GAYO, ‘alegre, vistoso’, voz galorromance, de procedencia probablemente occitana (gai, jai, ‘alegre’), que desde ahí se extendió al francés, al castellano y a otros idiomas; origen incierto: son improbables las etimologías germánicas que suelen indicarse; como gai se empleaba también en el sentido de ‘gozo’, es probable que se trate de una reducción de gauy, lat. GAUDIUM.

1.ª doc.: h. 1400, Canc. de Baena, p. 77 (gaya ciencia).

La locución gaya ciencia aparece también en E. de Villena, el Marqués de Santillana y otros autores medievales; también arte gayoso o gayosa en el mismo sentido, Canc. de Baena, 398, 476. En cuanto al uso independiente del adjetivo gayo, no tengo testimonios anteriores a Covarr.1: «gayo o gayete, en francés hilaritas, vale alegre, apacible, deleytable, galán»; Oudin (1616, no 1607): «gayo: gay, joyeux, bigarré, de diverses couleurs», y otros lexicógrafos posteriores que copian a éstos. De ahí el derivado gayado, que es ya frecuente en esta época. Aut., seguramente por purismo, no admite el vocablo, que tampoco forma parte del vocabulario del Quijote, Góngora ni Moratín. Pero gayo, sobre todo en el sentido de ‘vistoso, que alegra la vista’ es frecuente ya a princ. S. XIX (gayas flores, gayos colores: Meléndez Valdés, Bretón de los Herreros, Pardo Bazán, en Pages). En portugués, y aun más en catalán, el vocablo es ya frecuente en la Edad Media, y también halló amplia entrada en italiano, pero en todos estos idiomas, como en castellano, una atmósfera extranjera lo ha rodeado siempre, atmósfera tan perceptible para todos que ni siquiera es preciso dar pruebas de su existencia2.

Por otra parte, en las lenguas romances de Francia, gai es desde antiguo la expresión normal y cotidiana de la idea de alegría; en ambas es palabra muy antigua: en lengua de Oc se halla ya en el primer trovador, Guillermo de Poitiers, h. 1100, y en todos los trovadores primitivos y clásicos; en francés aparece pronto también, pero algo más tarde: no se citan ejs. antes de Raoul de Cambrai, ya en la segunda mitad del S. XII, y el abstracto gaieté en Benoit de Ste. More, h. 1160; es de notar, en cambio, la ausencia en la Chanson de Rolland, coetánea del conde de Poitiers, en la cual figuran joyus y otros sinónimos, y en toda la literatura del francés primitivo, de los SS. IX a XII. Los trovadores oriundos de la zona norteña, por lo general emplean, según era de esperar, la variante fonética jai (Guiraut de Bornelh, Arnaut de Maruelh, Pistoleta), que también se halla en el catalán Ramón Vidal de Besalú, conocido imitador del lenguaje lemosín. Ésta debiera ser la forma francesa, pero allí encontramos solamente gai. Es un hecho tan extraño, que junto con la aparición más tardía en el Norte de Francia nos lleva necesariamente a la conclusión de que en francés gai es occitanismo. Esto ya podríamos sospecharlo con sólo el estudio estilístico e ideológico del vocablo: son notorias las teorías trovadorescas que hacen de la alegría una de las cualidades esenciales del amor cortés, los lugares comunes acerca de las gaias domnas, del gai temps de pascor, dels gais auzels; la primera condición del so o melodía es que sea gai (Leys d’Amors I, 340), y el poeta ha de escribir gaias razós y gaias chansós, hasta el punto de que su arte es la Gaia Ciensa o el Gai Saber, y el consistorio de los Juegos Florales se titula a sí mismo La Sobregaia Companhia. Este Vocablo, tan enriquecido en su contenido ideológico, ¿qué de extraño tiene que se trasmitiera a los franceses del Norte, como tantos términos líricos y amorosos? Sabido es que ballade, pastourelle, rossignol, jaloux, amadou, el propio amour, se encuentran, con otros muchos, en este caso.

En cuanto a la etimología, dudo que sea germánica. Probablemente se le ha buscado este origen pensando ante todo en el francés, y teniendo en cuenta que empezaba por ga-, que en este idioma suele venir de WA-, pero el oc. jai nos muestra que no es éste el camino: la base, sea la que quiera, ha de empezar por GA-, y por lo tanto podríamos ya desechar a priori la etimología de Gamillscheg (EWFS, s. v.), fránc. *WÂHI, fundada en el a. alem. ant. wâhi ‘adornado, sutil’, a. alem. med. wæhe ‘brillante’, ‘hermoso’, que además no conviene por el sentido3.

