ENCINTA, del lat. tardío էNCէNCTA íd., de origen incierto; probablemente su relación con CէNGĔRE ‘ceñir’ es sólo aparente y debida a una etimología popular, pero cabe dudar si se trata de una alteración del lat. INCIENS, -TIS, o del gót. INKILTHO, ambos del mismo significado que encinta.

1.ª doc.: 1328-35, Conde Lucanor, 163.3; h. 1340, Crón. de Fernando IV (Aut., s. v. cinta).

El lat. INCINCTA se documenta sólo en San Isidoro («incincta, id est sine cinctu, quia praecingi fortiter uterus non permittit», Etym. X, 151). El santo nos explica la idea popular de que se llamaban así porque su estado no les permite ceñirse fuertemente: entonces IN- sería privativo, e INCINCTA sería lo contrario de CINCTA ‘ceñida’. El hecho es que en latín INCINCTUS no significa esto, pues es el participio de INCINGERE ‘ceñir o rodear (algo)’, donde IN- expresa la noción de que lo rodeado queda adentro. Recuerda Spitzer, ZRPh. XLVI, 613, la opinión de Covarr. y Ménage de que con ello se alude al niño, abarcado por la cintura de la mujer grávida; opinión a la cual Diez, Gamillscheg y Bloch1 han preferido la de San Isidoro. Como indica oportunamente Hofmann, en la segunda edición del dicc. etimológico latino de Walde, es probable que ambas interpretaciones, las dos forzadas en su aspecto semántico, sean igualmente falsas, y que incincta no sea otra cosa que una deformación del lat. cl. INCIENS, -TIS (emparentado con el gr. κυεƗν ‘estar encinta’ y otras voces indoeuropeas); el paralelismo con PARէĔTEM > PARE.TE , ABէĔTEM > ABE.TE y análogos indica que INCIENTEM había de pronunciarse vulgarmente INCE.NTE ; junto a éste se pudo crear un femenino *INCE.NTA (puesto que ya en latín se halla CLIENTA en lugar de CLIENS), el cual en tiempo de San Isidoro habría pasado a էNCէNCTA por la etimología popular expresada por el santo, cuando ya la է se pronunciaba igual que una E. . Esto es quizá lo más probable. Pero no debemos olvidar que ‘encinta’ se decía en gótico INKILTHO, vieja palabra de origen germánico (derivada de KILTHEIútero’, y emparentada con el ags. cild, ingl. child, ‘niño’). También ésta pudo alterarse en INCINCTA por etimología popular entre los contemporáneos de San Isidoro. Los descendientes romances, oc. ant. enencha, fr. enceinte, it. incinta (falta en catalán y en portugués)2, indican una área bastante extensa, que no sería, sin embargo, incompatible con el origen gótico, a condici6n de que el vocablo se romanceara en fecha temprana. Quizá INCIENS e INKILTHO se confundieron y alteraron juntos en latín vulgar3.

V. ahora las citas eruditamente allegades por Spitzer, MLN LXXI, 375-7, en apoyo de su etimología INCINCTA. Nadie discute que debemos partir de esta forma atestiguada por San Isidoro, pues es la única que explica el pormenor de las formas romances, pero no tomemos el consejo del sabio maestro en el sentido de hacer servir al santo como de venda o anteojeras que nos priven de mirar más allá. Más allá, y en el fondo de todo, está lo único antiguo en latín, INCIENS, alterado muy levemente por cambios minúsculos, que en parte eran fatales y en el resto naturalísimos y muy poco menos que fatales. Que las mujeres grávidas se han ceñido siempre, es archisabido, pero conviene no confundir el ceñirse con fajas, procedimiento racional, universal y seguramente eterno, con el ceñirse con cintas, que Spitzer nos documenta copiosamente en fuentes del latín tardío, desde Tertuliano, y en otras más modernas, del Oeste y Centro de Europa. Ahí estamos ante creencias y supersticiones que nada prueban contra INCIENS, y probablemente engendradas precisamente por el nombre latino y romance incincta: ¿qué iba a hacer sino ponerse una cinta bendita la mujer que, así como así, estaba en cinta? (nomen omen, similia similibus curantur...). ¿Hay testimonios de tales cintas fuera del campo de irradiación del latín tardío y medieval? Aun si los hubiera, ¿bastarían para probar que INCIENS se extinguió sin tener que ver nada en la creación de su sinónimo y casi-homónimo INCINCTA? Pero el propio Spitzer reconoce que el que más había trabajado en el asunto, Waszink, declara que no se conoce nada de esto entre los griegos y romanos antiguos (no olvidemos que las fajas son otra cosa). Nada digamos de los juegos de palabras y rimas (aceinte: enceinte, enchainte: chainte, conciencia de la etimología popular que nadie discute). Ni de las re-creaciones tardías como el raro fr. ant. enceinturer. Y ya no vale la pena dar importancia a detalles como la construcción incingersi in o di un bambino (y no per un bambino como sería de esperar con la interpretación que se nos propone), puesto que de todos modos se pueden explicar fácilmente y de mil maneras.

No hay por qué creer, con M-L. (REW, 4351) que el cast. encinta sea cultismo, pues es normal que -էNCT- y -ŬNCT- den -int-, -unt-, en castellano (cinta, punto, etc.).

DERIV.

Encintar ‘empreñar’, antic. (encintarse ‘concebir’ está en las biblias judías de los SS. XVI y XIX publicadas en Ferrara y Constantinopla, BRAE IV, 331).

1 Trató también de encinta, C. Michaëlis, Misc. Caix, 126, que no tengo a mano. M-L. mantiene reserva.―

2 El oc. encencha apenas existe: es un hápax recogido por Raynouard en una vieja edición de la Vida de S. Honorato: Levy subraya que no conoce testimonio alguno: a esta palabra no se le da entrada en el dicc. de Mistral, y el FEW sólo la señala en el dicc. marsellés de Achard (más bien sospechoso); ha sido recogida en el Atlas Ling. de la Lozère (en diversas localidades de este departamento) en la forma encento (si no me engaño, allí habría de ser encencho; se tratará de un préstamo francés). Por otro lado, en italiano incinta es antiguo, ya en autores del S. XIII o XIV (Jacopone da Todi, Giovanni Villani, Aldobrandino).―

3 Wartburg, FEW IV, 624, se declara por el participio de INCINGERE ‘ceñir’ porque la mujer grávida tendría la sensación de estar ceñida, o entorpecida en sus movimientos. Sutil es esto, y ceñido no es entorpecido. Partir de INCIENS ―dice― sería absurdo [!] porque sólo se aplica a las hembras de animales. Más que comprobar si esta preferencia de los clásicos es bien constante en este tipo del idioma, importa notar que en vulgar se aplicaba INCIENS lo mismo que PRAEGNANS tanto a la mujer como a las bestias, V. el testimonio de Carisio citado por Walde-H. Los argumentos sintácticos que da Wartburg no valen, puesto que, según reconoce él mismo, el verbo incingersi es de creación secundaria. El participio de INCINGERE es desde luego inaplicable, lo mismo con la interpretación de Wartburg que en la de Covarr. (entonces encinta se habría dicho de la criatura y no de la madre). Y en general es increíble que el parecido del tardío INCINCTA con INCIENS y con INKILTHO sea puramente casual.