DUCHO, ‘experimentado, diestro’, en la Edad Media significaba constantemente ‘acostumbrado’ y procede del lat. DŬCTUS ‘conducido, guiado’, participio de DȢCĔRE; no es imposible que con él se confundiera D֊CTUS ‘enseñado, sabio’, pero no es necesario este supuesto y es poco verosímil.

1.ª doc.: Berceo.

Cuervo, Dicc. II, 1333; Pietsch, Mod. Philol. VII, 53-60 (y IX, 420). Todavía Nebr. traduce ducho por «assuetus, suetus, consuetus», y Valdés (Diál. de la l., 105.6) advierte «nuestros passados dezían ducho por vezado o acostumbrado: a quien de mucho mal es ducho, poco bien se le haze mucho»; claro está que en Juan Ruiz, 246b, «Tu eres avaricia, eres escaso mucho, / al tomar te alegras, el dar non lo as ducho», significa ‘no lo tienes acostumbrado’, y en Juan del Encina «quien es duecho de dormir / con el ganado de noche, / no creas que no reproche / el palaciego vivir» o en Sem Tob, 81b, «(el mundo y sus fechos) quando al malo aprovechan / dañar al bueno ha ducho» el sentido salta a la vista.

Es más, aseguré que no hay ejs. de otra ac. en la Edad Media1, y para dar con casos como «Tú en esto de arquitectura no eres muy ducho, y no entiendes de más órdenes que las Ordenes religiosas», donde ducho es ya ‘entendido’, hay que llegar hasta Moratín, o si se quiere al menos hasta Lope de Rueda, aunque en su «pudiéraste llamar bienaventurado, si fueras como yo ducho en amores» hay más de ‘experimentado’ que de ‘entendido’, y al fin ambas ideas son inseparables. El hecho es que la ac. ‘diestro’ todavía es enteramente ajena a los diccionarios del Siglo de Oro (Oudin, Covarr., Franciosini, etc., que sólo dan la otra ) y no aparece hasta Aut. y aun ahí sin cita de autores.

La ac. antigua hoy se ha anticuado en el castellano normal ―en el proverbio del S. XV «el que no es ducho de bragas, las costuras le matan» (Refranes de las Viejas, n.º 292, RH XXV, 157) solemos sustituirlo por «el que no está hecho a bragas las costuras le hacen llagas»―, pero claro está que para la etimología debemos partir del contenido semántico medieval. Para éste no hay dificultad en partir de DUCTUS: al educador que cría a un niño, al pastor que acostumbra el ganado a seguirle, se aplica perfectamente el verbo DUCEREconducir’; el que se deja convencer por un discurso ducitur oratione el carácter fácil de educar o de acostumbrar y el metal maleable son igualmente ductiles, de suerte que en un texto en bajo latín francés de 876 se habla de un mandatarius legibus ductus, que significa claramente ‘perito, ejercitado’ (Du C.).

Desde el punto de vista de la fonética histórica la etimología DUCTUS no es ya sólo posible, sino la única aceptable, pues D֊CTUS hubiera dado *docho en castellano, y duecho sólo en leonés, mientras que la forma normal ducho sólo se explica por DUCTUS, sea con el vocalismo Ŭ que este participio tenía en latín clásico2 ―si pensamos en el tratamiento de mucho MŬLTUM y de cuida CĶGէTAT (y aun lucha, trucha si son LŬCTA, TRŬCTA)― sea con el vocalismo Ȣ analógico del resto del verbo DȢCERE (como ha ocurrido en cat., oc., fr. duit); en cuanto a duecho, subrayó Pietsch con razón que esta variante es muy frecuente y no es sólo aragonesa y leonesa, puesto que se halla en Berceo, en la Crónica General, en la Comedia Florinea, aun en el Quijote, y en muchos más textos (vid. además Rennert, RH XXV, 300). Desde luego, no puede extrañar en una lengua que conoce formas como vergüeña o vergüenza (VERECŬNDէA), y donde junto a cuida, cuita, buitre, hallamos cueda, cueta, buytre; está fuera de duda que el arag. duecho ‘timón del arado’ procede de DŬCTUM (Rohlfs, ASNSL CLXVII, 249; Kuhn, RLiR XI, 18), y en muchos textos aragoneses pudo documentar Pietsch las formas adueyto e indueyto como participios de aducir e inducir; aun una forma como muecho por mucho puede hallarse en el Fuero Juzgo. Contra D֊CTUS está por otra parte el hecho de que esta palabra era ajena al romance ibérico y quizá ya al latín vulgar; para el glosador de Silos era tan desacostumbrada que se cree obligado a explicarla por doctrinatus (n.º 282).

