DURAZNO, del lat. DȢRACէNUS ‘de carne fuertemente adherida al hueso’ (melocotones, cerezas), ‘de piel dura’ (uvas).

1.ª doc.: J. Ruiz, 862b.

Laguna (1555) lo emplea como término genérico para las varias especies de melocotón, como se hace todavía en la Arg., Chile, Perú, Nuevo Méjico, Canarias, Andalucía, etc. (BDHA IV, 52; Ciro Bayo, s. v.; BRAE VII, 334; Malaret, Supl.); lo mismo ocurre al parecer en J. Ruiz y en Lope, y Aut. todavía considera durazno como la palabra básica y melocotón como variedad particular; más ejs. de durazno, en Tirso (ed. de J. Ruiz por M. R. Lida ); Nebr.; en APal. 262b, 357b; otras variedades del mismo fruto son priscos, albérchigos, mollares, etc. El vocablo latino se aplicó primero al melocotón de carne inseparable del hueso: parece ser voz compuesta de durus y acinus ‘fruto’ (Walde-H.), aunque del latín pasó al griego, y de ahí al árabe y al turco. Son formas mozárabes de origen latino directo ȝurâǤnu y ȝurâǤni, mientras que duraqin, ȝurâqni o ȝurāqûnun (Asín, Glos., 104; Simonet, s. v.) vienen por conducto del árabe (M-L., RFE, VIII, 229; comp. Baist, KJRPh. IV, 320). El cat. préssecs durans designa los melocotones duros y de piel fuertemente adherida (a diferencia de los mollassos): lo he oído a gente de Gerona, Alcover registra un singular durà en el Ampurdán y Maresme, y «durán préssech: malum persicum» ya figura en el dicc. Torra [S. XVII]. Que venga de DURACINUM es bastante probable; en lo que se puede dudar es entre un castellanismo antiguo y un resultado autóctono (pues la evolución *duràzens, como ASINOS > àsens, y luego *duràens > durans, es natural, y la disimilación ante la -s del plural había de facilitar la caída de la -z-). Lo que podría hacer dudar de la etimología de la voz catalana es la existencia de un oc. duran aplicado a melocotones y cerezas de carne dura, que en este idioma difícilmente puede venir de DURACINUS según la fonética autóctona; pero no habría dificultad en admitir que esta voz occitana, no localizada y sólo registrada por Mistral, sea catalanismo o castellanismo; según FEW III, 187, sería sólo de Niza y no existen otros representantes galorrománicos, salvo alguna forma suelta, alterada, dudosa o erudita. Vco. vizc. duranzan, vco.-fr. duraza, duaxa, tuatxa ‘durazno’, ‘albérchigo’.

Aunque la etimología de DURACINUS como un compuesto es la más cierta, hay otras que no dejan de crear algunos problemas, sólo solubles con carácter definitivo mediante un estudio monográfico con mayor información de historia botánica. Keller, Lateinische Volksemyologie, 232, creía que duracinus era derivado de un *Duracium, forma latina de Δυρράκιον (hoy Durazzo), ciudad iliria: debe de hacer en efecto convergencia de dos étimos, pero más bien parece que sea la conexión con Δυρράκιον la debida a etimología popular. Por otra parte, en la terminología botánica medieval y renacentista se empleó rhodacenon; ahora bien, la traducción que se ha dado a rhodacenon es precisamente ‘melocotón’, «lat. persicus, cat. presseguer»1. No puedo detenerme a investigar la justeza y antigüedad de esta identificación. El caso es que ya el naturalista bizantino Alejandro de Trales (h. 570 d. C.), VII, 323, identifica el Ǧοƌάκινον con la περσέα o πέρσειον, árbol frutal muy nombrado por los naturalistas griegos más antiguos, desde Hipócrates y Teofrasto2. De todos modos Alexander Trallensis es posterior en unos 600 años a Catón, donde ya aparece duracinus aplicado a frutos de piel dura. Toda la apariencia es pues que rhodacinon no es creación griega sino alteración (como etimología popular de ρǞƌον ‘rosa, rosal’) del lat. duracinus, mediante metátesis.

DERIV.

Duraznero. Duraznilla. Duraznillo.

1 Así el dicc. catalán de On. Pou, a. 1575, p. 53. Las fuentes de Pou en este terreno no carecen de autoridad: su maestro fué el sabio Palmireno y además explotó las obras «De re hortensi» de Lázaro Bayfio.―

2 Éste se define como árbol que nace en Egipto con un fruto gustoso, próximo al tronco. En todo caso περσέα ha de ser lo mismo (al menos en fecha ulterior) que el lat. persicus ‘melocotón’.