘cola de lobo’, así llamado por su tallo erguido de seis a ocho decímetros de altura; dió primero *godalobo, alterado luego por etimología popular.
1.ª doc.: qūȝlúpa, h. 1100, Anónimo mozárabe (Asín, 77-78); gordolobo, 1423, E. de Villena, Arte Cisoria (glos. de Navarro).
En el Anónimo de Asín aparece la grafía qūȝlúbba (entiéndase qūȝlúpa) cuatro veces (una, completamente vocalizada), qurȝaluba una vez; en otro pasaje (pp. 312-3) trae ƫurbalúbbaȐ dos veces, con la misma equivalencia, explicando que en romance significa «terror de la leona»: el botánico musulmán entendió, pues, que contenía el verbo, turbar, y confundió el romance loba con leona; sea como quiera, esto indica que ya entonces corrían formas romances con la r añadida por influjo de la etimología popular gordo, explicable (según indicó Sánchez Sevilla, RFE XV, 277) por lo grasiento de sus hojas y flores, y el vocablo sufría ocasionalmente otras contaminaciones vulgares. Todavía a principios del S. XIII el malagueño Abenalbéitar da la forma quȝalúpo (Simonet). Nebr. registra «gordolobo, ierva o nenúfar: nymphea» (g6v°), figura en Laguna (1555), etc. En glosas latinas se halla lupicuda (en vez de lupi cauda), en un fragmento de papiro muy antiguo (CGL II, 580) y en el conocido glosario Vaticano de la Reina Cristina (ms. del S. X, CGL III, 582), que contiene muchas glosas en latín vulgar de España; esta denominación (Bertoldi, WS XI, 13n.) se ha conservado asimismo en el fr. ant. coue de loup (queue de leu), oc. couo de lou (Alpes), rum. coada lupului, y en árabe se dice análogamente ȝánab as-sáb⺆ ‘cola de la fiera’. Se explica por el tallo erguido del Verbascum Thapsus, y no es, como supone Navarro, alteración de guardalobos porque los pastores la empleen para encender fuego en los rediles y ahuyentar a estas fieras; comp. el nombre andaluz jopo de zorra y el cat. cua de moltó. Puede sospecharse que la forma castellana sea de origen mozárabe, lo cual explicaría mejor la sonorización de la consonante inicial (por la pronunciación del q árabe) y la sílaba -do-, sea por conservación de la -D- intervocálica latina, sea suponiendo contracción del romance coa do lobo, con la dilación vocálica de > do, según es frecuente en este dialecto; de todos modos, esto no es seguro, puesto que de todos modos ha habido etimología popular, y ésta por sí sola bastaría en rigor para explicar toda la alteración.