Desde el punto de vista español la etimología no ofrece, pues, duda alguna3. Pero deben tenerse en cuenta las demás formas romances. Ahora bien, M.-L. y Wartburg admiten en sus diccionarios (y aquél en ZRPh. XXVII, 252) la existencia de prolongaciones populares de DOCTUS, entre las cuales colocan el cast. ducho, duecho. Pero además de éste citan otras formas romances que deben indudablemente eliminarse de este artículo. Claro está que el it. dotto es un puro latinismo. El port. y gall. doito no puede separarse de la voz castellana, con la cual coincide del todo en su sentido, que es ‘acostumbrado’ en la Edad Media: «a velha non é doita da guerra» (Canc. de la Vat., 1123, 7), «mulher... que a pesar, des quando nacera, non fora doita» (Don Denís, v. 451 y otros ejs. análogos citados por Lang, en su ed., p. 120, y en ZRPh. XXXII, 394), en gallego y berciano ter d’adoito ‘tener costumbre’, estar adoito a ‘estar acostumbrado’, adoitar ‘soler’ (C. Michaëlis, ZRPh. XIX, 535; Homen. a M. P., III, 447-51), miñoto era em doito ‘era costumbre’ (Bluteau, en Leite de V., Opúsc. II, 106); otros casos como e mal o doitearam y ‘le dejaron maltrecho’ en las Cantigas, 182, y BaiƟo doutiar ‘cultivar’, doutío ‘cultivo’ (a. de Azevedo en RL XI, s. v.), señalan semánticamente DUCTUS de un modo aún más claro; por otra parte debe tenerse en cuenta la existencia de formas con ui en gallego antiguo (Cantigas, tomo II, p. 599, ed. Mettmann 406.24, en rima con muitas, fruitas, luitas), inconciliables con D֊CTUS, y aunque también hay casos de oi ahí («mui grandes coitas... quaes avemos doitas» 49.19), hay que tener en cuenta que el gallego cambia todo ui originario en oi (froita, troita, loita, etc.), y D.ª Carolina observa oportunamente que esta alternancia es la misma que vemos en condoito o conduito ‘condumio, lo que acompaña el pan’ (de ambas maneras ya en la Crónica Troyana), cuya descendencia de CONDUCTUM es palmaria4.

