AYO, origen incierto, probablemente sacado del femenino aya y éste del lat. AVIAabuela’, en el sentido de ‘mujer de edad que cuida los niños’.

1.ª doc.: ayo, 1107; aya, princ. S. XV, Canc. de Baena.

Bien mirado no es de extrañar que el masculino aparezca primero que el femenino, pues en la literatura en prosa y en la épica de los SS. XII-XIV apenas había ocasión de hablar de ayas, limitadas al círculo íntimo de la familia, pero sí la había de tratar de ayos y educadores de jóvenes nobles. Del mismo origen es el port. aio, aia, íd. (que no hay motivo para creer castellanismos)1; los it. aio, aia, que no aparecen hasta 1538 (Zaccaria, s. v.), sí lo son (comp. faggio ‘haya’); asimismo el vasco ayo. Es difícil decidir entre las dos etimologías propuestas: gót. *HAGJAguardián, cuidador’ (a. alem. ant. heio, a. alem. med. heie)2 (Diez, Wb. 423; REW, 3985; Gamillscheg, R. G. I, 382); o lat. AVIA (Schuchardt, Rom. Lehnw. im Berb., 46-50; C. Michaëlis, l. c.; E. Richter, BhZRPh. LXXXII, 39). El propio M-L. nota que en nombres de la estructura de *HAGJA suelen predominar en romance formas procedentes de los casos oblicuos, como guardián, gasallán, de suerte que se esperaría más bien *ayán; por otra parte sería forzoso admitir que *HAGJA dió primero un masculino *aya, cuya terminación fué cambiada para amoldarla al género. Ninguna de estas dos objeciones es muy fuerte, pues en ayo y aya tiene gran uso el vocativo, lo cual podría en rigor justificar el predominio del caso recto; tampoco son argumentos terminantes lo hipotético del vocablo gótico y lo poco frecuente de su correspondencia en alemán3. De todos modos, si la etimología latina no presenta dificultades, las que presenta el étimo germánico deben tenerse en cuenta para decidir en favor de aquélla. Para M-L. el tratamiento de VI como y es imposible, pero ésta es objeción sin ningún valor: Schuchardt indicó que se trataba de un vocablo del lenguaje infantil, de fonética simplificada, y documentó el hecho en varios dialectos romances: sardo, dolomítíco y venec. jaja, neogr. ƔιαƔιά, bereb. ȳaȳa, rum. dial. aĭa, sardo (bis)aja, (tad)aja ‘abuela’, ‘tía’, lat. AJA en una inscripción cristiana de Iliria; agrego cat. infantil iaia ‘abuela’, cat. común jaia ‘anciana’, con la misma reduplicación que en parte de las formas anteriores, o en el fr. tante (AMէTA), etc. En lo semántico comp. lat. tardío nonna ‘aya, educadora’ junto al it. nonna, gasc. nòna, ‘abuela’; logud. tadaja, galur. tataja, ‘ama’, junto al campid. ant. tadaju ‘bisabuelo’. En favor de la etimología latina puede notarse que amo era antiguamente sinónimo de ayo; ahora bien, amo es también vocablo de origen latino, sacado del femenino ama y procedente del lenguaje infantil, lo cual no impidió que se hablara del amo de un príncipe, en el lenguaje más serio y solemne. Cej. IV, § 37.

DERIV.

Aya (V. arriba).

1 Figuran ya en la Edad Media (C. Michaëlis, ZRPh. XX, 166), y su evolución fonética es normal (comp. faia ‘haya’).―

2 Sobre todo en compuestos: eschheie, holzheie (Schade, Lexer, Grimm). Es derivado de un verbo análogo al hegen ‘guardar’ del alemán moderno; de todos modos es palabra poco frecuente, y los germanistas (p. ej. Schade) citan como confirmación el supuesto germanismo it. aio, cast. ayo, lo cual tiene mucho de círculo vicioso.―

3 Correspondencia que además no es más que aproximada, pues lo que correspondería a un *HAGJA en alto alemán sería *hecke. Lo cual prueba que heie no es palabra hereditaria, sino creación nueva del alemán, sin correspondencia en gótico. Y esta objeción sí es fuerte, y decisiva.