GARRIDO, ‘gallardo’, ‘hermoso’, antic. anteriormente significó ‘travieso, ligero de cascos’, ‘juguetón, lascivo, deshonesto’, probablemente participio del verbo garrir, lat. GARRIRE, ‘charlar, parlotear’, ‘gorjear’.

1.ª doc.: h. 1295, 1.ª Crón. Gral.

En el Romancero es vocablo frecuente en el sentido de ‘hermoso’, ‘gallardo’, ‘elegante’, y en este sentido lo han empleado autores modernos que desean dar un matiz popular y al mismo tiempo arcaico a su lenguaje; así es ya como Cervantes lo pone en boca de Sancho Panza: «como Sancho vió venir a la novia, dixo: ―A buena fe que no viene vestida de labradora sino de garrida palaciega». Del castellano pasó después de la Edad Media al catalán, donde por lo demás sólo parece haberse hecho popular en las Baleares, el País Valenciano y la zona de Tortosa, con el sentido preciso de ‘hermoso’1, pero creo que no es allí palabra genuina, sino tomada del romancero castellano por conducto de la canción popular.

El sentido viene a ser ya el mismo que ahora en los lexicógrafos del S. XV, aunque insistiendo más en el aspecto de elegancia que en el de hermosura natural, como por lo demás ya se nota en la frase sanchopancesca: «garrido: elegans, lautus; garrideza: elegantia, lauticia» (Nebr., g6v°); «ambrosius es olor celestial o favor divino y garrido o bello» (APal., 16d); permanecemos en el mismo orden de ideas en Juan Ruiz: «fiz llamar Trotaconventos, la mi vieja sabida; / presta e plazentera, de grado fué venida, / roguél que me catase alguna tal garrida, / ca solo, sin compaña, era penada vida» (1317c)2, en el Canc. de Baena «con beldat e garrideza» (p. 229; otros en W. Schmid) y en el de Stúñiga (poesías de Macías, p. 189, del aragonés Juan de Tapia, pp. 214, 223).

Lo mismo ocurre en lengua gallega, no sólo hoy, en que Vall. define «galán, airoso, gracioso», color garrido «color blanco-rojo o blanco-bermejo, común en el ganado vacuno, al que por lo regular se aplica esta palabra», y cita el proverbio boa roupa e boa vida fan a vella garrida3, sino ya en poetas de la tardía Edad Media, en coplas gallegas de Villasandino, y aun en una vieja cantiga paralelística sacada del Cancionero de los SS. XV y XVI de Asenjo y Barbieri, pero indudablemente bastante anterior: «Minno amor tan garrido, / ferí-vos vosso marido. / Venno a ver como vos vai. / Minno amor tan loução, / ferí-vos vosso velado. / Venno a ver como vos vai»4. Nos inclinamos más hacia la belleza física, pero masculina y por lo tanto fuerte, en textos y hablas que dan a garrido este otro matiz de gallardo y lozano: «garrido por gallardo está desechado, aunque tiene... refrán que dize: pan y vino anda camino, que no moço garrido» (Valdés, Diál. de la L., 107.17), y en el Oeste de Asturias es «robusto, fuerte: a bua vida fai a mosa garrida» (Acevedo-F.).

Hasta aquí las acs. son laudatorias, pero a medida que remontamos la corriente de los siglos y nos internamos en las tierras arcaizantes del Oeste peninsular, hallamos interpretaciones más severas: según Lang, en otra linda canción paralelística de Don Denis († 1325), sería simplemente ‘enamorada’: «Do que eu bem queria, / chamar-mh am garrida, / do amor. / Do que eu bem queria, / chamar-mh am jurada / do amor» (Canc. de D. Denis, v. 2364), pero como jurada, que según las leyes del género ha de ser sinónimo, significa ‘enamorada ciegamente, que se ha entregado del todo’, lo mismo ha de valer garrida (hoy garrit es ‘novio, enamorado’ en Mallorca, de donde, en Ibiza, ‘muchacho’).