¿Pero hay realmente representantes populares de DOCTUS en otros romances? Quizá sí, y ello no sería razón decisiva para lo hispánico, pero de todos modos es lícito dudarlo. Suele admitirse que el galés doeth ‘sabio, hábil’ es DOCTUS, pero el caso es que el sentido del bretón de Vannes duah (bret. ant. doith-) «rompu à» (Pedersen, Vgl. Gramm. I, 228), nos hace pensar en DŬCTUS, y es sabido que no escasean los ejemplos galeses de Ŭ latina representada por o (vid. Pedersen), además de que nada obsta a que el vocablo se tomara del romance antiguo (cuando ya Ŭ > o) y no del latín. Salvioni insistió repetidamente en que el piamontés döjt ‘amabilidad, trato amistoso’ es DŬCTUS y no DOCTUS (Rom. XXXI, 281; KJRPh. VII, i, 138 y 140) y debemos reconocerle más autoridad en la materia que a M-L. En cuanto al fr. ant., med. y dial. duire «acoutumer» y su participio duit, en el sentido de ‘enseñar’, ‘educar’, ‘domesticar’, ‘acostumbrar’, llegó hasta los umbrales de la época moderna, V. la documentación allegada por Saineán, La Langue de Rabelais II, 123, 127, a lo cual agréguese que todavía en 1605 escribía Mercator en el comentario a su edición de Rabelais: «Les paysans... du Poitou sont une sorte d’hommes rioteuse qui aime et cherche les procez, duite et experte à faire trouver cinq pour quatre» (cita de Plattard, François Rabelais, p. 85). Wartburg lo coloca a un tiempo en DOCRE y en DȢCĔRE, aun reconociendo (III, 111a) que tal diferencia no existía para el sentimiento lingüístico francés; yo, en vista de que una forma *doisir (comp. noisir, plaisir, luisir, loisir) no existe, agregaría: e indudablemente tampoco en la etimología. El único argumento sólido en favor de una pervivencia de DOCRE está en los dos ejs. de un oc. ant. dozer ‘enseñar’ (verbo hoy perdido), que cita Stichel, pero nótese que pertenecen al Boecio, texto lleno de latinismos desusados (sanctum spiritum, omnipotent, carceral, etc.), y a uno de los mss. de una versión valdense del Evangelio de San Juan (otro trae ensenhar), que, además de otras singularidades, tiene muchos ejs. de u por o (cumprar, bucella), y no menos latinismos desusados que el Boecio: se trata de versiones de originales latinos que trataban de conservar el vocabulario del original; fuera de esto queda un pretérito duois ‘enseñó’, en Arnaut Daniel, donde puede haber un compromiso de DUXIT con DOCUIT, al que además no se puede dar mucho valor en un poeta tan artificial y preocupado por la búsqueda de rimas ricas, y sobre todo varios casos del participio duoit o duoch ‘enseñado’, reunidos por Levy; y ni aún ahí podemos olvidar que la mayoría de ellos se deben a enmiendas del lexicógrafo en lugar de duch (DUCTUS) que trae el único manuscrito o uno de ellos. En definitiva se puede admitir como máximo (según sugieren Morf, ASNSL CXXV, 270n.1, y C. Michaëlis en el segundo de los artículos citados) que en estas formas, exclusivamente occitanas, hay una adaptación del aislado D֊CTUS (una vez perdido el verbo DOCERE) al participio de DUCERE, pero ni siquiera esta fusión de las dos palabras me parece necesaria. En todo caso estimo inadmisible la evolución semántica ‘sabio, perito’ > ‘acostumbrado’ que acepta D.ª Carolina.

Para la forma lucho, usual en varios países americanos (Colombia, Méjico, Cuba, Argentina) y debida seguramente a un influjo de luz y lúcido por etimología popular, vid. Cuervo, Ap.7, p. 763; Pichardo, p. 161; BDHA IV, 293.

DERIV.

Aducho ‘enseñado, instruído’ [A. de Cartagena, † 1456, DHist.]. Ducha [«cierto trecho: ductus», Nebr.] ‘lista que se forma en los tejidos’ [otros dicen lucha, y en Madrid ducha, Terr.], ‘banda de tierra que siega cada uno de los segadores caminando en línea recta’ [en la Mancha, Aut., 1732], de DUCTUS, -ȢS, ‘trazo, trazado’.

1 Como la experiencia coincide con la ciencia, se dan casos como «eran duchos de lidiar», en la traducción doscentista del Libro de los Macabeos citada por Cuervo, donde esto traduce el lat. docti ad proelium, pero está claro que este caso no es diferente del que le precede «bestias bravas que son duchas de comer los cuerpos de los omnes muertos», y debe entenderse del mismo modo. En Berceo, Mil. 149, «la madre gloriosa, duecha de acorrer» se refiere a la intercesión cien veces repetida de la Virgen en favor de sus devotos; en S. Or., 55c, la joven emparedada ve en el cielo a «Bartolomeo, ducho de escrivir passiones»: claro está que la habilidad narrativa del santo varón no sería razón para que estuviera en el paraíso, pero sí su obra hagiográfica persistente, y si en Apol. 372d la mala mujer que proyecta la muerte de Tarsiana, recurre para ello a Teófilo porque «éste era ducho de texer tales redes», es natural que se sirva de un delincuente habitual. La traducción ‘hábil’ de Oelschl. o ‘aprendido, diestro’ de otros, no es oportuna en tales casos.―

2 La cantidad breve de dŭctus y dŏctus está bien atestiguada por Probo y confirmada por otros gramáticos latinos (Heraeus, ALLG XIV, 451).―

3 Sería de interés comprobar la afirmación de Aut. de que en el Regimiento de Príncipes (1494) ducir significa ‘enseñar, amaestrar’. El texto citado no es claro. Sería otra confirmación de que ducho viene de DȢCERE.―

4 Deriv. gall. adoitar intr. ‘soler, acostumbrar’: «adoitamos a decir...», «adoita ser de moldura» Castelao 272.12, 96.32.