ALMANAQUE, del hispanoárabe manâȟ ‘calendario, almanaque’, de origen incierto, probablemente es lo mismo que el árabe manâȟ ‘parada en un viaje’, de donde ‘signo del Zodíaco’ y ‘calendario’.

1.ª doc.: lr cuarto del S. XV.

Aparece por primera vez en tres poesías del Canc. de Baena debidas, una a Villasandino (h. 1350-h. 1428), y las otras a dos poetas contemporáneos suyos que polemizan con él. El vocablo conservó carácter sabio por mucho tiempo, como se ve por la grafía almanach de Nebr. y almanak de Aut. El cat. almanac se halla ya en el tratado de Astrología de Gilbert y Corsuno mandado componer por el Rey D. Pedro el Ceremonioso (que reinó de 1336 a 1387) y en un doc. de 1390. El fr. almanach aparece desde 1391. El it. almanacco, h. 1345, en un texto que hace referencia a las Tablas Toledanas (S. XI). Y el b. lat. almanac(h) en el inglés Bacon, en 1267. En cuanto al árabe, manâȟ ‘almanaque’ sólo se halla en el léxico del catalán R. Martí, S. XIII, y en el del árabe granadino debido a PAlc. (1505), donde además hallamos manâɅ en el sentido de ‘reloj de sol’; fuera de estas dos fuentes hispánicas el vocablo es ajeno al árabe en nuestra ac., y sólo se halla en la de ‘clima, temperatura del aire en un país’, en diccionarios modernos del árabe de Siria y Egipto. De estos antecedentes filológicos se deduce que el lugar desde donde se difundió el vocablo por las lenguas europeas debió ser la España árabe, centro de los estudios astronómicos y astrológicos de la baja Edad Media. La etimología última del vocablo según las investigaciones actuales, es oscura1. Simonet llamó la atención acerca de la palabra manacus que figura en ciertos manuscritos de Vitruvio (S. I d. d. C.) como nombre de un círculo en el reloj de sol, en el cual la sombra de la aguja indica los meses o doce signos del Zodíaco; según Forcellini y otros esta palabra vendría de una forma dórica μανάχος> ático μƲναχος, derivada de μƲν ‘mes’, pero así μανάχος como μƲναχος faltan en los diccionarios griegos y son evidentemente vocablos forjados por el autor de esta etimología; es más, el manacus atribuido a Vitruvio no es forma digna de crédito, y la crítica moderna sólo acepta en el texto de este escritor la grafía menaeus, mejor fundada en los manuscritos y procedente de la forma griega conocida μƓνιαƗος ‘mensual’2. Engelmann se refirió a la palabra ęλμενιχιακά (pero Du C. escribe ęλμεναχικά), citada por Eusebio (S. III) con referencia a Porfirio, quien, hablando de la creencia de los egipcios en la astrología, en los horóscopos y en los llamados «señores del ascendiente», dice que los nombres de éstos se dan en los ęλμενιχιακά, junto con sus varias facultades para curar males, sus «salidas y puestas» y sus presagios de lo futuro. No es imposible concebir en estos objetos, cuya naturaleza exacta se desconoce y que desde luego no eran calendarios, los antecedentes de nuestros almanaques, pero ni es fácil explicar la trasformación de este vocablo en manâȟ, ni consta la forma exacta del mismo; quizá se trate también de una corrupción posterior, pues según Dozy han fracasado los esfuerzos de los especialistas para hallarle una explicación etimológica en copto, que es de donde debiera proceder una palabra egipcia de esta época.

En cuanto al origen árabe, lo rechaza Dozy resueltamente por no hallar analogía semántica entre manâȟ ‘almanaque’ y la raíz n-w-ȟ ‘acostarse el camello’, ‘descansar’, con su derivado manâȟ3, que él mismo documenta en el sentido de ‘lugar donde uno para en el curso de un viaje’, ‘residencia’, ‘campamento’. Con el mayor respeto por la autoridad del gran orientalista diré, sin embargo, que veo una posibilidad de relacionar manâȟ ‘almanaque’ y ‘clima’ con manâȟ ‘estación en un viaje’ si tenemos en cuenta que las constelaciones o signos del Zodíaco eran miradas como los doce lugares en que se detenía el sol en su viaje anual a través del cielo, de donde vino el llamarlos mansiones en latín medieval, es decir, ‘paradas en un viaje’4. Es fácil que manâȟ ‘signo del zodíaco’ se convirtiera luego en ‘almanaque’, libro basado en las consecuencias de estos signos, y por otra parte en ‘reloj de sol’, donde el zodíaco estaba marcado, y en ‘clima’, mirado como resultante de la influencia de los propios signos.