Y, en efecto, las acs. francamente peyorativas son mayoría en Portugal y en los más antiguos textos castellanos. Moraes define «deshonesto, lascivo» dando ej. en Nunes de LeƟo († 1608): «Leonor Nunes sete annos antes de nascer já era garrida», en un enérgico encarecimiento ad absurdum, muy a la portuguesa. Si nos acordamos de que lascivus en latín no significaba propiamente ‘deshonesto’, sino ‘juguetón, retozón’, ‘petulante’, ‘bromeador’, no extrañaremos que garrido tuviera sentidos semejantes, de matiz vario, pero centrados alrededor de la idea de ‘travesura’, que está bien clara en el pasaje siguiente de la Crónica General: «Este Rey D. Bermudo, aunque era pequeño de edad, non quiso semejar a otros niños pequeños, garridos e traviesos» (cita de Aut.); en las Cantigas de Santa María garrido es el antónimo de ‘cuerdo’, ni más ni menos: «Como Santa Maria tornou a menina que era garrida, corda, e levó-a sigo a Paraíso», en el epígrafe de la pieza 79, en cuyo texto leemos: «un miragre... foi feito por h?a menynna / que chamavan Musa, que mui fremosinna / era e aposta, mas garridelinna / e de pouco sen»; garrideçe ‘retozo, frivolidad poco honesta’: «paresçeolle Rrebeca ontre todas mays limpa et mays aposta et onesta em seu gesto et sem toda guarrideçe» (Gral. Est. gall. 234.30). El sentido peyorativo se acentúa y generaliza en otro pasaje de la 1.ª Crón. Gral.: «envió Ysca Amiramomellin por rey de Espanna un omne que avié nombre Abdelmelic... Et él, que deviera seer tal como mayordomo de sennor, fue loco e garrido et estragador de las yentes, ca non catava poco nin mucho por el pro de la tierra... e falagava las yentes enfintosamientre... et demostrávales la cosa que era derecho et faziales después el tuerto... et en logar de mantenerlos en justicia, conffondielos et echávalos en mal logar...» (p. 333b36); en el Alex. (1842c) garrideza o garridencia tiene sentido difícil de precisar, pero desde luego peyorativo, y al parecer equivalente de ‘frivolidad, ligereza’5. Más o menos en ese sentido lo hallamos ya en el S. XIII.

