ATOLONDRAR, ‘aturdir’, origen incierto, probablemente esta palabra junto con el port. atordoar y el mozárabe *atornonar (aƫƫarnan) son derivados de trueno o de su equivalente latino TONITRUS con el sentido de ‘atronar’; en castellano el vocablo sufrió el influjo de TOLONDRO ‘chichón’.

1.ª doc.: h. 1500, Lucas Fernández (DHist.).

En realidad es difícil decidir entre la etimología anterior que acepté en la primera redacción de esta obra y algo parecido a lo que ya propusieron Leite de V., Phil. Mir. II, 165.45, y Schuchardt, ZRPh. XLI, 699, fundándose en el port. atardoar ‘atolondrar’. Una forma parecida a ésta se emplea en los altos valles de Santander: atardonar ‘atontar, atronar de un golpe’ (G. Lomas, 2.ª ed.; «relocho: carnero u oveja que tiene la cabeza atordonada por un golpe y da vueltas sin saber a dónde va», BRAE XXV, 394). Una variante de esta forma (quizá influída por atortolar) parece hallarse en Bernal Díaz del Castillo (cap. 68): «hacía un viento frío... porque dos de ellos se atortonaron e estaban temblando».

De AD-TONէTRUARE se pasaba fácilmente a *atonodrar, *atronodar, *atrodo(n)ar, atordo(n)ar (al último paso pudo ayudar el influjo de aturdir); por otra parte *atonodrar podía cambiarse por propagación de nasal y disimilación en *atonondrar > atolondrar (a lo cual ayudaría el influjo de tolondro). Realmente repugna separar la forma castellana de la portuguesa y santanderina, y si no lo hacemos tendremos que aceptar la conclusión de que la relación con tolondro es sólo de etimología popular.

Hoy me parece ello todavía más claro por haberme dado cuenta de que este vocablo existió en mozárabe y fué adoptado, con las consabidas alteraciones en el árabe hispánico y magrebí. Hoy suena este verbo ƫarnen ‘aturdir’ en el árabe rifeño, donde Lerchundi lo registró con sus secuelas teƫernen ‘aturdirse’, teƫernîna ‘aturdimiento’ y metarnen «aturdido, atolondrado»1. En Argelia ha tomado la forma tarnîn (con ta no enfática) «idiot»; así, o tarannîn, entre los «árabes» de Argelia, mientras que lo que dicen los moros argelinos es tarannî, que Beaussier ejemplifica con frases que traduce él mismo «et tu n’es qu’idiot», «ce n’était qu’idiot», «il paraît idiot», «il paraît qu’il était ‘malade’», «tu n’es qu’un âne». Pero que este vocablo no es árabe en sí lo muestra ya la fluctuación entre ta y ƫa ‘enfático’, signo casi infalible de un origen extranjero en árabe. Y en efecto lo tenemos documentado de sobra en el vulgar hispanoárabe, aunque es totalmente ajeno al árabe propio2. PAlc. lo registra en tres pasajes diferentes: mutérnen «perenal loco», «loco», «cascatreguas» (347b27, 143a23 y otro) y lo que debemos entender por ese cascatreguas está claro porque él mismo lo traduce luego por hamáq «insensé, stupide»3. Pero es que R. Martí nos revela que ya en el S. XIII se había adaptado el vocablo al hispanoárabe, pues registra el verbo tarnan en 1.ª forma y aƫƫarnan en 2.ª forma colocándolo (en sus dos partes) bajo el artículo gaudere (p. 450.10, etc.), lo cual queda claro si nos fijamos en que le agrega el complemento b al-faraɅ «gozo, alegría», o sea aƫƫarnan b al-faraɅ ‘dejar aturdido de un alegrón’.

En fin ya hace muchos años Julián Ribera, en su famoso discurso de entrada en la Academia, creyó haber descubierto el más antiguo testimonio de esta palabra hispanoárabe, nada menos que en el cordobés Abencuzmán. En el zéjel n.° 10 están en nuestro únicum manuscrito las consonantes yȐ mƫrbn, lo cual se lee naturalmente yâ muƫarbani (palabra sin sentido), y con la leve enmienda de b en n (letras idénticas en árabe salvo la posición del punto diacrítico) leía así los dos versos primeros de la estrofa «yā muƫárnani šalbâƫo / tu Ȑn Ʌazîn, tu Ȑn penaƫo». Se adhirieron a su interpretación Mz. Pidal y, en todo lo importante, Nykl, y aun Tuulio y todos, traduciendo en conclusión «Oh mi locuelo (aturdido) Salvato, / tú eres un triste, un desgraciado (penado)». Protesta don E. García Gómez contra esta enmienda y contra la interpretación de toda la estrofa, aunque sin hacer en el verso 4.° más que una pequeña enmienda (quizás innecesaria) y, en el verso 3.° introducir un ingenioso cambio, seguramente atinado, pues queda más claro el sentido e irreprochable la métrica coja del manuscrito. Hay que darle la razón en este punto4. Pero siento no poderle seguir en los dos primeros versos y tener que quedar con la impresión de que el gran Ribera y los demás estaban en lo cierto. Porque para huir de la enmienda de una consonante (un diacrítico) introduce él cuatro enmiendas consonánticas sin contar las relativas a la vocalización. Prefiero la actitud más conservadora. Y compone un verso nuevo en lugar del primero (anā, maƫre, tan šilbâƫo) con la traducción ‘yo, madre mía, tan burlado’ («objeto de rechifla» dice), sin darse cuenta de que un šilbar ‘silbar’ es una imposibilidad fonética en mozárabe, donde no tenemos derecho a suponer la trasposición de BL en lb, radicalmente ajena al portugués, el catalán y todos los demás romances, y aun en Castilla limitada a algunas palabras; pero además algo sumamente inverosímil en lo semántico, puesto que la especialísima evolución de ‘silbado’ en ‘objeto de rechifla’, y peor, ‘burlado’, es algo de sabor tan familiar y reciente.