Josef Brüch (en ZRPh. LI, 468-71) trató de defender otro étimo germánico, ya propuesto por Muratori y Diez, y obtuvo la aprobación algo vacilante de M-L. (REW3, 9477a) y por lo visto de Wartburg (según anuncio del FEW IV, 824 , n. 4). Sería un fráncico *GÂHI, basado en el a. alem. ant. gâhi ‘rápido’, ‘temerario’, ‘vehemente’, ‘precipitado, repentino’, hoy alem. jäh ‘abrupto, despeñado’. A esta explicación pueden hacerse muchas y graves objeciones. 1.° El significado no conviene, por más que, aplicado a un caballo, gai pueda significar en francés ‘vivo, petulante’, pero todo hace creer que esto es secundario. Sea como quiera, el sentido fundamental y el más antiguo es ‘alegre’, y hay que partir de él o de otro cercano. 2.° En tiempo de sus primeros defensores se tenían ideas nebulosas acerca de la procedencia de los germanismos galorrománicos, y se creía natural derivar un vocablo occitano o francés del alto-alemán, pero hoy, que sabemos que los germanismos antiguos de estos idiomas vienen del fráncico (o del gótico, que aquí no serviría), ¿podemos estar algo seguros de que una palabra *GÂHI perteneció al lenguaje de los francos? De ninguna manera. Se trata de un término casi exclusivo del dialecto alto-alemán, pariente lejano del fráncico, y ajeno a los demás dialectos germánicos; haría falta hallarlo en bajo alemán o neerlandés, y es verdad que se cita también un b. alem. med. y neerl. med. , pero es forma ambigua5, y lo normal en bajo-alemán y neerlandés es gau, gauw, gouwe, dualidad fonética que suele explicarse como la de nahe y genau (frente al gót. nêhwa ‘cerca’), a base de un primitivo *gâhwi, reducido diversamente: ésta sería probablemente la forma fráncica, si tal vocablo existió en aquel idioma, lo cual es incierto6, pero está claro que de esta forma no podía salir un romance gai. 3.° Aun si admitiéramos un fránc. *GÂHI, la comparación con JEHJAN > fr. ant. jehir, oc. ant. gequir, nos haría esperar más bien un resultado como *gac (fr. ant. *je(h) ). 4.° En general, si se trata de una palabra fráncica, esperaríamos hallarla más vivaz en francés que en lengua de Oc, y allí deberíamos tener *jai u otra forma con j-: claro está que la contaminación de gaillard, admitida por Brüch, no es más que una escapatoria que a pocos contentará. En resumen, vale más descartar ya esta etimología.

La explicación de Sainéan (ZRPh. XXXI, 263-4; Sources Indig. I, 88) por el lat. y romance GAJUS ‘arrendajo’ es posible que sea la buena, pues no habría la menor dificultad fonética, y este pájaro no sólo puede realmente mirarse como uno de los más activos y movedizos, sino que su frecuente parloteo en los bosques soleados evoca fácilmente una sensación alegre: el cast. ant. gayo figura en J. Ruiz junto al ruiseñor entre las aves que «dan cantos plazenteros e de dulces sabores», y entre las que «más alegría fazen» (1226a), en Alex. está también entre las aves «que dizen cantos dolces» (1973c), el autor de Elena y María escribe «el gayo e la gaya, / que son jograles de alfaya» (RFE I, 66), etc.7.