Si, con todo esto, queremos dar con una razonable interpretación etimológica de nuestro vocablo, nos bastará abrir el Dicc. portugués de Fig., donde no sólo hallamos garrido «elegante; vistoso; muito enfeitado, casquilho [= ‘petimetre’]; alegre», sino también garrir ‘resonar’, «badalar» [‘revelar indiscretamente’], «falar muito, chilrear»6, «foliar» [‘ir de juerga’], «ostentar galas; trajar luxuosamente; brilhar», garrir-se «trajar com garridice». Es decir, se trata del lat. GARRIRE ‘gorjear’, ‘charlar, parlotear’, de donde proceden también el macedorrum. gări ‘gorjear, trinar’, el it. garriré ‘pelearse bullangueramente’, ‘cantar la cigarra, chillar la golondrina’, etc. (REW 3691). De qué manera un vocablo que significaba primitivamente ‘parlanchín’ pudo hacerse el antónimo de ‘cuerdo’, y aplicarse a niños traviesos y jovencitas imprudentes o propensas a deslices, nos lo muestra la ya citada Cantiga de Alfonso el Sabio, cuando la Virgen se aparece a la «menina garrida» que luego se volvió corda, diciéndole «eu te rogo / que se mig’ir queres / leixes ris’e jogo, or-gull’e desden»: lo que se echa en cara en la severa y encerrada vida familiar del Oeste hispánico a las jóvenes imprudentes es el hablar demasiado, el jugueteo excesivo, que pronto las conduce a alternar mucho con los hombres, y con el temperamento ardiente de aquellas tierras las lleva derechamente a dar un traspié; recuérdese el sentido peyorativo y aun indecente que han tomado retouçar y trebelhar (propiamente ‘jugar, juguetonear’), en gallegoportugués sobre todo, pero también en castellano mismo. Que luego estas acs. peyorativas se mejoraran paulatinamente, al aplicarse a mujeres enamoradas, demasiado enamoradas quizá, no nos puede parecer muy extraño dada la mentalidad meridional: recordemos la historia semántica del it. vago y vagheggiare: ‘inquieto, vagabundo’, después ‘deseoso, nostálgico’, ‘enamorado’ y finalmente ‘gracioso’ y aun ‘hermoso’. Paralelismo notable con nuestro caso: así se llegaba fácilmente hasta ‘gallardo’ y ‘bello’. Y había caminos laterales y auxiliares que llevaban a la misma meta: J. de Barros habla ya con matiz favorable de las «garridices de Ovídio», donde, como dice Moraes, garridice es «lascivia do engenho empregado em pensamentos amorosos, jocosos», Ferreira de Vasconcelos da al vocablo un sentido todavía más indulgente al decir que «grandes Príncipes usárƟo o verso, nƟo por garridice, mas para coisas de tanto tomo», y para Severim de Faria puede ser ya palabra objetivamente elogiosa «a garridice dos versos pequenos». Se trata siempre de la idea de lo ‘travieso, juguetón, lascivo’ aplicado a la gracia de las pequeñas creaciones literarias, o a la de las mujeres en sus primeros años y que luego puede pasar a una hermosura más esplendorosa que trate de compensar los encantos efímeros de la primera juventud.

No sé que ningún lingüista haya formulado hasta ahora esta etimología tan natural, que sólo podría atacarse a base de la escasa documentación que los diccionarios hispánicos nos proporcionan sobre el verbo garrir; en castellano sólo la Acad. (ya en 1817) nos dice que se empleaba antiguamente por ‘charlar’; en portugués tampoco puedo, citar ejs. de autores, puesto que este artículo falta del todo en Moraes. De todos modos lo confirman fuentes lexicográficas independientes de Fig.: Vieira garrir «brilhar, pavonear-se; galrejar», H. Michaëlis «brüsten, stolz werden» (‘jactarse, enorgullecerse’), «sich kokett kleiden»; y como Fig. señala el uso dialectal de garrida en el sentido de «peça, geralmente de ferro, encaixada no cocƟo, e sobre a qual gira o eixo do carro; o mesmo que cantadoira», como término de la Bairrada, y lo mismo él que Moraes registran además la ac. de ‘campaña pequeña’, no cabe duda de que el verbo garrir ha sido de uso popular, ni de que su participio garrido se empleó deponentemente en el sentido de ‘el que ha charlado, el que acostumbra charlar’, de donde las evoluciones semánticas estudiadas. Realmente tenemos pruebas seguras de que garrir fué de uso muy popular y general en una fase arcaica de las lenguas iberorromances, pues garir llegó a ser la expresión general de la idea de ‘decir’ en mozárabe, según prueban muchas Ȟarğas trasmitidas por poetas árabes desde el S. XI (Al-And. XVII, 74, 77, 105).

Los pocos lingüistas que hasta ahora prestaron atención a nuestro vocablo le atribuyeron un origen mucho más lejano e inverosímil: Diez (Wb., 454) vacila entre el ár. ġarîr ‘índole noble y grata’7 y ġarî ‘hermoso’, inclinándose por este último, en lo cual no le ha seguido ningún romanista ni arabista (nada dicen de garrido Engelmann, Dozy, Eguílaz, Steiger o Neuvonen), a no ser la Acad. y M-L.8 Pero ni la rr, ni el sufijo -ido, ni la falta de aglutinación del artículo al- serían fáciles de explicar entonces, y sobre todo esto es apoyar la pirámide por la punta, tomando como punto de partida la ac. más moderna del vocablo, sin posibilidad de explicar las antiguas9.

