BÉLICO, tomado del lat. bellĭcus íd., derivado de bellum ‘guerra’.

1.ª doc.: h. 1440, Mena, Santillana (C. C. Smith, BHisp. LXI); 1480, Diego de Valera (Gillet, HispR. XXVI, 269-70).

DERIV.

Belicoso [ya Mena, C. C. Smith, BHisp. LXI; h. 1490], tomado del lat. BELLICOSUS íd., derivado del anterior. Debelar [Santillana (C. C. Smith, BHisp. LXI); 1621: Lope], tomado del lat. debellare íd.; debelación, debelador [debellador, Cartagena, Questión, p. 236b; debellante, Arévalo, Suma, p. 257b (Nougué, BHisp. LXVI)]. Imbele.

CPT.

Beligerante, tomado del lat. belligerans íd., participio de belligerare ‘hacer la guerra’, compuesto de bellum y gerere ‘hacer’. Antecedente de beligerante es belígero [1444, J. de Mena, Lida, p. 255; DHist.: SS. XVII-XIX]. Rebelde [S. XIII, rebele, F. Juzgo, rebelle en el Fuero de Zorita, rebelle y rebelde en obras alfonsíes; más tarde interesa la forma rebelles en Fz. de Heredia, RH XVI, 263.544, rebel en los Fueros de Aragón, rebele, APal. 123b; la forma rebelde queda fijada desde Nebr.], tomado del lat. rebĕllis íd., derivado de bellum, con desarrollo semiculto del grupo -ll-1; rebeldía [-llía y -ldía, 1.ª Crón. Gral.]; rebelarse [-vell-, Berceo; Sem Tob, 282; rebelar, Nebr.]: rebelión [h. 1440, A. Torre (C. C. Smith, BHisp. LXI); APal. 354d, 411d], tomado de rebellio, -onis; rebelón.

1 Es tan vieja como innecesaria la controversia acerca de la explicación de -ld-. Suscitáronla Leite de V. (RH V, 419) y Gçvs. Viana [RH XI, 160) porque no conocían otros ejs. del cambio -ll- > -ld-, como subraya el último; por ello proponían partir de un *rebeldar procedente de *REBELLITARE: claro que es inadmisible, entre otras razones, porque rebeldar no existe. Sin embargo el cambio semiculto -ll- > -ld- es frecuente: píldora, bulda, apeldar, celda, libeldo, etc. Así explicó rebelde Baist (KJRPh. V, i, 409), aunque suponiendo innecesariamente un italianismo. Sin embargo G. de Diego, fiel a su idea fija de los cruces, sugirió uno de REBELLIS con humilde (Contr. § 492). Claro está que M-L. haciendo caso omiso se atuvo a la explicación evidente (REW 7104), y así la cuestión parecía definitivamente resuelta. Superfluamente la vuelve a plantear Malkiel, más atento, como de costumbre, al número que a la calidad de los votos; no podemos lamentarlo cuando nos ha valido uno de sus eruditos y útiles artículos (Estudios M. P. 1950, I, 91-124), pero sus argumentos y conclusiones no se pueden aceptar. El problema que le intriga no existe, puesto que es natural que al tratamiento semiculto de rebelde [S. XIII] se oponga la forma puramente culta de rebelar y rebelión, que no aparecen hasta fines del XV y hasta hoy siguen siendo palabras de uso mucho más culto. Que los casos de bulda, libeldo y análogos no los pueda él documentar hasta fines del S. XIV no prueba en absoluto que el tratamiento -ld < -ll- sea posterior al XIII, puesto que de estos vocablos reúne él muchos menos ejs. que de rebelde, como por lo demás es natural, puesto que son palabras mucho menos importantes y usadas. Los ejs. de rebellar o revellar no prueban que esta familia léxica tuviera desarrollo hereditario en España: no hay por qué dudar de que en Berceo y otros autores del XIII esta grafía debe leerse como l geminada y no como elle palatal (estamos ante el antecedente natural del tratamiento ld); fuera de esta época apenas se hallan las formas en -ll- más que en textos pastoriles sayagueses y en algún autor leonés, en los cuales es probable que se pronunciara , pero ahí tenemos sólo una adaptación suelta de un latinismo a la fonética dialectal, que el lenguaje común rechazó siempre como una barbaridad pastoril. El carácter siempre culto o semiculto de nuestra familia es evidente, no sólo por el tratamiento de la -ll-, sino también por la falta constante de diptongación de la ĕ (el hapax rebielle en una variante del F. Juzgo carece de valor) y por la conservación de la -b- intervocálica (las variantes con -v- son incomparablemente más raras). Malkiel propone una explicación complicada y totalmente inaceptable: rebelde sería analógico de rebeldía, y éste se debería al influjo de osadía (y otras palabras en -adía, todas raras): pero entonces debiéramos esperar *rebeladía.