Sin embargo, como esta adjetivación del nombre de un pájaro que no es de los más conocidos, para expresar una idea fundamental del idioma, es algo sorprendente, y los testimonios citados de J. Ruiz y sus cofrades no tienen la menor fuerza probatoria8, terminaré llamando la atención sobre otra posibilidad. Es bien sabido que oc. gai y jai pueden ser también sustantivos, con el sentido de ‘gozo’. No cabe duda que ahí tenemos representantes fonéticos de GAUDIUM íd.: en una gran parte, la mayor parte, del territorio occitano la J en fin de palabra daba -, mientras que en el resto paraba en -g (= -Ƈ), luego junto a gaug deberíamos esperar, en el Centro, Sudoeste y Norte del territorio lingüístico, formas como gaȮଖ, jaȮଖ, que resultaban manifiestamente impronunciables, de donde podía venir una reducción jau o gau: de hecho estas formas son frecuentes (Levy, PSW IV, 85-6); pero también cabía la reducción de -Ȯଖ a -, y aun era esto lo más natural puesto que aunta ‘vergüenza’ solía simplificarse en anta, *faurga (de FABRICA) en farga, y el futuro cantaraun se reducía ora a cantarau (forma dialectal), ora a cantaran (que es lo común); y en efecto, no sólo se dice gay por ‘gozo’ en el Bearne, sino que ésta es la forma empleada por Matfré Ermengaut, Arnaut Vidal y otros (Levy, IV, 13-14), y jai como equivalente del fr. joie está en Guiraut de Bornelh (Appel, Chrest., 63.34, 83.5), Gaucelm Faidit (ibid. 28.25), Raimbaut d’Aurenga, Bernart de Ventadorn, etc. (Raynouard III, 445). En un idioma donde es tan común que una misma palabra exprese el adjetivo y el sustantivo abstracto correspondiente, donde azaut significa ‘gracioso’ y ‘gracia’, y algo parecido ocurre con seren, avinent, parvent, comun, comunal, lonc, ver, suau, aiziȠ, pleȠ, mal, continu, alegre y otros tantos, no me parece forzado suponer que gai ‘gozo’ se pudiera convertir en ‘gozoso’. También se ha sospechado que gent ‘gentil’ no es otra cosa que gent ‘raza’, de suerte que ome gent fuese, bien mirado, ‘hombre (de) raza’, ‘hombre noble’, y no hay explicación más razonable que ésta; como en francés y occitano aise no es sólo ‘alrededores, proximidad’, sino también ‘próximo, cómodo’. Nótese que un sustantivo como el fr. gaieté no existió nunca en lengua de Oc (donde gaieza es raro), de suerte que el sustantivo gaug o gai o jai GAUDIUM, funcionó siempre normalmente como el abstracto que correspondía a gai (jai) ‘alegre’. Éste, en fecha primitiva, se emplearía como adjetivo masculino y femenino de una sola terminación: ome o femna gai sería como si dijéramos ‘una persona todo gozo’ (quelqu’un qui est tout joie), ‘que es el gozo mismo’; y sólo secundariamente se crearía un femenino gaia9, así como genta junto a gent, douça en vez de doutz, granda por grant, etc., pues ya es sabido que el lenguaje de los trovadores suprimió totalmente los adjetivos de una terminación. ¿Por qué la forma reducida gai fué sobre todo adjetivo, mientras gaug es sólo sustantivo? La explicación puede estar en que las formas en -g son propias del Sur languedociano, mientras los primeros trovadores fueron del Norte y Centro del territorio (donde se decía mai, miei, rai, y por lo tanto gai ‘gozo’), y a estos trovadores se debió la fundación de la mística del amor cortés, que exigía que el amador y la amada fuesen todo gozo10; más adelante el idioma tendió a aprovechar la doble forma gai y gaug para distinguir entre adjetivo y sustantivo. Raynouard (III, 442) cita un gau (en nominativo, gaus) en el sentido de ‘alegre’ en el saintongeois Rigaut de Berbezilh, que aporta una notable confirmación a esta teoría: «Bel(s) cors, plasent(z) e gaus, / de totas beltatz claus»11.

Valiéndose de toda clase de razones y razoncitas se empeña Spitzer (MLN LXXI, 381-2) en la etimología de Sainéan a base del nombre del arrendajo (aun el jay-walking americano sale en escena). Ni grivois o étourdi son conceptos básicos como el de ‘alegre’, ni el tordo o el zorzal son tan poco conocidos como el arrendajo, ni la voz algo estrambótica de este pájaro es típica del concepto de ‘alegre’ como lo es del aturdimiento la actitud del tordo. ¿A tan buen conocedor de la vida de la lengua habría que recordarle que gayo en castellano no ha llegado nunca a ser palabra viva?; es más: ¿palabra realmente española? Decidido a negar, cueste lo que cueste, cierra los ojos ante los hechos más reveladores, que por suerte no me costó acumular, como el gau ‘alegre’ de Rigaut de Berbezilh; parece no darse cuenta de que son nada menos que 15 los ejs. occitanos que reuní de comunidad de vocablos entre el adjetivo y el sustantivo abstracto, para no hablar más que de uno, que a él se le antoja dudoso12, como si fuese el único; tacha de forzada mi explicación fonética de jai ‘gozo’, como si no fuese forzosa en los dialectos que representan D? por -i la reducción de jaȮi a jai o a jau, y nos propone una, rebuscada de veras; y mientras le parece mal que yo admita la identidad etimológica de adjetivo y sustantivo quiere él que la tomemos como buena moneda cuando lo necesita para deshacerse de mis pruebas.