Y es que dice que muƫarnan5 es palabra «enigmática», que nadie ha precisado. Por lo visto Ribera sabía más, y por lo menos conocería la definición de PAlc. Pero como acabamos de ver fué palabra con viejas raíces hispanoárabes, en definitiva mozárabes. Y ningún romanista extrañe el cambio vocálico de atronon- romance puro en aƫƫarnan árabe-vulgar, que así lo exige la estructura vocálica y silábica de todas las palabras arábigas, proceso que se ejemplifica por docenas de vocablos en los libros de Simonet, Dozy, Steiger, etc. Muƫárnan es el participio regular de ese verbo6.

En conclusión una triple variante básica en los tres romances peninsulares: atordo(n)ar en luso-leonés, atornonare o atrononare en mozárabe y atolondrar en castellano. Las apariencias son de que el portugués y santanderino queden más cerca del consonantismo originario que los otros dos lenguajes. Y que por lo tanto debamos partir de AD-TONITRUARE (*atrodonar, etc.), y que el mozárabe (o el hispanoárabe) asimilaran d-n en n-n. Quizá cabría partir también de atronar, algo más alterado, por el cruce con tolondro, por una duplicación enfática o morfológica atronn- en mozárabe arabizado y aun otras alternativas. En conjunto la etimología parece ahora firmemente establecida.

DERIV.

Atolondramiento; atolondro; de ahí el postverbal tolondrón «aturdido, desatinado y que no tiene tiento en lo que hace» [Aut., que atribuye este sentido también a tolondro, lo que es dudoso, aunque haya sido consagrado por la Acad.; a este tolondrón se referirá Pedro Espinosa al ponerlo entre las voces vulgares y malsonantes, Obras, p. 196.13]. Turumbón por cruce con tarumba.

1 Además lo da Lerchundi bajo «atontar, espec. por efecto de un golpe», y meƫernen «atontado».―

2 En los diccionarios clásicos ni siquiera figura tal raíz y Dozy, Suppl. II, 43a, sólo, lo recoge lacónicamente y sin aclaraciones con una parte de las citas que doy.―

3 En árabe clásico en las formas Ʌamiq o Ȑáhmaq, está también en nuestro R. Martí, que le asigna el mismo plural humaqâȐ que PAlc. da a su hamaq «cascatreguas».―

4 Por lo demás remito a su detallada exégesis y traducción, vol. III, pp. 340-2, de su edición comentada, donde dejo lo referente a los versos 3.° y 4.°, que no interesan para la cuestión de ƫarnan, y lo demás relativo a este zéjel, del que da interpretación excelente salvo lo que comento. En cuanto a su escrúpulo sobre la aparición de ese Salvato, no veo ahí dificultad de monta. Puede ser una auto-interrogación retórica, con Salvato aplicado a sí mismo (acaso irónicamente por el sentido etimológico de ese nombre propio), si no queremos pensar ahí en una bella con seudónimo masculino como entendió Mz. Pidal, o en un confidente amigo de él en sus aventuras callejeras.―

5 Claro que muƫárnani presenta la -i del sufijo pronominal posesivo ‘mi, mío’, como supongo que ya vió todo el mundo. ‘Locuelo mío’, ‘mi atolondrado Salvato’. Otros escrúpulos de G.ª Gómez tampoco valen. ¿Para qué enmendar tu ’n en tan? Ya Ribera parece entenderlo bien a juzgar por su traducción. En ese verso segundo, todo es mozárabe, pero sólo por la forma de las palabras (aun Ʌazîn había pasado al romance, cast. ant. hazino), pues el mozárabe calca la construcción predicativa del árabe con su artículo indeterminado un y su pronombre personal : tu un hazîn (con sinalefa o crasis de las dos uu consecutivas), es como si en árabe dijese Ȑanta hazîn?? ‘eres un desdichado’, tu un penato ‘eres un penado, un hombre de mal sino’.―

6 Quizás haya todavía otro testimonio de la vitalidad de nuestro vocablo en hispanoárabe. El apellido Madremany es exclusivo del Reino de Valencia, ajeno al Principado, a las Islas, etc. Y por lo demás ya era el de valencianos muy conocidos de los SS. XVI-XVII. Cuando tal ocurre suele tratarse de nombres de origen árabe o mozárabe, llevados por moriscos pronto convertidos, o por tránsfugas musulmanes de nombre árabe que, adaptándose rápidamente a la situación de la Reconquista, se cristianizan, salvan sus propiedades y aun llegan a entrar en la alta burguesía o la nobleza locales. Sospecho que Madremany empezaría siendo un apodo morisco maƫernán (con vocalismo vulgar morisco) ‘el aturdido, el frívolo’, pronto adaptado a la forma del nombre de lugar catalán Madremanya (< MATER MAGNACibeles’ antiguo nombre pagano) con el objeto de quitarle el resabio morisco.