DERIV.

Garrideza [princ. S. XV, Canc. de Baena, W. Schmid; Nebr.], garridencia [en el Lucano de Alf. X, Almazán; vid. más arriba].

1 «Les vàries y garrides llomes que la embellixen», Martí Gadea, Tèrra del I, 240; «lo llagardaix es garrit», ‘el lagarto es de colores vistosos’, frase oída en la Fatarella (junto al Ebro); hay ejs. de garrit y el acariciativo garridoi, en textos de los SS. XVII y XVIII, mallorquines según creo.―

2 Va con el sustantivo en 64d, donde reproduce una sarta de refranes (la pastraña de la vieja ardida): «non ha mala palabra si no es a mal tenida; / verás qué bien es dicha si bien fuese entendida; / entiende bien mi dicho e avrás dueña garrida».―

3 La frase popular «non chòres, meu filliño, non, qu’hei-che de dar un garrido», ‘una cosa linda’, presenta el mismo tipo de sustantivación que pudimos observar en Juan Ruiz: muestras del antiguo arraigo popular de la palabra; «Unha muller avellentada, unha moza garrida, duas rapaciñas-bonitas» Castelao 163.2.―

4 Lang, Cancioneiro Gallego-Castelhano, v. 2129. El ej. de Villasandino, ibid., v. 917, es una canción de encargo para un rey enamorado: «Alg?as das que andavan / en a orta trebellando, / entendí que posfaçavan / de mi que estava mirando / a mui linda criatura /.../ non quis d’elas aver cura / por fogir de fealdade, / e fui ver con omildade / mui garrida catadura».―

5 Se habla de la acción heroica de los dos caballeros griegos Symachus y Nicanor, que se lanzan a cruzar a nado el río que les separa de las fuerzas enemigas, para ir a atacar el ejército de Poro, y sigue: «Quando esto vioron cavalleros de Greçia / que fazién estos ambos, tomavan estrevencia, / entravan depos ellos [en las aguas del río] todos a grant femencia / non andava en medio nenguna garredencía». Así en O; mientras P lee garrideza. Julia Keller interpreta mal, desorientada por una mala grafía garrido por guarido en un pasaje muy diferente de P; en vista de los dos pasajes de la Gral. Est. II, 2, 30a16 y 55b35-38, donde garridencia significa más bien ‘atrevimiento’ (como entiende Mtz. López, Bol. Fil. Chile XI, 17) el sentido de este pasaje parece que sea ‘temeridad’ u ‘osadía imprudente’. Garridença ‘travesura (de muchacha frívola)’ en una miniatura de las Ctgs.―

6 Las sillas de los caballos les rechinan «oiu-lhes él garrir» a unos asaltantes que ponen una celada y lo oye el açechado: en el trovador lucense Lopo Lias (R. Lapa, CEsc. 256.15). Claro que es uso trasladado directamente desde el de ‘parlotear’.―

7 Este es vocablo muy dudoso, que F. Diez saca del anticuado diccionario de Golio; según Freytag se trata en realidad de una palabra de la raíz Ȑáġar que deberá tener una forma distinta. Es verdad que según el propio Freytag ġarîr es ‘inexperto y fácil de engañar’, hablando de un joven, y que R. Martí registra ġarîr, -îra, ‘muchacho’, ‘doncella’ («juvenis», «juvencula»), lo cual nos deja vagamente dentro de la esfera semántica de garrido.―

8 REW 3687: arab. gari ‘hermoso’, que por una extraña errata se ha convertido en garȐid en la última edición.―

9 Por lo demás, ġarî debía ser palabra ajena al árabe de España, quizá poética, ausente no sólo de los glosarios hispanoárabes, sino del árabe vulgar en general, a juzgar por el Suplemento de Dozy. De esta raíz sólo recogió este lexicógrafo ġarâya «badinage amoureux» en un glosario, y miġrā «adonné aux femmes» en R. Martí.