1 Es básico el artículo almanac del New English Dictionary de Murray y Bradley. Además, vid. Engelmann y Dozy, Gloss., 154; Dozy, Suppl, II, 734b; Simonet 329-30; Du C., s. v.; Forcellini, s. v. manachus; Mahn, Etym. Untersuchungen, 129-134. Los demás etimologistas se basan en estas fuentes. Hay estudio reciente de J. Vernet en Miscelánea Griera (1955), 405-6: cita estudios de Levi della Vida RSO XIV, 1933, 265-70 y J. Bibez, αλμενιχιακα, Mél. E. Boisac, Bruselas, 1937, 77-85, Rénaud, Isis XXXVII, 1947, 44-46; señala el libro Al-Manâȟ de Ibn-al-Bannâ, astrónomo marroquí: el almanáȟ viene definido ‘Ephémérides du soleil et de la lune’. Vernet se limita a proporcionar el dato de que en un cuento de las Mil y Una Noches de origen persa, hay una reina hechicera que lleva el nombre de Al-Manakh (noche 545).―

2 En consecuencia, como notan los autores del N. E. D., sólo podría admitirse relación entre el hispanoárabe manâȟ y el seudolatino manacus si pudiera probarse que esta lección corrompida tuvo mucha difusión en la Edad Media y fué adoptada por un astrólogo árabe conocedor del latín. Y ni así se explicaría el ȟ arábigo, a no ser que admitiéramos el influjo del vocablo árabe a que me referiré más abajo.―

3 En árabe clásico es munáȟ, pero en España se decía manâȟ, cambio habitual en palabras de este tipo y registrado en nuestro caso por R. Martí: manâȟ «cubile».―

4 Las expresiones mansiones solis, mansiones lunae son frecuentes en la literatura astrológica y astronómica de la Edad Media, vid. J. M. Millàs i Villacrosa, Assaig d’Història de les Idees Físiques i Matemàtiques a Catalunya, 251-4; M. Steinschneider, Über die Mondstationen und das Buch Arcandam, en Z. d. deutschen morgenländischen Gesellschaft, XVIII, 135 ss. En particular se halla esta expresión en los Mathematica de Alhandreus, libro de astrología contenido en varios mss. de los SS. X y XI de la Bibl. Nacional de París, obra que es uno de los más antiguos representantes de la influencia oriental en la astronomía europea y está llena de palabras arábigas (albotaim ‘vientre’ es el nombre de una de las mansiones de la luna, p. ej.). Según Thorndike hay relación entre Alhandreus y la obra que en Cataluña escribió el célebre Gerberto, y Millàs no duda del origen hispánico del tratado de Alhandreus, en vista de la gran semejanza que existe entre los nombres de las mansiones lunares y los del famoso calendario cordobés de Ben Said. Es probable, en vista de ello, que manâȟ figure en este calendario para denominar las mansiones de la luna y los signos del zodíaco, y en todo caso me parece seguro que el b. lat. mansio es traducción del árabe manâȟ, teniendo en cuenta que Plinio (VI, 26, 7; XII, 32, 5) emplea mansiones camelorum para expresar el significado más ordinario de este vocablo árabe, es decir, los lugares donde pernoctan las caravanas. En textos latinos posteriores se reemplazó mansiones por casae (p. ej. casae ubi sol manet en Millàs, p. 301), y todavía la Acad. registra casas por ‘signos del zodíaco’. La constante relación entre ‘clima’ y ‘signo del zodíaco’ puede ejemplificarse en decenas de pasajes de los textos latinos publicados y extractados en el importante y erudito libro de Millàs.