GENIO, tomado del lat. gĕnĭus ‘deidad que según los antiguos velaba por cada persona y se identificaba con su suerte’, ‘la persona misma, su personalidad’, derivado de gignere ‘engendrar’.

1.ª doc.: APal., 178b, hablando de la divinidad de los antiguos; 1580, F. de Herrera, «virtud específica o propriedad particular de cada uno que vive».

En la ac. ‘grande ingenio, fuerza intelectual extraordinaria’ es innovación francesa extendida a otros idiomas en el S. XVIII, admitida por la Acad. ya en 1884, pero empleada en España por lo menos desde princ. S. XIX (Quintana, en Pagés), aunque Baralt (pp. 259-63) todavía la rechaza. Para la historia semántica del vocablo en Europa, vid. H. Sommer y P. Zumthor, ZRPh. LXVI, 170-201.

DERIV.

Son también cultismos los derivados. Genial [‘referente al genio divinidad’, APal., 178b; ‘que corresponde al genio o inclinación de cada uno’, 1657, Valverde; Moratín, etc.; ‘innato o característico (de un idioma)’ es ac. frecuente en gramáticos americanos, desde Bello, Gram., § 959, etc.; en la Arg. se emplea también en el sentido de ‘jovial, que congenia con la gente’, evolución del de ‘placentero’ admitido por la Acad. y ya en Nicolás F. de Moratín, cita de Pagés]; genialidad. Geniazo. Congeniar. Congenial. Ingenio [engeño 1251, Calila 36.606; 1.ª Crón. Gral. 650a12; engenio, h. 1330, Conde Luc., 290.23; engeño, J. Ruiz, 1518, y en el sentido de ‘máquina de guerra’ en el Conde Luc., 2.8; Alex. 17, 19, 702, 1187; Alf. XI 352; Nebr.; ingenio: «es fuerça interior del ánimo con que muchas vezes inventamos lo que de otri no aprendimos», APal., 214b; ingenio «fuerza natural», engeño «naturaleza», Nebr.; J. de Valdés, 106.11, rechaza engeño por grosero], de ĭngĕnium ‘cualidades innatas de alguien’; ingenioso [APal., 214b; Nebr.; engeñoso h. 1280, Gral. Est. 290a42], ingeniosidad; ingeniar [engeñar, Nebr.; ingeniar como neologismo en J. de Valdés]; ingeniatura; ingeniero [engeñero, Nebr., derivado de engeño ‘máquina de guerra’; engeniero en doc. guadalajareño de 1496, BHisp. LVIII, 91; ingeniero 1585, Fr. L. de León; Lz. de Arenas, cap. 27], ingenierius ‘ingeniero’ ya está en el italiano fra Salimbene († 1290), Migliorini, Cos’è un Vocab., p. 92; ingeniería; de ingenio, por cambio de prefijo, sale pergenio («no lleva pergenio de volver por él jamás», ‘no lleva trazas’, Quijote I, xxi, Cl. C. II, 172), hoy pergeño, primitivamente ‘ingenio, talento’ («Dios mi pergeño en este juicio adiestre», entremés anónimo del S. XVII, NBAE XVII, 60, y otro ej. igual de Valdivielso en Aut.), también ‘aspecto, atavío’ (ejs. del S. XIX en Pagés), «disposición, habilidad u destreza en executar las cosas» (Aut.); dado el estilo popular o pastoril a que corresponden los ejs. clásicos (nótese el de Valdivielso), hemos de ver ahí una aplicación del prefijo (sayagués o leonés) per- aplicado a ingenio con carácter denominal (como en pericueto, etc.); hoy en América (hond., colomb., chil., urug., arg.) especializado en el sentido de ‘persona de mal aspecto’; de pergeño es derivado pergeñar, que aisladamente aparece en la Píc. Justina (1605) con el sentido de ‘adivinar el carácter de una persona según su apariencia’ (ed. Puyol I, 176), y desde Aut. presenta el de ‘ejecutar o realizar (algo)’ (propiamente ‘darle pergeño o forma’); dada la fecha más tardía del verbo, no es verosímil (a pesar de las apariencias) que sea éste el que derive del verbo ingeniar; tampoco hay relación directa con el lat. progenies.