Contra la etimología GAJUS hay todavía un obstáculo fonético que estimo insuperable, GAJUS, GAJA (femenino ya documentado en latín como nombre de pájaro), hubiera dado gai, *gaja, en la mayoría del territorio occitano, y *gag, *gaja, en casi todo el resto; el resultado gai, gaia, sólo sería posible en la parte occidental de Gascuña, pues en las pocas hablas limítrofes del francés que conservan la -J- sin cambiarla en -j- el resultado de GAJA sería jaia y no gaia. Desde luego es imposible admitir la generalización de una forma estrictamente propia de las Landas y los Bajos Pirineos. Partiendo de GAUDIUM no hay ese obstáculo fonético, puesto que es forzoso admitir que gai se empleó primero con una sola terminación como adjetivo femenino y masculino, y luego gaia se modeló según gai (algo parecido sería poco menos que inconcebible si partiéramos del nombre de pájaro, sobre todo existiendo ya GAJA en latín). Permítaseme agregar dos comprobaciones más del gran predicamento de que gozaron jai y gai en el sentido sustantivo de ‘gozo’. Aquél pasó sin duda al vasco jai, jei, ‘fiesta’ (del que nos habla Michelena, BSVAP XI, 293). Y el frecuente nombre de lugar catalán Montgai ha de mirarse sin duda, lo mismo que Montgoi13 y los innumerables Montjoie, como representante del famosísimo MONS GAUDII; no sería natural llamar ‘monte contento’ una montaña enriscada, como las que dominan así el Montgai del Montsec de Aragón, como el de Llorenç de Montgai (Balaguer) o el Montgai de Urgel, ni en general se presta la idea de contento o alegría, por lo menos desde el punto de vista campesino, para calificar a cerros, como se presta en el caso de valles, campiñas o poblaciones14.

DERIV.

Gaya ‘lista de diferente color en una ropa’ [«un pellot de muller a gayas», Fuero aragonés de 1350, RFE XXII, 21; Aut.], así llamada por lo vistoso de los vestidos abigarrados; de este sentido se pasó al de ‘franja agregada a un vestido’, ‘nesga de una camisa’, y ‘franja, sector de un lugar’, que son las acs. del cat. gaia (> campid. gaia)15; gayar ‘abigarrar’ [Quijote; Villaviciosa; Covarr.; Oudin]; gayadura [1604, M. Alemán]. Cat. esgaiat ‘oblicuo’, ‘sesgado’, esgaiadament ‘al sesgo’. Afín al derivado catalán (seguramente mediante un *esga(i)elhar): port. esguelhar ‘torcer, poner oblicuamente’, esguelhadamente, esguelha ‘través’, ‘oblicuidad’, ‘soslayo’, gall. esguello ‘soslayo’, d’esguello ‘de reojo, con prevención’ (Lugrís): «no filo da noite entraria d’esguello no apousento» (Castelao 198.8). ¿Gayán16 ast. ‘pez de unos 25 cms. de largo, de color azulado por el lomo y rojizo por el vientre’ (V)?. Gayatu ast. ‘pedazo de tela separado del vestido o de otra ropa al desgarrarse’ (V). Gayola ast. ‘alegría, diversión’ (V).

CPT.

¿Gayasperu adj. ‘alegre y afectuoso’ ast. (V)?.

1 Es muy extraño que wellos gayos ya aparezca en una cantiga (la 18) mozárabe que según algunos sería anterior a 1042, aunque de ello no se ha dado la prueba anunciada, y otros cálculos más conservadores sólo la suponen anterior a 1077 (Borello, pp. 33, 46). Pero es hapax en mozárabe, y como es sabido que todavía se componían ȟarǤas a fines del S. XIII, quizá aquella fecha es falsa pues el occitanismo gayo no tendría ya nada de sorprendente en el S. XIII, ni siquiera en Andalucía.―

2 Schuchardt, Prim. Ling. Vasc. § 97, dice que el vasco gai es préstamo del francés, cosa que me cuesta muchísimo creer pues la palabra vasca significa ‘apto, digno, capaz, apropiado’ y parece ser el mismo vocablo que el sufijo -gaix = rom. -able y el sust. gai «esencia, asunto, material, objeto».―

3 Su autor ya no debe de creer en ella, ni por lo visto en ningún étimo germánico, puesto que no ha incluído el vocablo en su R. G.―

4 Efectivamente, véase ahora el vol. XVI dedicado a los germanismos, s. v. gâheis. Pero Wartburg, guiado por Frings, parte del gótico. Es posible que la idea haya encontrado oposición por parte de los germanistas, vid. Henzen Z. f. dt. Alt. LXXXIII, 40, citado en el vol. XVI, 748:-

