CORNEJO, ‘cierto arbusto de madera muy dura’, derivado romance del lat. CORNUS, -զ, íd.
1.ª doc.: 1607, Oudin; Terr.
DERIV.
Cornejal ‘sitio poblado de cornejos’. Cornizolo (Oudin) ‘fruto del cornizo’, según Terr. cornízolo ‘cornejo’, y cornízola, ‘su fruto’.
Del lat. CORNUS deriva CORNĔA, como nombre de la frutita del cornejo, conservado en it. ant. cornia (después corniola), oc. cornha, cat. (pall. y ribag.) cúrnia, curna, curnyeta; de ahí seguramente además un gall. cuñas que Sarm. anotó en el Caramiñal (cerca de Finisterre) para los huesos de las cerezas, guindas y melocotones (CaG. 189r).
Capudrio se llama el «orno» en Maragatería (León), capudre en Cervantes (al E. de Becerreá, camino del Bierzo), cornabudo, cornabuda o manjarín en Galicia, anota Sarmiento al pasar por allá en 1745 y en 1754 (CaG. 137r, 141r y p. 37). Parecen cpts. CORNUS PŬTRէDUS, que se aplicaría, por contraste, a una variedad de cornejo de madera más endeble (o exagerando, ‘podrida’). La combinación quedaría soldada desde antiguo, de donde sonorización de la -P- en la forma cornabudo o bien síncopa *corpudrio, luego pérdida de una de las r por disimilación y además disimilación vocálica copú- > capú-; capudre quizá contenga más bien PUTRIS. Cornabude es propio del Caurel según el Ape. a Eladio Rdz.1.
1 Aunque el lat. cornus, -i, pasa por ser voz independiente de cornu ‘cuerno’, dentro del indoeuropeo es palabra propia del latín y el griego, y con alguna prolongación en báltico y acaso en eslavo; tampoco esta parentela nos muestra pista alguna para ello, Pok. IEW, 572; también se piensa en un préstamo mediterráneo (Ernout-M.) lo cual queda vago también. Acaso ―si hubo variante no clásica CORNUS, -ȢS― se podría pensar en un colectivo *CORNUETUM > *cornobede (cf. el topónimo Cornide, aunque en éste muestra sus efectos metafónicos), lo cual nos acerca a cornabude pero no llegamos a una solución definida. Tal vez *cornapude × *cornobede > cornabude. ↩