FRAGATA, del it. fregata (dial. fragata) íd., de origen incierto; como todas las tentativas etimológicas realizadas hasta ahora han fracasado, y habiendo sido la fragata hasta el S. XVII una chalupa ligera, remolcada comúnmente por los navíos mayores, deberá tenerse en cuenta la posibilidad de que recibiera su nombre del uso en caso de naufragio, por abreviación de naufragata o barca naufragata, donde la primera sílaba nau- se tomaría por una variante del término genérico nave.
1.ª doc.: 1535, Juan de Valdés, en carta desde Nápoles.
Pasó también al árabe moderno y al turco, y a los varios idiomas germánicos [S. XVI], eslavos, etc. Pero en Italia ya hallamos fregata en Boccaccio, h. 1350, y en 1362 reaparece esta forma en una carta latina de la reina de Nápoles, aunque escrita en Provenza. Esta anterioridad cronológica y la terminación inequívocamente italiana indican claramente que éste es el idioma que dió origen al vocablo.
Para estos hechos y para una discusión de las varias etimologías propuestas, vid. Vidos, Parole Marin., 406-12, y Jal en los artículos correspondientes. La explicación de Brüch (ZFSL LII, 476), ár. Ʌarrāqât, plural de Ʌarrâqa ‘navío incendiario’, tropieza entre otras dificultades con la imposibilidad fonética de explicar la caída de la primera vocal ante rr, y las demás etimologías no ofrecen menor dificultad; de suerte que hay casi unanimidad de los etimologistas (V. últimamente el Diz. di Mar.) en declararlo de origen desconocido. La tentativa última de Vidos de resucitar el étimo de Jal, gr. ıưρακτος ‘sin puente (aplicado a un navío)’, está lejos de ser más convincente (como nota incidentalmente G. Maver, VRom. V, 219): suponer que este vocablo se cambiara en *afracáta por influjo del b. lat. navis barbotata o incamatata ‘nave protegida con tablas o cueros’, además de fundarse en una forma completamente hipotética, es inverosímil en grado sumo, o por mejor decir es un juego de letras y no una combinación de sonidos, sólo posible en el papel y no en el lenguaje oral; se necesitaría el influjo de un vocablo que terminara en -cata, pues la c de la terminación -cta, asimilada a la t desde fecha muy antigua, y ya antes puramente implosiva, era inapta para convertirse en una -c- plena e intervocálica1.
Que la fragata de la Edad Media y de la época renacentista era una embarcación menor, una mera chalupa, y más bien pequeña, es un hecho subrayado largamente por el propio Vidos, y por Jal y el Diz. di Marina. Define éste: «palischermo [= chalupa] più piccolo della feluca, senza coperta..., addetto al servizio delle navi maggiori». En el ej. más antiguo, Boccaccio llama a una misma embarcación, ora barca, ora fregata. Todavía Covarr. en 1611 lo acentúa: «batelejo, que suele llevar consigo la galera, y la echa a la mar quando ay necessidad de llegar con ella a tierra». No era raro, como dice Jal, que se llamara fragata al «canot d’un navire», que a veces iba a remolque de la nave grande (doc. de 1541, en Jal, 718b), pero que otras muchas se llevaba adentro, de lo cual cita varias pruebas, p. ej. en los Estatutos de San Juan de Jerusalén (1603): «que les galères dans lesquelles on mettra les esquifs et les petites frégates sortent promptement du port... après qu’on aura mis dedans, comme nous avons dict, les chaloupes et les esquifs...»; el más antiguo doc. francés, de 1525 (Jal, 1318b), menciona una fraguate, junto con dos barques, entre los accesorios que se colocarán junto al timón de la nave Saincte-Marie Bonaventure; etc.
Me parece claro que esta fragata debieron de emplearla los tripulantes para salvarse en caso de naufragio del buque grande, y aunque este uso no fuese el único a que podía destinarse ese tipo de chalupa (que en el S. XVI sirvió muy frecuentemente de aviso), es natural que impresionara la imaginación más que los otros, y que en recuerdo de los casos en que fragatas habían ya prestado este servicio se diera a este tipo de embarcación el nombre de la naufragata, por oposición con los botes menores o las chalupas de más porte, inadecuados para semejante menester; esto pudo ocurrir en una época en que el latinismo naufragare no fuese todavía de uso general en el habla vulgar, y en que la marinería más ruda, poco conocedora de este verbo, pudo tomar el elemento nau- por el nombre genérico ‘nave’, tanto más fácilmente cuanto que según Vidos el vocablo nació en Sicilia y Nápoles, donde el catalán (que dice nau) era de uso corriente desde el S. XIII; la variante italiana con e pudo nacer, sea por etimología popular de fregare «frettare la nave» (Diz. di Mar.), sea por una variante *naufregare, comparable al nafregare de las glosas de Silos y de San Millán. En Italia fragata se emplea hoy en Sicilia y en Nápoles, pero no se halla documentada en textos antiguos; en español y catalán, por el contrario, es la forma más común en todas las épocas (quizá debido a que el catalán, que pudo servir de intermediario, confunde oralmente la e y la a pretónicas), aunque no falta algún testimonio antiguo de fregata (Rosas de Oquendo, h. 1600, RFE IV, 344), y de ahí vendrá el santand. freata (Cuervo, Obr. Inéd., 159n.2).
1 Nótese además que no, hay noticias del gr. clásico ıưρακτος después del S. II, por lo menos aplicado a embarcaciones, y que Vidos cae en la misma inverosimilitud que reprocha a Brüch de tomar como étimo de un nombre de embarcación un nombre en plural, en nuestro caso el neutro πλοƗα ıưρακτα, pues el femenino de nuestro adjetivo era ıưρακτος idéntico al masculino. ↩