5 Hay variante gây, pero no es más que un hapax, del que no nos podemos fiar. Grimm, Dt. Wb. IV, i, 1144, menciona gai ‘rápido’ en el dialecto de Brema, pero como anticuado y por lo tanto también incierto.―

6 No hay parentela en los demás idiomas germánicos, ni etimología medianamente cierta. Walde-Pokorny (I, 172) cita un ags. gêha ‘impetuosidad’, pero advirtiendo que otros no reconocen más que la existencia de gêhu ‘cuidado’, palabra dudosa y que no se sabe si tiene que ver con esto.―

7 El lat. GAJUS y GAJA como nombres de pájaro se hallan desde los SS. V y VI, y parece tratarse simplemente del nombre propio de persona GAJUS (CAJUS), aplicado a este pájaro por ser charlatán como la urraca, a quien por esta cualidad casi humana se han aplicado tantos nombres de mujer. Para más ejs., vid. Cej., Voc. Es corriente hasta el S. XV (APal. 360d), y aun en Juan de Arfe, leonés, que escribía en 1585. Hoy vive todavía en Álava, Aragón y Navarra; ast. glayu ‘ave parecida al grajo y matizada de diversos colores’ (V; con l < r por cruce con grajo; pero sin cruce gau en Ribadesella, gabu en Caravia). Para el castellano vid. G. de Diego, RFE XII, 4; para lo románico, FEW IV, 22. El DHist. cita una variante cayo en Alonso de la Favre, ed. 1485, que me parece dudosa.―

8 Es verosímil que en ellos sea precisamente el nombre el que sugiere la idea.―

9 No veo ejs. del femenino gaia anteriores a Beatritz de Dia (fin del S. XII), aunque quizá existan.―

10 Desde que Bernart de Ventadorn llamó a su adorada «francx cors humils gais e cortés» (Appel, 16.54) y «bona domna jauzionda» (18a53) ello se hizo lugar común: Gaucelm Faidit habla de «sos cors gais» (28.33) y de que «mais val hom quant es gais e chantaire» (28.11), el Comte de Proensa de que tiene «dompna gaia» (94.17) y las Vidas alaban a la amada de R. de Berbezilh por ser «si bella e si gaia» (122d29) y a la Vizcondesa de Ventadorn por «bella e gaia e joven e gentil» (122b6). Tales frases se repiten hasta el infinito.―

11 No convence la enmienda de Levy, «plazentz, egaus», pues como reconoce él mismo, sería difícil de entender este egaus ‘igual’. Además dudo que sea posible la vocalización de la -l final en fecha tan temprana (fin del S. XII). La rima en este caso ha obligado a los filólogos a respetar esta forma arcaica. En otros lugares la habrán eliminado de sus ediciones «críticas».―

12 En realidad la dificultad de la conservación de la sorda tras N en una combinación como genta bastaría para descartar la etimología GENITA.―

13 Ermita en las montañas de Prades, al Norte de Reus.―

14 No se me objeten los dos casos de Montalegre que conozco: todo hace sospechar que ahí se sustituyó -gai por -alegre, por ser aquélla palabra impopular. Dominando a pique a Llorenç de Montgai está la árida y formidable peñolería de la Sierra de Montalegre, y ahí es claro que el nombre primitivo hubo de ser Montgai, pues de otro modo no se explicaría el calificativo de Llorenç «de Montgai» aplicado al pueblo. Sabido es que en el caso del famoso MONS GAUDII la aplicación del concepto de ‘gozo’ tiene una explicación única, tradicional e histórica.―

15 Es casual el parecido con el alto-it. gaida, de origen longobardo, del cual sacaron el campid. gaia Guarnerio, M-L. (REW 3637) y Gamillscheg (R. G. II, p. 141); según ya indicó M. L. Wagner, Litbl. XXXVII, 379n. Claro que una voz cast. no puede venir del longobardo. No creo que nuestro gaya venga de gayo ‘arrendajo’ (a no ser indirectamente, si ésta es la etimología del adjetivo gayo), como proponía Sainéan, Sources Indig. I, 88; pues entonces debería ser castellanismo en catalán, donde es palabra castiza y ya antigua [1561, Alcover]. Más bien tendrá razón él mismo al comparar con el it. verde gaio, fr. vert gai, de donde ya viene la noción de abigarradura.―

16 Cf. «kaiamu: gayano, un pez» Azkue, en Lequeitio (vizc.); gaian en Fuenterrabía, kaixero vizc. y guip.