DELICIA, tomado del lat. delĭcĭae íd.

1.ª doc.: Santillana (C. C. Smith, BHisp. LXI); 1607, Oudin («delicias: regalos»).

Cej. VII, § 44. Se halla también en Covarr., en Góngora (1613), en Saavedra Fajardo (1640) y en autores posteriores, pero es ajeno al vocabulario de la Edad Media, de la Celestina, APal., Nebr., Sánchez de la Ballesta, Crist. de las Casas, Percivale (1599), el Quijote, etc. Hasta entonces se dijo deleite. Por otra parte, en el Cid y en Berceo (S. Lor., 197; S. Or., 13) se halla el masculino delicia, tomado del lat. delicium íd.

DERIV.

Deliciarse ant. Delicioso [Berceo, Signos, 27: derivado de delicia].

Del lat. arcaico lacĕre ‘atraer, seducir’, de donde procede deliciae, viene también delectare ‘seducir’, ‘deleitar’, de donde por vía semiculta el cast. deleitar [Berceo; variante deletar en el Glos. de Toledo, h. 1400], para el cual vid. Cuervo, Dicc. II, 874-5; deleitable, deleitación, deleitamiento, deleitante; deleite [deleit: Cid; Berceo, Mil., 85d; Cej. VII, § 44], deleitoso [Berceo]; delectación [fin del S. XV, Hernando del Pulgar], es la única forma que ha sobrevivido del radical de la forma más culta delectar, empleada por Juan de Mena (Aut.) y otros. Del mismo lăcĕre derivan illĭcĕre ‘atraer’ y su derivado illĕcĕbra ‘encanto, seducción’, de donde el cultismo cast. ilécebra (raro).