ALERTA, adv., interj., del it. all’erta íd., y éste del sustantivo erta ‘subida’, propiamente participio del verbo anticuado èrgere ‘levantar’, procedente del lat. ERէGĔRE íd.: la locución interjectiva all’erta sirvió al principio para invitar a los soldados a levantarse y ponerse en guardia en caso de ataque.
1.ª doc.: 1517, y quizá ya en 1489.
Cej. V, § 88; Gillet, Propaladia III, 251-2. En italiano se halla stare all’erta desde la 2.a mitad del S. XV, y erto ‘levantado’ desde Dante (Terlingen, 173). Del italiano pasó asimismo al fr. alerte [S. XVI] y demás romances. Lo mismo que en francés, se crearon en el castellano clásico un adjetivo alerto [1.a mitad S. XVI, Castillejo; también en la Araucana, el Quijote, Hurtado de Mendoza, Mariana, y otros autores, que citan el DHist. y Cuervo, Dicc. I, 334, § c] y un verbo alertar, que aunque para Hidalgo era jergal, lo emplean en lenguaje noble varios autores del XVII; hoy ambos están anticuados. Hay en glosas latinas un adjetivo alers, -rtis (o allers) ‘sabio’, ‘industrioso, ingenioso’, que podría explicarse como antigua forma latina (Walde-H.) paralela a iners y sollers, y se ha querido relacionarla con el romance alerta (G. Landgraf, ALLG IX, 361-2; Ernout, Éléments Dial., 104), pero como alers no aparece nunca en textos, Heraeus, ALLG X, 515, rechaza con razón esta etimología y sospecha más bien que se trate de una latinización del vocablo romance.